Capítulo Segundo: La Belleza en el arte del Mundo Cristiano.
José Arturo Visedo Manzanares
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define la belleza, en su acepción más amplia, como un conjunto de formas, proporciones y cualidades que nos produce un deleite espiritual o un sentimiento de admiración (un paisaje, un objeto, el ser humano). Pero la belleza es un concepto subjetivo que ni es universal, ni es duradero y tenemos testimonio de esos cambios en obras de pintura o escultura aparecidos a lo largo de los tiempos.
En la Biblia (1.500 a.C. / 100 d.C.) Reina Valera (Biblia traducida al español, usada por los protestantes de habla hispana) aparece uno de los primeros documentos escritos que mencionan la belleza en el ser humano al referirse a la judía Esther (Esther 2:7 y Esther 2:15), convertida en reina de Persia al contraer matrimonio con Asuero (Jerjes I), por su belleza y encanto: era “moza de hermosa forma y de buen parecer” que ganaba “la gracia de todos los que la veían”.
Durante el Paleocristiano, primeros siglos del cristianismo, se desarrolló en las catacumbas, cementerios subterráneos, un arte con la intención de representar pasajes religiosos de la Biblia.
Sirviéndonos de sus ilustraciones observamos que el cuerpo de Eva es natural, con proporciones reales, pero no muestra los genitales y sus senos no están marcados a pesar de que está desnuda. Los elementos de la naturaleza aparecen por ser indispensables para contar la historia, no porque haya intención de dibujar un paisaje.
A partir de la legalización del cristianismo, en el S. IV, las imágenes resultaron un medio eficaz de impulsar la doctrina cristiana, sin embargo, con el tiempo, llegaron a convertirse en objeto de culto según el cual la divinidad habitaba propiamente en el icono al que se veneraba y al que se le atribuían milagros; de ahí que surgieran discrepancias entre Iconódulos (partidarios de representar a Jesús, la Virgen o los Santos por medio de figuras) e Iconoclastas (contrarios, pues para ellos las imágenes eran incapaces de mostrar la dimensión espiritual de los representados) y como consecuencia de los enfrentamientos, en el año 726, León III proclamó el primer edicto iconoclasta que ordenaba la destrucción de todas las imágenes sagradas aparecidas hasta entonces.
En el 843 bajo el reinado de Teodora II, emperatriz del Imperio bizantino, se restauró definitivamente su culto.
Al periodo comprendido entre los siglos XI y XII, en Europa Occidental, se le denomina Románico. La sociedad continúa recibiendo el mensaje divino por medio de la figura humana que aparece profusamente en paredes de capillas e iglesias, con intención pedagógica hacia
quienes no sabían leer los Libros Sagrados. En este tiempo no se realizan estudios anatómicos, ni copias de la realidad, sólo se reflejan conceptos e ideas. Los cuerpos se esquematizan y cuando hay que mostrarlos desnudos, como en El Juicio final ó la Caída de Adán y Eva, se les quita cualquier matiz de sexualidad.
Los pliegues de los ropajes aparecen simétricos y paralelos.
En Europa Occidental, el período correspondiente a los últimos siglos de la E. Media se le denomina Gótico. La mujer ha de ser trabajadora, culta, hermosa, callada, dócil y capaz de entretener y sorprender a su caballero. El maquillaje no se utiliza porque es sinónimo de truco ó engaño.
El ideal de belleza femenino consiste en blancura en la piel, cabellera rubia y larga, aunque el pelo puede estar recogido, rostro ovalado, ojos claros, nariz pequeña y aguda, labios pequeños y rosados, torso delgado, caderas estrechas, senos pequeños y firmes y manos blancas y delgadas. Las mismas características que exhiben las vírgenes góticas.
Nota: Resultaría abrumador citar a todos los autores cuyas ideas he utilizado aquí . Mi reconocimiento a todos ellos.