El director del programa ‘Espacio Protegido, de Canal Sur, inauguró en la sede del Campo de Gibraltar del COMCADIZ la campaña provincial ‘Activ@s es salud’
Días atrás el Colegio de Médicos de Cádiz (COMCADIZ) y la Diputación de Cádiz presentaban en sociedad la campaña ‘Activ@s en salud. Gana el planeta. Ganamos tod@s’, que a lo largo de los próximos meses y a través de diversas actividades acercará a la población la relación directa entre Salud y Medio Ambiente, así como la importancia que en este marco adquiere la lucha contra el Cambio Climático. La primera de estas acciones ha tenido lugar en la sede del COMCADIZ en el Campo de Gibraltar con la conferencia ‘Cuando el planeta enferma’ a cargo del periodista y divulgador José María Montero. Director del programa ‘Espacio Protegido’ de Canal Sur Televisión, José María Montero subraya entre otros mensajes el gran valor que desempeñan los profesionales de la salud para crear conciencia y hábitos respetuosos con el entorno vinculados con la salud individual al ser informadores de proximidad fiables para la población.
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¿Qué sucede cuando el planeta enferma?, ¿cuáles son las consecuencias de esta enfermedad de las que parece que no terminamos de ser conscientes?
No es posible separar la salud del planeta de nuestra propia salud, de manera que cuando el planeta enferma los que sufrimos las consecuencias somos nosotros. Es más, y aunque la afirmación pueda resultar chocante, al planeta le resulta intrascendente la enfermedad que le estamos causando (cambio climático, pérdida de biodiversidad, contaminación…) porque sencillamente se va adaptando a las nuevas circunstancias, circunstancias en las que hay ganadores (siempre hay especies oportunistas, la vida es así de tozuda aún en las peores circunstancias) y perdedores. Nosotros, los humanos, somos los únicos perdedores natos en este proceso de deterioro. ¿Y qué perdemos? Nuestro futuro como especie. Cuando hablamos de crisis ambiental en realidad estamos hablando de crisis existencial, porque lo que está en juego es nuestra propia supervivencia.
Salud y Medio Ambiente… ¿En qué momento perdimos de vista la estrecha relación que existe entre ambos?
En el momento en que pensamos que podríamos doblegar a nuestro antojo el medio ambiente y explotar los recursos naturales sin límite. Cuando comenzó la revolución industrial comenzó un proceso acelerado de consumo de recursos y bienes que sobrepasa la capacidad de regeneración natural de esos recursos. Es imposible un desarrollo ilimitado en un planeta limitado, y, en lo que respecta a la salud, las consecuencias hace tiempo que son más que evidentes: enfermedades causadas por la contaminación atmosférica, enfermedades emergentes (COVID, Ébola, Dengue, virus del Nilo…) vinculadas a la pérdida de biodiversidad, dificultad de acceso a recursos hídricos no contaminados, migraciones relacionadas con el cambio climático, etc…
Pensamos que la naturaleza era el “problema”, el freno a nuestro afán de crecimiento, y resulta que la naturaleza es la única “solución” a nuestros problemas de supervivencia.
El ciclo ‘Salud y Medio Ambiente’ que el COMCADIZ ha inaugurado con su intervención forma parte de la campaña que a nivel provincial y bajo el lema ‘Activ@s en salud, gana el planeta, ganamos tod@s’ promueven el Colegio de Médicos y la Diputación de Cádiz. Usted es un convencido difusor de esa estrecha interconexión entre lo que nos ocurre y lo que le sucede a nuestro mundo. ¿Qué papel pueden jugar los profesionales de la salud en crear conciencia y hábitos que nos hagan convivir respetuosamente con nuestro entorno?
En torno a esta crisis ambiental hemos acumulado mucha información, muchos conocimientos, y habrá que seguir sumando en esa dirección, pero quizá hemos descuidado las relaciones, la suma de agentes sociales que, desde diferentes perspectivas, pueden contribuir a generar conciencia social y, a partir de ella, invitar a la acción. En este sentido, los profesionales de la salud son de gran valor porque generan información de proximidad que, además, es confiable para los ciudadanos. Es decir, pueden transmitir estos problemas en persona, desde el ámbito de la ciencia y vinculándolos con algo tan valioso como es la salud individual. Algunos hábitos, sin duda, son más fáciles de modificar desde la perspectiva de la salud que, por ejemplo, desde el consumo o la economía. Posiblemente va a ser más fácil renunciar al uso del automóvil para desplazamientos ridículos si lo planteamos como una posibilidad de mejorar nuestra salud que si lo pedimos como una medida de ahorro. ¿Tiene sentido desplazarse en coche a menos de un kilómetro para entrar en un gimnasio en donde, para mejorar nuestra salud, vamos a caminar sobre una cinta unos cuantos kilómetros?
El personal sanitario es un aliado fundamental es este empeño por concienciar y por actuar en beneficio de todos (y en especial en beneficio de los ciudadanos más vulnerables a las agresiones ambientales: los niños, las personas mayores y los enfermos).
Parece haber consenso en que el mensaje catastrofista debe dejar paso o al menos conjugarse con un mensaje positivo para que cale más profundamente en la sociedad… ¿En qué líneas deben ir estos mensajes?
El mensaje catastrofista sólo conduce a la angustia o a la indiferencia. No es una buena estrategia para conseguir conciencia y acción, pero eso no quiere decir que despreciemos el miedo. Resulta tentador, por ejemplo, combatir la apatía ambiental de políticos, medios de comunicación o ciudadanos recurriendo al miedo (aunque no sepamos, o no estemos muy seguros, en qué dirección debemos correr) o, peor aún, considerando que, tal vez, no sea tan mala idea empezar a aplicar estrictas y urgentes regulaciones “ecológicas”, al margen de la aprobación ciudadana, para evitar así el colapso.
Por muy negro que se dibuje el horizonte (y se dibuja cada vez más negro) las dos me siguen pareciendo, como siempre he defendido, malas soluciones, atajos peligrosos, y aún así creo que, desgraciadamente, nos acercamos cada vez más al “tiempo del miedo”. Quizá haya que mostrar, de manera descarnada, hacia dónde nos conduce tanta insensatez. Quizá sea el momento de hablar de crisis existencial porque lo que está en juego es nuestra propia supervivencia como especie (empezando, por supuesto, por los más débiles, por los desfavorecidos).
Quizás sea el tiempo del miedo, pero… ¿hacia dónde corremos? El problema no puede desvincularse de las soluciones, y por eso hay que insistir en los nuevos escenarios, en los nuevos actores, en las nuevas alianzas, en los motivos para la esperanza. Hay que insistir en el diálogo. Las coincidencias son maravillosas (¡qué seguros nos sentimos con los nuestros!) pero poco fértiles, es mucho más estimulante la discrepancia educada. Así es que debemos explorar todas las perspectivas y, sin miedo, todas las aristas de este diálogo (que son muchas). Hay que señalar hacia dónde, incluso asustados, sería conveniente correr.
Recapitulando: ¿con miedo o sin miedo? Difícil elección. Sigo pensando, a pesar de la emergencia, que es mejor convencer que asustar, y muchísimo mejor acordar que imponer. La crisis ambiental no puede resolverse con una merma en la calidad democrática de nuestras sociedades (otra merma más, quiero decir). El fin no justifica los medios; el fin, en este caso, sólo justifica a los totalitarios de siempre, esta vez disfrazados de justicieros ambientales (¿sálvese quien pueda?). En vez de traicionar la esencia del modelo democrático lo que hay que hacer es mejorarlo, reforzarlo. Los que creemos en la democracia, con todos sus defectos y sus enormes virtudes, estamos obligados a una inmisericorde autocrítica desde la que explorar, sin miedo o asustados, nuevos modelos de gobernanza, esos que jóvenes, educadores, científicos… piden ya de una manera contundente y firme. Y no, no es necesario gritar, mejor es convencer. Con calma. Con respeto. El miedo puede ser valioso si sabemos emplearlo con sensatez.
¿De qué manera enfocáis y abordáis desde ‘Espacio Protegido’ ese equilibrio entre una realidad medioambiental apremiante y el efecto de un mensaje amable que dé en la diana de nuestra conciencia ecológica?
En “Espacio Protegido” no hiperventilamos, no gritamos agarrados a un micro, ni locutamos de forma atropellada; dejamos que nuestros protagonistas hablen, no alimentamos el morbo, ni la polémica estéril, y tampoco nos ponemos falsamente intrépidos; no forzamos la realidad hasta inventarnos una propia, no endulzamos lo amargo ni hacemos de la anécdota una catástrofe o un milagro.
A veces nos adelantamos a la actualidad pero otras muchas esperamos a que la actualidad pase de largo, sin atropellarnos, para poder interpretarla con calma y algo de distancia. No nos gusta correr, porque las prisas nos impiden entender (para explicarnos). Empleamos mucho tiempo en estudiar (mucho más de lo que nos ocupó esta tarea en la Universidad) y, sobre todo, en identificar a los mejores especialistas (no se trata de saber más que nadie sino de saber quién es quien sabe). En lo sencillo, en lo cotidiano, en lo próximo, encontramos historias extraordinarias (contadas por personas, no por personajes), de manera que los grandes problemas ambientales, que parecen inabarcables, los situamos en el contexto más doméstico, para interpretarlos mejor y, sobre todo, para mostrar qué podemos hacer todos a título individual o colectivo.
Lo inmediato es tentador, pero es más valioso contar lo que vendrá, lo que apenas se dibuja en el horizonte. Tratamos de que lo urgente no nos distraiga de lo importante (aunque algunos digan que en televisión lo primero es trascendente y lo segundo irrelevante). El nuestro trata de ser un periodismo reposado y reflexivo, empático, y ahí no caben catastrofismos aunque, como digo, no podemos endulzar lo que es amargo.
¿Cómo valoras y qué puede aportar en este sentido una campaña como ‘Activ@s en salud’?
El propio planteamiento de la campaña, usando el término “activ@s”, sintoniza con esta manera de entender la comunicación ambiental, es decir, una comunicación que invite a la acción. Ya tenemos evidencias suficientes, ya nos hemos preocupado (y asustado) lo suficiente, ya hemos probado en nuestras propias carnes (COVID) el precio del deterioro ambiental, ahora es el momento de la voluntad que conduce a la acción, y debe ser una acción social, comunitaria, colectiva. No es hora de levantar muros sino de tender puentes. O la solución la tejemos entre todos o no habrá solución.