En conversación sostenida con un tocólogo hace unos días, me ponía de manifiesto lo impredecible del ejercicio de su especialidad, pues algo tan natural como un parto podría terminar en una situación absolutamente catastrófica. De hecho ya nos hemos encontrado con bastantes casos de hipoxia en el momento del nacimiento, lo que ha dado origen a la existencia de niños muy perjudicados, y ello aun cuando la atención médica haya sido absolutamente exquisita y se haya actuado de la forma más escrupulosa dentro de las reglas de la lex artis ad hoc.
Por eso, me decía mi interlocutor, sería preciso que se arbitrara algún sistema que permitiera resolver estas situaciones, y que no fueran siempre a costa del médico o de su seguro, cuando ni el médico ni el seguro han tenido la menor culpa de lo ocurrido.
El tema me recordó lo que ocurre con los viajes en avión. Actualmente es el sistema de viajar más seguro posible, pero nada impide que cualquier eventualidad absolutamente inesperada haga que se produzca la tragedia, aun cuando se haya intentado volar con total seguridad y el personal humano se haya comportado con absoluta corrección. Como quiera que la total seguridad no existe, es por lo que hay pólizas de seguros que cubren las eventualidades que puedan producirse en los vuelos, de forma que el viajero solo tiene que contratar su póliza antes de embarcarse en el viaje.
Lo mismo ocurre con las vacaciones. Uno se lleva esperando todo el año a que llegue el ansiado momento y, entonces, o se pone a llover, o aparece una ventolera espantosa que dura dos semanas o te llaman urgentemente del trabajo dos días antes de salir, de forma que las esperanzas de pasar unas vacaciones estupendas se van al traste. También existe seguro para eso. Se llama seguro de vacaciones y te indemnizan si por causas ajenas no se pueden disfrutar los días previstos de descanso.
Pues igual ocurre con las intervenciones quirúrgicas. No estaría de más que antes de ir al paritorio la paciente firme una póliza de seguros que cubra cualquier desgraciada eventualidad. Normalmente las cosas salen muy bien, por lo que la mayor parte de las veces la aseguradora ganará dinero. Pero cuando, por causas o circunstancias imposibles de prever o de evitar, se produzca el desastre, siempre será menos conflictivo acudir a la propia póliza de seguros que a la del tocólogo o a la del hospital, que ninguna culpa han tenido de lo sucedido.
Y la semana que viene, más.
Miguel Fernández-Melero Enríquez
Asesor Jurídico del Colegio