En el año del Señor de 2018, el día 9 de febrero llega a Toledo La expedición.
Recorrerán durante tres días, liderados por Iñaki, desde el hospital de Tavera hasta la Catedral de la ciudad, sin ignorar iglesia, sinagoga, mezquita, museo o cualquier edificio, que demostrada su importancia histórica, encuentren a su paso.
Sin otro afán que empaparse de las culturas que, en siglos de coexistencia, han dejado huella en tan imperial ciudad, los viajeros comienzan la aventura.
He aquí el diario de una componente de la expedición, encontrado en un anaquel de un Centro de Salud.
Día primero: 9 de febrero
Todo comenzó el viernes, 9 de febrero. Ángel Martín, el enlace de la agencia, nos citó a las 16:50 en la estación de Cádiz y tomamos el tren de las 17:28 con destino a la capital del reino, donde además de esperar el autobús que nos llevaría a Toledo, esperaban tres viajeras más.
No todos habíamos coincidido en las mismas expediciones y no conocía a casi nadie, aunque eso no supuso ningún problema. Sobre las 11:00 horas llegamos al hotel y antes de instalarnos pasamos a la Taberna Gótica a reponer fuerzas.
Día segundo. 10 de febrero
Amanece un precioso día, el sol espléndido y frío el esperado. Iñaki, el guía local, nos espera para iniciar una visita panorámica de los alrededores en bus. Los restos de un circo romano son muestra fehaciente de tan importante y bien elegido destino y unas magníficas vistas de la ciudad vieja no dejan a ningún viajero indiferente
A pie, nos dirigimos al hospital de Tavera, obra renacentista, que debe su nombre a su fundador: el cardenal y arzobispo D. Juan Tavera y del que Alonso Covarrubias fue su arquitecto. La fachada principal tiene la advocación de S. Juan Bautista. Guarda magníficas colecciones de pinturas y mobiliario, propiedad de los herederos de los Duques de Lerma. Digno de mencionar son la interesante botica y el bonito claustro.
Continuamos hacia la Puerta de la Bisagra. Una estrecha y empinada escalera nos llevó al mirador, que nos sorprendió con unas inigualables panorámicas.
El mediodía nos condujo al Alcázar, sede del museo del Ejército y único edificio que nos ofrece una doble contemplación: su interesante significado político y su importancia arquitectónica. De nuevo Covarrubias nos hace un guiño con su fachada principal y Herrera y Villalpando nos emocionan con su monumental escalera.
Coronando la colina de Toledo, este palacio fortaleza de la época de Carlos V ha sufrido varios incendios y casi su total destrucción durante la guerra civil. En el patio, con dos galerías de columnas y arcos de medio punto, la estatua del emperador ataviado de romano nos contempla en silencio.
El restaurante local Alfileritos 24, fue un buen enclave para comenzar nuevas relaciones. Y tras un copioso almuerzo y fuerzas renovadas…
Continuamos hacia la mezquita del Salvador en la que destacamos sus magníficas pilastras visigóticas.
Tras ella, por fin llegó la hora de conocer el impresionante lienzo del Greco: “El entierro del Señor de Orgaz” y la iglesia que lo alberga, Santo Tomé. Como un renombrado torero dijo: “en dos palabras: im presionante”.
Tras callejear por el viejo Toledo llegamos al Colegio de la Doncellas fundado por el Cardenal Silíceo para educar a las futuras madres de familia.
La ruta finalizó con la visita del convento de Santo Domingo el Antiguo, donde también pudimos admirar la obra del Greco.
Este fin de semana era carnaval en la ciudad y vimos a numerosos ciudadanos disfrazados
(pero nada que ver con la gracia y el humor gaditano. “ Esto no es carnaval, ni se le parece en “ná”! !!).
Día Tercero: 11 de febrero
Amanece otro espléndido día. La fuerza del sol nos da la suficiente energía para recorrer de nuevo la ancestral Toletum. Nos dirigimos al Hospital de la Santa Cruz, fundado por el Cardenal Mendoza (¡mira como el brandy!!). El edificio del siglo XVI alberga una gran colección de pinturas en las que el Greco y sus discípulos ganan la partida.
Su coqueto claustro y la preciosa escalera, obra de Covarrubias, deja a más de uno de los viajeros boquiabierto. ¡Qué belleza!
La iglesia de los Jesuitas, nuestro siguiente objetivo, nos ofrece una bella imagen de la ciudad desde lo alto de la torre.
Salimos del cristianismo y nos zambullimos en la cultura visigoda y judaica de la iglesia de San Román, del siglo XIII, con estilo mudéjar y que nunca fue mezquita. Seguimos por el barrio judío, y los pequeños esmaltes en el suelo que nos recuerdan por donde andamos, para llegar a la casa museo del Greco.
Tras deleitarnos con tan hermosas obras, nuestro guía nos conduce a la sinagoga del Tránsito, que acoge el museo sefardí. Preciosa Sefarad jamás olvidada.
Justo en el momento en que empezaban a flaquear las fuerzas, el restaurante Colección Catedral, nos rescató para devolvérnoslas con creces. Cada comida es un encuentro único.
Nuestros pasos y nuestro guía nos conducen a la Sinagoga de Santa María la Blanca. Me impresionó la blancura de sus paredes y las bellas formas de herradura de sus arcos. Sus cinco naves están separadas por pilares y ofrece una hermosa decoración geométrica en los frisos y de vegetales en los capiteles.
Continuamos hacia el monasterio de San Juan de los Reyes, espectacular tanto por fuera como en su interior, y en el que predomina el estilo gótico florido. Construido por los Reyes Católicos, su fantástico claustro con su rica estatuaria, sus peculiares gárgolas y sus artesonados mudéjar, tan llenos de símbolos de los Católicos, no ofrecen ningún tipo de duda: fue construido por los monarcas para conmemorar su victoria en Toro.
Destacan en la fachada principal las cadenas de los presos cristianos liberados por Fernando el Católico.
Y para terminar nuestra jornada cultural, los más “jartibles“ tuvimos la oportunidad de contemplar la belleza arquitectónica de la mezquita del Cristo de la Luz, de escuchar sus leyendas y de grabar su imagen en nuestras retinas.
La leyenda me emocionó gratamente, no sé si era el cansancio, la hora, la voz del guía….
“Cuenta la tradición que cuando el rey Alfonso VI entró en la ciudad en 1085 acompañado de un gran séquito de muy principales personajes, al coger el camino más directo, aunque más difícil: la cuesta del Cristo de la luz, su caballo al pasar frente a la mezquita, se arrodilló negándose a avanzar. Intentando encontrar la explicación ante tan insólito comportamiento, se entró en el templo y al observarse que de uno de los muros salía un potente resplandor, ordenó que se excavara y apareció oculto tras el muro el Cristo que tras siglo y medio mantenía viva la llama de una lamparilla”. Precioso ¿no?
Junto a la ermita, siglos después, se descubrió parte de una muy bien conservada calzada romana.
Oficialmente la visita guiada había terminado, pero los incansables, entre los que me encuentro, fuimos a buscar algún souveni r, tomamos una infusión en Zocodover, mientras una marchosa cabalgata a ritmo de samba, nos volvía a recordar que eso no era carnaval.
En la iglesia de Santiago el Mayor, oímos la misa dominical, dedicada a Manos Unidas. Los múltiples símbolos del Camino nos hicieron un guiño a las peregrinas que allí estábamos (Carmen Sebastianes, Mercedes Outón y yo).
Tras una ruta urbana de 13 kilómetros, fuimos dando un paseo (15’) a la Venta de los Aires. La cena fue buena, perdiz incluida, augurio de un muy feliz final. Mención especial merece la disquisición en torno a las croquetas. (¿Eran de jamón?, ¿termomix?, ¿congeladas?, ¿sólo bechamel? En fin…jeje)
Día cuarto- Lunes 12 de febrero
Toledo se dio cuenta que nos íbamos, amaneció lluvioso, triste y oscuro.
El último objetivo nos esperaba: La Catedral.
Visitamos la exposición en torno a la figura del Cardenal Cisneros. Me impresionó mucho el decreto de la expulsión de los judíos de España y la biblia políglota.
Sin parangón alguno la custodia, maravillosa pieza de oro, plata y piedras preciosas.
La visita a la sacristía nos volvió a recordar que el Greco es Toledo.
Algo que me llamó mucho la atención fue la manera de indicar los enterramientos de los cardenales. Los capelos cardenalicios colgados del techo, y que aunque su origen sea el sombrero de los peregrinos, no sé por qué a mí me recuerda el sombrero de un picador.
Pero casi al éxtasis llegué cuando alcé la vista y descubrí el Transparente, concebido para dar luz natural al sagrario. Ahora comprendo a Santa Teresa. Solo me faltó levitar.
El coro, rico en madera y alabastro no deja a nadie indiferente y qué decir de la capilla mayor y su magnífico retablo tardo-gótico.
Toledo queda en mi corazón, por siempre.
Salimos hacia Madrid, para comer el castizo cocido madrileño y a continuación coger el tren con destino a casa. Se imponía ya el descanso del guerrero, mejor dicho el de la Guerrero.
15 de febrero de 2018. Carmen Guerrero Espejo
Sepan vuesas mercedes, que he transcrito literalmente en estas crónicas, el diario encontrado, aún sabiendo que hay expresiones, que no lleguemos a comprender del todo. Lo que sí está demostrado es que nuestra ciudad, será grande por siempre.
Seguiré viajando en el tiempo, aún hay mucho que aprender.
Mercedes Outón García, Cronista del reino. 19 de Febrero 1615