Miguel Fernández-Melero Enríquez
En enero del año 2011 una colegiada fue avisada de que determinadas recetas suyas, en las que se prescribían medicamentos anabolizantes conteniendo su firma y su sello, parecía que habían sido falsificadas. Se trataba de esas recetas especiales que se contienen en un talonario y que el propio paciente conserva en su poder.
Como quiera que la colegiada ni conocía al supuesto paciente que aparecía en las recetas, ni había prescrito nunca anabolizantes, presentó de forma inmediata la correspondiente denuncia, lo que dio origen a unas Diligencias Previas en un Juzgado de Instrucción de Chiclana, en las que la médico prestó declaración como testigo.
Como consecuencia de la supuesta falsificación de documento oficial, se solicitó al correspondiente servicio de la Guardia Civil que emitiera dictamen pericial caligráfico sobre la autoría del delito, por lo que se procedió a tomar en el Juzgado muestras indubitadas de escritura a varias personas, entre ellas a nuestra colegiada (y a otro colegiado que también había estado implicado pero que, en definitiva, no resultó acusado).
La sorpresa se produjo cuando llegó el informe pericial de la Guardia Civil, en el que se decía que aparecía la letra de nuestra defendida en varias de las recetas, habiendo escrito de su puño y letra en algunas de ellas el nombre del paciente, en otras el medicamento anabolizante y en otras la firma. También se incluía su sello en tinta. Con ese informe de la Guardia Civil comenzó el calvario de la colegiada.
Terminada la instrucción en el Juzgado, hicieron sus escritos de acusación el Ministerio Fiscal y el abogado del Estado como perjudicado, quienes consideraron la existencia de un delito continuado de falsedad documental, una falta de estafa y un delito contra la salud pública. A la colegiada se le solicitaron un total de 3 años y 9 meses de prisión, 13.000 euros de multa e inhabilitación especial para el ejercicio de la profesión de médico durante tres años.
Nuestra defendida lo ha pasado francamente mal hasta que ha visto que se le dictó una sentencia absolutoria al reconocérsele por el Juez de lo Penal su absoluta inocencia. El otro acusado, el que era el dueño de las recetas, sí ha sido condenado.
De todo ello tenemos que aprender dos cosas:
Por una parte que el sello que usan los médicos puede ser falsificado con gran facilidad. Y que cualquiera puede encargar un sello, incluso por internet, a un precio muy barato. No sé si esto se puede corregir de alguna forma, quizás haciendo que el Colegio invente un sistema por el cual no se pueda utilizar más sello que el que editen los Colegios de Médicos, igual que ocurre ahora con las recetas privadas.
Por otra parte, que los médicos harían bien en sofisticar sus firmas. Hacerlas igual que las que utilizan para los cheques bancarios. Comprendo que es fatigoso hacer muchas firmas al día, pero es que lo que se juegan es mucho. Un simple garabato lo copia cualquiera y, aunque sea un poco molesto, seguramente no querrán pasar por la misma experiencia que su compañera no olvidará jamás.
Y la semana que viene, más.