‘La tapadera’ es una película americana de 1993, producida por Paramount Pictures, dirigida por Sidney Pollack sobre guión de una novela de John Grisham, música de Dave Grusin, interpretada por Tom Cruise, Gene Hackman, Jeanne Tripplehorh, Holly Hunter y Ed Harris. Cuenta la historia de un joven y brillante abogado recién salido de la faculta de Harvard, que se deja seducir por las promesas y regalos de un prestigioso bufete de abogados de Memphis. Sin embargo, pronto se da cuenta de que existe algo de fondo que le permite sospechar la existencia de circunstancias extrañas que están sucediendo en la poderosa empresa que le ha contratado.
Aunque estemos lejos de Memphis, lo cierto es que algo parecido está ocurriendo entre nosotros. Se nos ha dado el caso de que se ha contratado a un médico joven, con un máster en medicina estética, y se le ha utilizado como reclamo bajo el nombre de Centro Médico, lo cual es muy eficaz para atraer a la clientela. Se utiliza el nombre de este médico, que se coloca en una placa de la puerta, y es suficiente para adquirir el material que se precisa.
Pero es otra persona, normalmente un médico frustrado, quien vestido con una bata blanca y una cara muy dura se dedica a tratar a pacientes que no tienen ni idea de que quien le está inyectando la toxina botulínica que ha solicitado no tiene el título de médico, el cual es preciso para realizar esa labor. En definitiva, el caradura está utilizando a ese médico de tapadera.
La circular 2/2010 de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios señala que en la ficha técnica de los medicamentos autorizados, cuyo principio activo es Toxina botulínica tipo A con indicación estética, se establece que su administración únicamente podrán realizarla médicos con la cualificación adecuada, con experiencia en el tratamiento y con el equipamiento o instrumentación adecuados.
Pero no solo se produce este tipo de sucesos en casos de Medicina Estética. El próximo día 17 de noviembre, en un Juzgado de lo Penal de esta provincia, se celebrará juicio oral contra un odontólogo al que le pasó algo parecido, pues según el Fiscal permitió que el dueño del local en el que trabajaba realizara actuaciones propias de la profesión sin estar en posesión del correspondiente título, lo que ha llevado a mi defendido al banquillo como autor por colaboración necesaria de un delito de intrusismo profesional.
Como es eso lo que está pasando, el joven y brillante colegiado haría bien en extremar el cuidado y no servir a nadie de tapadera.
Y la semana que viene, más.