Aquel que no conoce la historia está condenado a repetirla. Eso lo dijo en su momento Napoleón Bonaparte, y si aún se recuerda lo que dijo después de más de dos siglos es porque seguramente tenía razón. Los que ya no somos precisamente unos jovencitos estamos viendo cómo las nuevas generaciones de colegiados siguen cayendo una y otra vez en los mismos errores en que cayeron sus hermanos mayores, y sus buenos disgustos se llevaron.
En este caso me refiero a aquellos problemas que el médico observa en su actuar diario, y a los que no les pone remedio, pensando que no le corresponde actuar porque no son problemas de su competencia directa. No se dan cuenta de que, en definitiva, cuando se produzca el hecho desgraciado y la consiguiente reclamación, ellos van a ser los primeros llamados a dar explicaciones porque, en principio, la Ley ha creado la figura del “médico responsable” (véase el punto 10 del artículo 33 de la Ley 41/2002).
Los más jóvenes no tendrán ni idea de lo que sufrió hace unos años un jefe de servicio que observó que el servicio de enfermería de su hospital no podía manejar el alcohol en los grandes botellones en los que se les servía, e inventaron vaciar los envases de enema y rellenarlos de alcohol. El médico advirtió que en cualquier momento se podía producir una confusión, pero como la cuestión no era de su competencia sino de la de enfermería, no dio la orden expresa de que se dejara de realizar esa práctica.
Como era de esperar, llegó el momento en que se produjo la confusión y a una paciente le vaciaron en el recto un enema de alcohol, lo que por poco le cuesta la vida. La matrona y la auxiliar en cuestión fueron condenadas; pero el médico también recibió un castigo (mucho más leve que los autores directos) pero que se hubiera evitado si en el momento oportuno hubiera sido más contundente en su actuación.
¿Qué debemos aprender de esto? Pues que si el colegiado observa alguna circunstancia que barrunte que puede provocar algún tipo de perjuicio para un paciente, bien haría en no confiar en la suerte y ponerlo de inmediato en conocimiento de la autoridad. Y lo debe hacer, como siempre, por escrito con el sello del registro de entrada, pues con base en la conocida Ley de Murphy, si algo puede salir mal seguramente saldrá mal.
Y la semana que viene, más.