Tras las pasadas Fiestas en las que se prodigan habitualmente los regalos, tanto Papá Noel como los Reyes Magos seguro que han traído a nuestros hijos algún videojuego del que han tenido conocimiento por la abrumadora publicidad que nos bombardea o por el intercambio de información entre sus amigos y/o compañeros de colegio.
Se dice que a escala mundial la industria de los videojuegos es incluso mayor que la del cine. Sus contenidos son extraordinariamente extensos y enganchan de tal manera que pueden llegar a crear adicción. No cabe duda que por el realismo y atractivo que tienen proporcionan un medio de distracción importante, pero se ha de estar muy alerta sobre los contenidos, ya que no todos son aptos para todas las edades (igual que las películas). Ni se pueden prohibir ni se puede comprar cualquiera, por atractivo que parezca, si queremos estar atentos a la formación de los pequeños. Y dado que las posibilidades son múltiples (videojuegos, teléfonos móviles, tablets, etc.) es muy aconsejable controlar los contenidos para saber si son adecuados. He leído recientemente un artículo sobre este tema y no he podido resistir la tentación de hacer una aproximación al mismo y subrayar una idea que me parece interesante: “Para que los padres puedan ayudar a sus hijos a administrar mejor su libertad deben aprender más de los medios en los que se desenvuelven. En la tarea educativa se suele recoger el fruto solo al cabo de varios años”. Hay que huir tanto de las posturas permisivas como de las sobreprotectoras. El tipo de juego que se escoja tendrá influencia en la formación de la persona. Por supuesto que los padres no tienen que conocer el contenido de todos los videojuegos, pero sí que es muy aconsejable que se informen de aquellos que les interesan a sus hijos, Para ello hay medios a los que se puede consultar. Uno de los más extendidos es el que proporciona la “Información Paneuropea sobre juegos” (www.pegi.info/es/) que ofrece, en español, información básica sobre cada videojuego.
Otra cuestión es conseguir que este entretenimiento no se convierta en exclusivo. La Asociación Española de Pediatría aconseja limitar el uso de este tipo de ocio a 2 horas diarias. Hay que enseñar a nuestros niños a controlar su voluntad. Que no guíe su conducta el “me apetece” o “no me apetece”. Y, por supuesto, enseñarles siempre que cuando encuentren algo que les llame la atención, tanto en este tema como en cualquier otro, que pregunten a sus padres. Y los padres tenemos la obligación de facilitar siempre la ocasión (a pesar del agobio del trabajo) para hablar con ellos y propiciar un ambiente de diálogo y de confianza que les ayude a madurar como personas responsables.