La medicina es la profesión más humana. El arte es también parte de nuestra identidad. Luis Utor es médico residente de Familia en el centro de salud El Olivillo, en Cádiz, y en lo que aquí nos atañe poeta como parte de una inquietud creativa mayor. Su poemario más reciente es ‘Punto y aparte’, que presentará en el Auditorio del Colegio de Médicos el 4 de noviembre.
Adelántenos qué van a encontrar los colegiados médicos de Cádiz en ‘Punto y aparte’.
‘Punto y aparte’, como dice la invitación, no es un libro de poesía tradicional. Es un libro de historias muy humanas, que trata reflexiones con las que fácilmente uno se siente identificado. Incluye juegos de palabras, canciones, pasodobles de carnaval propios y algún que otro guiño al mundo de la medicina. Es un desahogo, una pausa, una oportunidad para desconectar en el mundo frenético en el que vivimos.
¿Toda su poesía surge de una experiencia crucial? ¿Es este el nexo común de toda su faceta creativa?
Realmente mi poesía empezó sirviéndome de desahogo y se terminó convirtiendo en una forma de autoentendimiento y expresión. A veces también como entretenimiento y pique creativo. Como buen humanista que me considero, he sido un enamorado de las letras y de las artes como principal representación humana. El ser capaz de expresar, de una forma o de otra, las realidades y pensamientos que nos conciernen y plasmarlos de forma más cruda o cuidada sobre el papel siempre me ha fascinado. Mi poesía no nace de un evento crucial, sino de la vida misma, del día a día.
Medicina y arte han estado siempre muy unidas. ¿Cómo se conectan en su caso?, ¿cómo se nutren entre ellas?
La medicina es, a mis ojos, la profesión más humana que existe. Como tal, brinda la posibilidad de compartir diariamente momentos, conversaciones y anécdotas que enriquecen y enseñan cosas que no aparecen en los libros. El arte, igualmente, es parte de la identidad humana, es una maravillosa forma de expresión que me permite dar a conocer y compartir las sensaciones, emociones y vivencias que sobrevuelan diariamente mi realidad y de las que aprendo de forma incesante, dándoles un toque personal. Creo que conforman una simbiosis que me permite mejorar, poco a poco, como ser humano desde la reflexión. Y espero que eso se traduzca en ser mejor médico.
Este es su tercer poemario publicado ¿Cómo ha evolucionado su poesía?
Creo que mi forma de escribir se ha vuelto algo más madura con el paso de los años, ligeramente más intrincada y reflexiva, aunque no por eso deja de ser accesible y comprensible para todo el que se pare a intentar comprenderla. Nunca me ha gustado crear imágenes incomprensibles, rimas abstractas o razonamientos inaccesibles. Creo que la poesía debe ser sencilla, cuidada y fácil de entender para todo el mundo. Si no, el mensaje termina cayendo en un pozo al que nadie es capaz de acceder.
Es residente de medicina familiar y comunitaria. Reivindique aquí la medicina de Familia y la medicina rural.
La medicina de familia, tan denostada en los tiempos actuales, es la medicina pura, la de verdad, la de siempre, el pilar fundamental desde donde se construye un sistema sanitario por ser la puerta de entrada al mismo, que además consigue resolver la mayoría de las demandas. La del “médico de cabecera” es la imagen del médico de toda la vida, una persona que llega a conocer y a integrarse en el entorno del paciente, familia y circunstancia, y es capaz de entender cada uno de sus procesos como un complejo engranaje en el que lo biológico, lo psicológico y lo social tienen igual peso en un todo que es la propia persona.
Los médicos pocas veces curamos, muchas conseguimos paliar padecimientos pero siempre debemos acompañar al paciente en su vivencia de la enfermedad. Y la mayoría de las veces, con eso basta: el interés, el cuidado y la escucha activa son los principales ingredientes que hacen que nuestro trabajo valga la pena. Así es como me he criado y así es como me gusta enfocar mi profesión, aunque, como acabo de empezar, me quedan muchísimas cosas por aprender aún.









