Miguel Fernández-Melero Enríquez. Jefe de la Asesoría Jurídica
Aunque se atribuye a Hipócrates, lo cierto es que la expresión “primun non nocere”, como máxima o principio general que deben seguir los médicos, no se contiene en su célebre juramento. Y dudo mucho que originalmente así fuera el principio, por cuanto Hipócrates fue un médico de la antigua Grecia y no debía saber latín. En todo caso, significa que lo primero es no hacer daño.
Lo cierto es que la Medicina puede producir mucho daño por los efectos secundarios que es capaz provocar. Por eso, lo primero que se enseña a los estudiantes de Medicina es que deben recordar los posibles perjuicios que pueden causar, aun cuando pongan en su actuación la mejor de las voluntades.
La rebuscada introducción de la Tertulia de hoy viene a cuento porque me acaban de notificar una sentencia, en un asunto en el que el fiscal solicitaba para dos cirujanos la pena de cuatro meses de prisión y un año de inhabilitación profesional, y la acusación particular pedía que se les impusiera la pena de seis meses de prisión y dos años de inhabilitación para el ejercicio de la profesión. El hecho que se enjuiciaba era el supuesto olvido de cierto material quirúrgico en el interior de un paciente durante una intervención quirúrgica.
Los hechos ocurrieron en el mes de octubre de 2011. El procedimiento penal contra los colegiados se inició en febrero de 2014 y la sentencia se ha dictado el pasado mes de septiembre -después de siete años de ocurridos los hechos y de cuatro años de instrucción-. Han sido muchos meses de incertidumbre para mis dos defendidos, pues resulta muy poco tranquilizador saber que el Ministerio Fiscal les está pidiendo penas de prisión y de inhabilitación para el ejercicio de la profesión.
En definitiva, tras la celebración del juicio la sentencia ha venido a absolver a ambos médicos.
La cuestión está en que los dos acusadores -el público y el privado-estaban fundamentando sus acusaciones en el informe de otro médico, el forense, que afirmaba que un determinado material quirúrgico había quedado olvidado en el interior de un paciente, lo que la defensa consiguió demostrar que no era cierto. El material se rompió durante la intervención y hubo que abandonar un trozo del mismo en el campo operatorio, porque ponerse a buscarlo hubiera supuesto un destrozo y un perjuicio mucho mayor que el que suponía dejarlo ‘in situ’. Así que, nada de olvidos. Se trató de una decisión quirúrgica.
No es la primera vez que el informe de un médico forense lleva al banquillo de los acusados a otro médico. No hay nada que objetar, porque su delicada función es precisamente asesorar al Tribunal, y su palabra tiene mucho valor en juicio. Pero es que a mí me fastidia mucho tener que atacar a un médico en un Tribunal, cuando de ello depende la situación de mi defendido. Por eso creo que no estaría de más que, antes de emitir su importante dictamen, el forense se leyera entero el procedimiento, incluyendo las declaraciones de los profesionales acusados, pues muchas veces, de las mismas se desprenden elementos que resultan fundamentales para poder realizar su valoración con toda la exactitud que el caso merece.
Quedamos en que lo primero a lo que debe atender un médico (incluidos los forenses) es a no hacer daño.
Y la semana que viene, más.