Sean Felices
Un famoso presentador de la cadena de televisión más vista de Estados Unidos terminaba todas las noches su noticiario instando a la audiencia a que fueran felices. De las muchas preguntas que nos plantea la filosofía la de definir el concepto de Felicidad es una de las más recurrentes. Todos nos hemos hecho esa pregunta alguna vez.
En términos generales la filosofía la entiende como el sumo bien o el bien objetivo al que tiende el ser humano como ser racional. Dependerá de lo que podamos entender, de manera subjetiva, lo que apreciamos como “sumo bien”. Para Platón la felicidad está en el movimiento tranquilo, en el cambio sereno de las cosas, incluso las que afectan a la vida.
Para algunos la felicidad radica en tener, en poseer lo material y lo inmaterial, el dinero, la fortuna, la belleza, la juventud. Pero otros en cambio se hacen felices dándose a los demás, haciendo el bien, entregándose sin esperar nada a cambio.
En una entrevista realizada al director de cine Woody Allen le preguntaron si el dinero daba la felicidad. Él, en su tono de voz apagado y su lacónica expresión, respondió un rotundo “No”. Acto seguido matizó la respuesta: “No da la felicidad, pero produce un estado tan parecido que haría falta un buen especialista para apreciar la diferencia”.
Hace unos años el periódico El País publicó un artículo en el que intentaba cuantificar en cuánto se tasaba la felicidad ¿Qué cantidad de dinero necesita una familia para cubrir con holgura sus necesidades? La cifra rondaba los 18.000 € por persona y año. Por encima de esa cantidad el dinero no aporta felicidad directamente proporcional.
La felicidad es un estado de ánimo que supone satisfacción y equilibrio. Quien se siente feliz se encuentra a gusto, contento y complacido. Al ser un concepto subjetivo y relativo lo lógico es buscarla en las pequeñas cosas y detalles cotidianos que nos rodean y que están al alcance de la mano. Nos sentiremos felices cuando alcancemos los objetivos que nos hemos propuesto y cuando seamos capaces de lograr solucionar los distintos retos que se afrontan en la vida cotidiana. Ortega y Gasset decía que la felicidad se produce cuando coincide lo que él llama “nuestra vida proyectada”, que es lo que queremos ser, con “nuestra vida efectiva”, que es lo que somos en realidad. De ese equilibrio depende nuestro bienestar.
Mucho antes que la Asamblea General de la ONU, en su resolución de 10 de diciembre de 1948, promulgará la Declaración Universal de Derechos Humanos, que es lo más parecido a la felicidad a la que puede aspirar un ciudadano, la Constitución Española de 1812, en su artículo 13 recogía que “El objetivo del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”.
La Asamblea General de la ONU, en su resolución 66/281 de 12 de julio de 2012, decretó el 20 de marzo como Día Internacional de la Felicidad para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones racionales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de los gobiernos. Consciente de que la búsqueda de la felicidad es un objetivo humano fundamental y reconociendo la pertinencia de la felicidad y del bienestar como objetivos y aspiraciones universales en la vida de los seres humanos de todo el mundo.
A pesar de las adversidades, de los contratiempos, de los avatares de una vida que se nos muestra hostil, miren a su alrededor; encontrarán motivos suficientes para que la felicidad se abra paso en el paraje oscuro de la existencia.
Inténtenlo. ¡Sean felices!
BIBLIOGRAFÍA