Hace algún tiempo escribí en Medicina Gaditana sobre un tema que ahora ha vuelto a plantearse, por lo que no está de más volver a hablar sobre el asunto, pues los problemas jurídicos a propósitos de médicos se repiten hasta la saciedad.
Decía entonces que no puedo negar que, entre mis muchas aficiones, hay una que sobresale: me refiero al cine. No solo me interesan los actores, el director, la escenografía, los decorados y todos los demás elementos técnicos y artísticos de los que se puede disfrutar. Sobre todo, lo que más me llama la atención es el guion.
Entre las grandes películas las hay americanas, francesas, británicas, italianas, alemanas y escandinavas. No se pueden olvidar algunas españolas. Y la forma de ver cine también cuenta, pues cada una tiene su punto. Puede ser en una sala oscura rodeado de desconocidos, o en casa junto a las personas a las que se quiere y disfrutando de la cena.
Entre los temas que son de mayor interés se encuentran los de catástrofes, héroes contra villanos, de venganza, de médicos, de abogados, policíacas, westerns, etc. Pero, para mí, las más emocionantes son las películas de suspense. Sean de largometrajes o de series de televisión.
Especialmente disfruto cuando el sagaz detective procede a interrogar al desprevenido sospechoso con agudas preguntas, que le dirigen hacia la inevitable perdición, rodeándolo como hacen los tiburones con sus presas y, cuando están a punto de asestarle el mortal mordisco, el interrogado le suelta las palabras mágicas.
No le dice “abracadabra”, ni “ábrete sésamo”, ni ninguna otra al uso. Lo que el agobiado interrogado le dice al hábil, inteligente, experimentado, ingenioso y diligente preguntador es simplemente lo siguiente: “quiero a mi abogado”.
A partir de aquí las cosas cambian. El interrogador se retira frustrado y el problema empieza a verse de otra manera.
La conclusión de todo esto, y a lo que quiero llegar desde el principio, es que cuando el colegiado reciba una citación de la Comisaría de Policía, de la Guardia Civil, del Juzgado, del Inspector del SAS, del Gerente del Hospital, o de quien sea, sea verbalmente o por escrito, y se presuma que la cosa huele a problema jurídico, haría bien en llamar a su abogado, para lo cual no tiene sino que entrar en la página web de su Colegio de Médicos, o en la aplicación que todos los colegiados deben llevar en su móvil.
No se trata más que del ejercicio de un derecho fundamental, reconocido en el artículo 24.2 de la Constitución, conforme al cual “todos tienen derecho… a la defensa y asistencia de letrado”. En ese “todos”, también se incluye a los médicos. Así pues, les recomiendo que relean lo que dice el párrafo anterior y, en caso de encontrarse en alguna de estas situaciones, no duden en llamar al Colegio de Médicos y pregunten por la Asesoría Jurídica, que para eso está. Si prestan declaración sin estar debidamente asesorados, pueden decir algo de lo que luego terminen por arrepentirse.