- Antonio Jesús Bellón Alcántara.Doctor y Académico Correspondiente de Medicina
- Carlos Miguel Bellón Crespo. Ingeniero técnico en Informática de gestión
- Antonio Jesús Bellón Crespo. Doctor en Derecho y Máster en Seguridad
Preponderancia del Infierno sobre la Gloria: Miguel Ángel enfatiza en el terrible castigo eterno: el libro donde aparecen los condenados es mucho mayor que el de los salvados; el terror de los arrojados al infierno es mucho más intenso que el gozo de los santos y elegidos; el énfasis no está en la beatitud del cielo, sino en el drama del juicio mismo (figuras 6,7,8,9).



Figura 8. El barquero Caronte golpea con su remo a los condenados y los conduce hasta Minos, el juez infernal.

Figura 9: Minos, rey de los infiernos, con orejas de burro y el rostro de Biagio de Cesena.
Nuestra mirada curiosa se pregunta ahora: ¿Por qué Miguel Ángel identificó en su pintura a Biagio de Cesena con Minos, rey de los infiernos, y por qué lo pintó con orejas de burro y una serpiente mordiéndole los genitales? Biagio de Cesena era, a la sazón, Cardenal y Maestro de Ceremonias Papal, una especie de jefe de protocolo del Vaticano. Biagio era uno de los críticos más acerbos con El Juicio Final de Miguel Ángel, hasta tal punto que consideraba la obra indecente e inapropiada para un lugar tan sagrado, llegando a afirmar ante el Papa Paulo III que era <<una desvergüenza que en un lugar tan sagrado se pintaran tantas figuras desnudas, que deshonestamente mostraban sus vergüenzas, y que no era obra para la Capilla de un Papa, sino para un baño público o una taberna>>. Este comentario hirió profundamente el orgullo de Miguel Ángel, el cual preparó con detenimiento su venganza sarcástica.
Cuando Biagio de Cesena vio el fresco terminado y se reconoció claramente en la figura de Minos, fue inmediatamente a quejarse al Papa, rogándole que ordenara a Miguel Ángel borrar esa figura. Se dice que Paulo III, que admiraba profundamente a Miguel Ángel, le respondió así con una sonrisa: <<Querido Biagio, tú bien sabes que yo tengo el poder de sacar a las almas del Purgatorio, pero no del Infierno. Si Miguel Ángel te ha puesto en el Infierno, de allí no puedo sacarte>>.
Nuestra mirada curiosa se pregunta ahora: ¿Por qué Biagio de Cesena calificó de indecente la obra de Miguel Ángel? Sin duda, porque muchas de las figuras las había pintado completamente desnudas. Pero la acusación de indecencia era compartida por muchos otros clérigos y fue una crítica creciente, hasta tal punto que 24 años después de la finalización del Juicio Final, en 1565, el Papa Pío IV ordenó a Daniele de Volterra, discípulo y amigo de Miguel Ángel que pintara las bragas a las figuras desnudas; por realizar este trabajo, Volterra se ganó el apodo de <<Il Braghettone>> (el pintabragas). Este hecho se produjo un año después de la muerte de Miguel Ángel en 1564, el cual se oponía rotundamente a que su pintura fuera retocada.
3.-La Gloria.
Como ya hemos comentado, Miguel Ángel puso excesivo énfasis en el infierno. No obstante, afortunadamente, no se olvidó de la Redención y de la Gloria. En el luneto izquierdo del fresco se muestran unos ángeles que portan la Cruz de Cristo y la corona de espinas (figura 10).

En el luneto de la derecha se muestra cómo otros ángeles llevan la columna de la flagelación (figura 11).

Estos instrumentos del martirio y muerte de Cristo nos recuerdan que Él murió para redimir del pecado a toda la humanidad y no sólo a unos pocos. Es el ser humano el que, libre y responsablemente, escoge entre el bien y el mal, entre la virtud y el vicio.
Es muy significativa la presencia de S. Pedro portando dos llaves, una de oro y otra de plata (figura 12).

En el momento de pintar el fresco (1536-1541), la Iglesia Católica estaba bajo el asedio de la Reforma Protestante, que cuestionaba la autoridad del Papa. Mostrar a Pedro con las llaves del Cielo era un recordatorio visual de que el poder papal viene directamente de Cristo a través de Pedro, el primer Papa.
En cuanto a los salvados (figura 13), Miguel Ángel los sitúa bajo el luneto de la derecha: un pequeño grupo de personas, algunas besándose o abrazándose, y el Cireneo con la Cruz de Cristo, son los únicos que aparecen en la Gloria, aparte de los santos mártires, de los cuales sólo hemos mencionado a algunos de ellos a fin de no extendernos demasiado.

Es evidente, pues, que existe una desproporción cuantitativa y cualitativa entre la meticulosidad y expresividad que dedica Miguel Ángel al Infierno, con numerosas imágenes de terror y violencia, y la parquedad de imágenes de gozo entre los salvados.
La teología de los siglos XX y XXI, influenciada por el Concilio Vaticano II, el diálogo ecuménico y un mayor enfoque en la misericordia divina, difiere del planteamiento de Miguel Ángel en lo siguiente:
- Visión punitiva v.s. misericordia: El Juicio Final de Miguel Ángel puede interpretarse como una excesiva focalización en el castigo, que eclipsa la primacía de la Misericordia de Dios, clave en las enseñanzas de Jesús y enfatizada por papados recientes (como el de S. Juan Pablo II y el Papa Francisco).
- Cristo Juez v.s. Cristo Redentor: la imagen de Cristo terribile es, a todas luces, desequilibrada. Cristo es el Salvador que ofrece perdón y su juicio es, a un tiempo, justo pero misericordioso. La severidad miguelangelesca deja poco espacio para apreciar esta dimensión.
- Ausencia de esperanza activa: La escena transmite un terror premeditado, sin duda con intención moralizante, pero el mensaje del Juicio Final debe ser, ante todo, una llamada a la conversión y a la esperanza, no una amenaza paralizante. El arte sacro debe elevar el alma hacia Dios, más que infundir miedo. Quizás Miguel Ángel no entendió bien las palabras de Jesús: <<No tienen necesidad del médico los sanos, sino los enfermos. Id y aprended lo que significa misericordia quiero y no sacrificios, porque no he venido a llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores>> (Mateo 9:12-13).
Para finalizar, exponemos dos versiones del Juicio Final que, sin tener la magnificencia ni la importancia artística de la obra de Miguel Ángel, nos parecen más equilibradas en cuanto al mensaje que transmiten (figuras 14 y 15).











