“Soy médico vocacional por genética y por tradición”, decía de sí mismo el Prof. Juan Bartual, fallecido el pasado viernes 19 de septiembre. Vinculado definitivamente a la historia del Colegio de Médicos de Cádiz (COMCADIZ) cuando en 2020 recibió el Premio Medicina Gaditana, antes y después ha sido generoso en su cercanía y a la hora de compartir conocimiento -inagotable- y experiencias -imperecederas- en las sesiones preparatorias para la edición de su ‘Historia del Colegio Provincial de Sordos de la Provincia de Cádiz’ y en los encuentros con sus compañeros médicos de los jueves en la Tertulia Manuel López Escobar.
No pudo recibir el Medicina Gaditana como hubiera merecido al serle concedido el premio en el primer año de la pandemia. Lo aceptó con su natural bonhomía y tuvo el gesto acorde a las circunstancias: “Hoy deberían estar en mi lugar los sanitarios que han luchado contra el Covid-19; mi admiración por su labor y mis condolencias por los que han fallecido en el cumplimiento de su deber”. Ese era el Prof. Bartual.
Recogió el premio en un acto privado y lo hizo agradecido, honrado y alegre “porque es un premio cercano, otorgado por compañeros y que llega inesperadamente en el ocaso de mi vida”. Hablaba de ocaso alguien que seguía siendo una referencia, una compañía modesta pero rotunda y sabia.
Gaditano de adopción, amaba y conocía Cádiz y la mostraba a familiares, amigos y compañeros nacionales y extranjeros. Colegial de Honor de Colegio Mayor Beato Diego de Cádiz, laíllo Honorario de las Tunas de Medicina e Industriales y Padrino de una promoción de Medicina, participó con el Coro de los Dedócratas en concursos del Falla y en el carrusel de coros en la Plaza. Un par de chirigoteros le dedicaron un pasodoble y como vocal de la Asociación pro Defensa de la Castrense aportó para su restauración.
En el terreno académico fue, según su exigente escrutinio “un estudiante irregular”. Ya en Medicina obtuvo matrícula de honor “en las asignaturas que me gustaban, buenas notas en las que tuve buenos profesores, aprobado en alguna y en Anatomía I un suspenso. El profesor era una excelente persona, pero pésimo docente. A los pocos días hacía novillos; la consecuencia fue catastrófica y tuve que cantar las lecciones de Anatomía todo el verano”, contaba.
Pertenecía a la cuarta generación ininterrumpida de médicos por ambas ramas familiares y estaba predestinado a venir a Cádiz. Su abuelo Juan Bartual Moret obtiene por oposición en diciembre de 1888 la Cátedra de Histología, Histoquimia y Anatomía Patológica de la Universidad de Sevilla con destino en la Facultad de Medicina de Cádiz, aunque a los pocos meses logra el traslado a Valencia. Su padre, Rafael Bartual Vicens, gana por oposición la Cátedra de Otorrinolaringología de Cádiz en 1943 y la familia vive en la plaza de San Antonio hasta finalizar el curso de 1945-46 en que se traslada a Valencia.
Realiza la especialidad con su padre en la Escuela Profesional de ORL de la Facultad de Medicina de Valencia y la Tesis doctoral como Becario de la Deutsche Forschungsgemeinschaft en el Instituto de Fisiología de Erlangen con el prof. Trincker durante dos años. Allí aprende con él a investigar experimentalmente y cada día, al terminar el trabajo, le explicaba con infinita paciencia el complejo funcionamiento de la audición, del equilibrio y del sistema nervioso.
Como Becario de la Fundación Alexander von Humboldt completa su formación durante otros dos años con el prof. Kley en Würzburg, aprendiendo las técnicas más modernas de audiometría, vestibulometría y cirugía funcional y reconstructiva del oído, la redacción sistematizada de informes operatorios y de alta, así como de los peritajes médicos con minuciosidad germánica.
Estos dos profesores le acogieron “como a uno más de su familia y en fines de semana me mostraron los paisajes, las ciudades, los tesoros artísticos y culturales de Baviera, haciéndome sentir admiración y pasión por su país”.
Se perfecciona en cirugía de cuello y de la parótida con el profesor Guerrier en Montpellier y en exploración neurootológica en las Universidades de Lund con Henriksson y de Linköping con Aschan.
Cuando en 1968 gana las Oposiciones a Cátedra, puede escoger entre Salamanca y Cádiz: “preferí esta última por el recuerdo de mi feliz infancia en ella. La belleza monumental de Salamanca y la solera de su Universidad no pudieron competir con el duende de Cádiz, su luminosidad, su clima y la simpatía y alegría de sus gentes”. Cuando se incorpora a la Facultad de Medicina de Cádiz no existía Servicio de ORL piensa en renunciar, pero siguiendo el consejo de su padre forma un verdadero Servicio de Otorrino.
Durante cuarenta años impartió su asignatura en Medicina y a lo largo de otros 10 años la de Anatomía, Fisiología y Neurología de la Audición y del Lenguaje en la Facultad de Ciencias de la Educación. Bajo su tutela se han formado en el Mora y en el Clínico de Puerto Real Especialistas, Catedráticos, Profesores Titulares y Jefes de Servicio de la Seguridad Social en Andalucía y otras autonomías y con su equipo logró dar a Cádiz proyección nacional e internacional organizando:
Joaquín Aragón y Manuel Faz, dos pacientes laringectomizados fundaron, auspiciada por él, la Asociación Gaditana de Laringectomizados y Limitados de la Voz que tan importantes frutos ha dado en la rehabilitación de estos pacientes. Con la Asociación de Padres de Sordos de Cádiz y el patrocinio de la. Diputación Provincial de Cádiz, fundan en Jerez el Colegio Provincial de Sordos de Cádiz.
Al recibir el Premio Medicina Gaditana, rindió principal homenaje a “quienes debo todo cuanto de positivo hay en mí”. A su madre, “que con su ejemplo me enseñó a amar y respetar al prójimo y me inculcó la afición por la lectura, el arte, la fantasía y el humor”. A su padre, quien le formó “cartesiano en el pensar, esforzado y responsable en el trabajo, amante del conocimiento y de la docencia, desinteresado en el ejercicio profesional y liberal en el talante”.
Y a Emilia, su mujer, “que sacrificó su realización profesional como cirujano cuando vinimos a Cádiz para dedicarse enteramente al hogar y a la familia mientras los hijos fueron pequeños”. Pasados los años, Emilia haría la especialidad de Otorrinolaringología y la tesis doctoral, pasando a trabajar ambos en la consulta de las tardes y en el quirófano.
“Nunca podré agradecerle debidamente lo que ha hecho por mí, como tampoco los hijos extraordinarios y la felicidad que me ha dado, manteniendo vivos en mí la ilusión de vivir y el amor”.
Quede este testimonio como legado de quien vivió y compartió tanto.
DEP