Entre el 10 y el 20% de los duelos por la pérdida de un ser querido puede llegar a ser patológico. El apoyo de los profesionales en este trance desde el ámbito sanitario, junto a la ayuda desde la esfera social y familiar, contribuye decisivamente a reconducir estos procesos patológicos.
Ahora un curso organizado por el COMCADIZ, coordinado por la Dra. Concepción Ruiz Pau, aporta a los médicos las pautas para saber intervenir adecuadamente en los niveles del duelo que les competen y para los que se requiere estar bien formado. Durante el curso los colegiados participantes tendrán ocasión también de intervenir en prácticas de comunicación verbal y no-verbal y desarrollar técnicas de autoconocimiento y autocontrol que les resultarán esenciales a la hora de afrontar y acompañar a los pacientes en el proceso de sobrellevar la pérdida y el duelo.
- ¿Cuándo puede afirmarse que un duelo es patológico?
El duelo patológico oscila entre el 10 y el 20% de los duelos. En la gran mayoría de los casos no es necesario intervenir y a veces es hasta contraproducente.
El duelo consta de tres fases fundamentales: antes del fallecimiento, en todo el camino de pérdidas y sufrimientos que suele acompañar a este proceso; la muerte en sí, con toda la carga emocional que conlleva y finalmente el periodo más o menos largo que sigue tras el fallecimiento de la persona querida y/o significativa.
Hay una serie de factores predictores, importantes a tener en cuenta, ya que en los duelos patológicos sí conviene intervenir -los médicos desde su nivel de formación y los psicólogos y psiquiatras con intervenciones más avanzadas-, y así evitar más sufrimiento a la persona.
La edad del fallecido, los vínculos afectivos que le unían, los recursos personales y sociales que existan, los duelos anteriores no resueltos, las circunstancias de la muerte, la presencia de enfermedades físicas o psíquicas… Estos son factores predisponentes, pero no todas estas circunstancias hacen que un duelo se vuelva patológico. Durante el curso veremos cómo las capacidades de las personas y el apoyo en el ámbito sanitario, familiar y social suavizan y reconducen estos procesos.
Es importante no ceñirse estrictamente a las estadísticas del tiempo para elaborar los duelos; cada persona tiene su tiempo y su espacio para este camino de desestructuración y recomposición, con posibilidades de crecimiento interno y hacia los demás. No obstante, es importante observar si con el tiempo el dolor no cede, la rabia, la culpa, la desconexión del medio, si actitudes destructivas, etc. se acentúan, para dar paso a la intervención. Hay protocolos bien definidos que nos ayudan a detectar cuando el duelo se vuelve patológico o si siempre lo ha sido.
- ¿En qué consistiría nuestra ayuda como médicos?
Como he mencionado antes, hay niveles de intervención: las personas comunes que acompañamos a nuestros familiares y amigos en su duelo, los médicos y demás sanitarios y los psicólogos y psiquiatras.
Los médicos y demás sanitarios seríamos el nivel II de intervención, pero ahora aparece un nuevo nivel, que lo constituirían los médicos formados en estas materias. Como hablábamos antes, los médicos tenemos un papel fundamental en este camino, ya que informamos, tratamos y acompañamos al paciente y familiares en todos sus pasos.
En todos los años que llevo acompañado a las personas, he conocido muchas situaciones donde la sensación de abandono, falta de empatía, de apoyo, de escucha, por parte de los profesionales habían incrementado las posibilidades de convertir el duelo en patológico. Como la situación contraria donde el apoyo, buen hacer y compresión del médico, había contribuido muy eficazmente a sobrellevar un duelo, con dolor como su nombre indica, pero con paz y serenidad.
En el tiempo final, es fundamental esmerar estos cuidados; la agonía y la forma de morir, condicionan que un duelo sea más o menos difícil y doloroso. La familia queda marcada para bien y para mal en cómo suceden estos hechos, dando lugar a muchísimos sufrimientos o a paz y sosiego en los casos donde se han sentido protegidos y cuidados.
Y entrando ya en lo que todos conocemos como duelo, periodo tras el fallecimiento, es fundamental conocer las fases, los síntomas, la afectación de la persona en su totalidad, las tareas que es conveniente recorrer, para poder atravesar ese túnel de oscuridad y soledad y recuperar la esperanza y el amor por la vida, ahora con más sabiduría y compresión.
En el curso, que se hace entre todos con nuestros bagajes y experiencias, tomamos mucha consciencia de que la persona se encuentra en un momento cumbre de su ciclo vital, el cierre de su biografía, no solo de su biología. Que esa persona única e insustituible tiene un cuerpo físico dañado por la enfermedad, con dolor y otros síntomas que hay que tratar o paliar; un campo de emociones a flor de piel: miedo, culpa, desamparo, tristeza…; un mundo de pensamientos y creencias y unos valores esenciales y fundamentales del ser humano y que emergen con mucha fuerza en estos momentos. Y que no solo tiene problemas y necesidades, sino también unos recursos internos que son fundamentales explorar y permitir que afloren.
Este cierre de biografía de biografía puede ser un proceso lleno de sentido, de coraje, de paz y de serenidad para ellos, sus familiares y el equipo sanitario que le acompaña. Es fundamental sostener, apoyar, estar, acompañar en este tránsito, facilitando el poder perdonar y perdonarse, despedirse, dejar los asuntos más o menos resueltos… dando paso al amor y a la paz. Y este trabajo, con mayor o menor consciencia, lo hace el paciente, desde estos valores esenciales y profundos que todos los humanos tenemos.
- También se les facilitan habilidades de comunicación verbal y no-verbal. ¿Cómo se van a trabajar estas habilidades durante el curso?
Mucho de este trabajo de acercamiento, de sostener, de acompañar… se hace desde un enfoque donde las palabras a veces no sirven: la Hospitalidad, es decir abrirse a la experiencia a pesar de nuestros miedos, abrir las mentes y los corazones; la Presencia, estar enfocado, sin distracciones, en tu centro, y la Compasión, esa capacidad de sentir, de darse cuenta del dolor del otro y extender una mano.
En el curso, ponemos en prácticas dinámicas individuales y grupales encaminadas a experimentar esta comunicación (con nosotros y con los demás), tanto verbal, como no-verbal.
- ¿Y en el caso de los familiares y cuidadores de ese paciente?
La familia y cuidadores del paciente son dadores y receptores de los cuidados. A mayor cuidado de ellos, mayor será la calidad de sus cuidados. Hay ocasiones en que hacia ellos deben ir la mayoría de nuestros cuidados y actitudes, para dar mayor bienestar y serenidad al paciente. Ellos pasan por las mismas fases y el enfoque de trabajo es prácticamente el mismo.
- Para que el profesional pueda hacer frente a este tipo de situaciones es primordial que desarrolle primero un proceso de autoconocimiento. ¿Qué mecanismos se le transmiten en este curso para un eficaz autocontrol?
Nunca puedes dar algo que no tengas. Es vital encontrar esa puerta, esa apertura hacia dentro donde reconectamos con nuestra vocación, con nuestros valores… con todo lo que ya tenemos. A medida que ahondamos en el acompañar, vamos ahondando en nuestro propio camino. Este se hace más rico y de más calidad cuando damos y ellos nos lo enriquecen y nos hacen mejores.
Con reflexiones individuales y grupales, músicas, dibujos, mándalas y películas vamos explorando nuestro mundo interior a dejando salir todo nuestro potencial.
Ya hicimos una primera edición de este curso, a raíz de la cual creamos un grupo de whatsapp, donde seguimos compartiendo experiencias y situaciones en las que antes no reaccionábamos o reaccionábamos de otra manera. Esto ha permitido cambiar la forma de abordarlas y por supuesto los resultados, viviendo situaciones de paz tanto para los pacientes como para nosotros los profesionales.