Es evidente que se trata de un tema polémico, por eso no me sorprende que distintos colegiados se hayan dirigido a medicinagaditana.es acerca del problema contenido en la última tertulia que mantenía conmigo solo y que versaba sobre la exclusividad. Se quejan mis comunicantes, con toda razón. Hay quien se siente atacado todos los días 1 de cada mes porque no cobra la exclusiva, cuando realiza el mismo trabajo para el servicio público que los compañeros que sí la cobran.
También hay quien se pregunta qué da el SAS por no ser exclusivos con respecto al que lo es; qué se hace de menos con respecto a los que la cobran; cómo puede exigirse renunciar a la exclusividad a los médicos contratados al 50% que pueden tener la oportunidad de trabajar en la privada. En resumen, como diría el mismísimo Cicerón: “Quosque tándem abutere SAS patiencia nostra?” (si es que Cicerón hubiera conocido al SAS, en vez de a Catilina, al que preguntaba hasta cuándo iba a abusar de su paciencia).
Haciendo un poco de historia, habría que señalar que el complemento específico de exclusividad distingue a los profesionales en función de si dedican toda su fuerza de trabajo al servicio de la sanidad pública, que es lo que se quiere retribuir especialmente, o si parte de esa fuerza la dedican a ejercer privadamente la profesión. Este es el curioso argumento que al parecer emplean para mantener así este complemento, según tengo conocimiento, no sólo en Andalucía sino también en Cataluña, Extremadura y Galicia.
Por el contrario, en Aragón, Baleares, Canarias, Castilla y León, País Vasco, La Rioja, Madrid, Comunidad Valenciana y Cantabria esta retribución la perciben todos los profesionales de la sanidad pública, aun cuando la compaginen con la privada. Las comunidades autónomas de Asturias, Murcia, Castilla-La Mancha y Navarra mantienen un sistema especial que tampoco aquí es momento de detallar. Lo cierto es que la barrera autonómica dificulta un complemento específico unitario en el Servicio Nacional de Salud.
Personalmente creo en el principio de que “a igual trabajo igual salario”. No me parece que tenga mucho sentido que se pague más a quien emplea las tardes en dormir la siesta, ir a la playa o en jugar al fútbol que a quien decide dedicar parte de su tiempo libre a ejercer la profesión en su consulta privada. La verdad es que no he oído ni un solo argumento mínimamente sólido que apoye la postura contraria.
La cuestión no es propia de esta provincia sino que comprende toda la región. Por eso las acciones que se adopten habrán de partir desde el Consejo Andaluz de Colegios de Médicos, donde me consta que se es sensible al problema.
Pero en mi artículo de referencia me preocupaba otra cosa, y por eso aprovecho ahora para insistir en ello. Hay que vigilar que cuando uno deja de trabajar en un centro privado confirme cuidadosamente que se le da de baja en la relación de profesionales del mismo. Si no se tiene en cuenta el detalle, pueden aparecer problemas relacionados con el intrusismo profesional, y la jurisdicción penal es otra cosa.
Y la semana que viene, más.
Miguel Fernández-Melero Enríquez
Asesor Jurídico del Colegio