José Arturo Visedo Manzanares
RECUERDO HISTÓRICO:
A la muerte de Teodosio en el 395, el imperio romano queda dividido entre sus hijos Honorio y Arcadio. La mitad occidental, Imperio romano de Occidente, sufre la invasión de los pueblos germánicos; en nuestra península se establecieron Suevos, Vándalos y Alanos, todos ellos barridos por los Visigodos alrededor del 507, arrasados a su vez por los musulmanes que permanecieron desde el 711 hasta 1492.
La mitad oriental , Imperio romano de Oriente, establece su capital en Bizancio, Imperio bizantino.
Durante la Alta Edad Media, entre los siglos IV y IX, en el Imperio bizantino aparecieron dos corrientes que se enfrentaron: Iconoclastas e Iconódulos. Los primeros (iconoclasia, destrucción de imágenes), influidos por el emperador bizantino León III, opinaban que no era posible representar por medio de algo material la divinidad de Jesús o de la Virgen y los santos. Los Iconódulos (iconodulia, veneración de las imágenes) opinaban que una imagen material facilita la concentración, el rezo o la meditación por aquello que simboliza, no por la imagen en sí misma (lo que supondría idolatría) y, si se tiene en cuenta que Jesús se encarnó en hombre material, estaría permitida su representación. Del enfrentamiento mencionado resultaron victoriosos los primeros gracias a la ayuda militar y todas las imágenes religiosas desde Constantino (S.IV) fueron destruidas sustituyéndose, en los lugares sagrados, por sencillas cruces. Hay que avanzar al S.IX para que, por influencia de Teodora, regente hasta la mayoría de edad de Miguel III, se vuelvan a permitir. El pueblo analfabeto podía ya, mediante las imágenes tener acceso a lo que no sabía leer en las Escrituras.
LA NATIVIDAD EN LA PINTURA
La representación del nacimiento de Cristo es uno de los temas claves de la liturgia cristiana y ha sido tratado por los artistas en innumerables ocasiones a lo largo de la historia, cambiando a través de los siglos conforme a las costumbres y modas.
La más antigua la podemos ver en la Capilla Griega de la catacumba de Priscila en Roma y se remonta al período paleocristiano (anterior al S.IV).
Tras el período Iconoclasta la pintura religiosa reapareció en torno al año 850 en Bizancio y es allí donde los artistas crean y desarrollan una serie de tipos iconográficos que pasarían a Occidente: desproporción jerárquica, “horror vacui” (desprecio por los espacios vacíos), prevalencia del mensaje sobre la imagen.
Para representar la Natividad se inspiraron en fuentes populares y en los Evangelios Apócrifos narrando diferentes escenas en un mismo panel.
La Virgen aparece recostada en su lecho, en alusión al parto, con el niño al lado envuelto en refajos de modo esquemático y sin detalles, en el interior de una gruta o cueva subterránea, con el buey y la mula. San José suele aparecer apartado, relegado a un papel secundario o ayudando a dos parteras que bañan al recién nacido. A veces se añaden otros asuntos que pueden estar relacionados, como la adoración de los Magos, la anunciación del ángel a los pastores o un coro de ángeles.
El tamaño de los representados hace referencia a su importancia. En lo esencial, esta escenificación de la Natividad introducida en la Edad Media se mantendrá en los siglos posteriores.
A partir del Gótico la Virgen dejó de aparecer acostada para hacerlo de rodillas, sin que se noten las incidencias del parto, ante Jesús desnudo sobre un montón de paja en el suelo o sobre el manto de la Virgen ; madre e hijo se miran.
En cuanto al escenario en el que se produce la historia se retoma el del Evangelio de San Lucas, situándolo en un pesebre (establo) en ruinas, pues S. Mateo lo sitúa en una “casa”.
Es en este Evangelio de San Lucas donde encontramos la única referencia al nacimiento de Cristo que lo resuelve de manera escueta, limitándose a contarnos que “María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue “ y narra a continuación la anunciación a los pastores y cómo acudieron a adorar al recién nacido.
En el Renacimiento la Virgen tiene al niño en brazos.
En este tiempo la figura humana adquiere mayor importancia y se abandona la madera como elemento sustentador en favor del lienzo. Los efectos de luces y sombras dan volumen y el descubrimiento de la perspectiva atmosférica imprime sensación de profundidad. Aparece el esfumato o difuminado de los perfiles, técnica en la que destacó Leonardo da Vinci y el paisaje se abre al fondo del cuadro ayudando al espectador a identificarse más fácilmente con la escena.
Durante los siglos XIV y XV la escena se hace más cálida e íntima pues se representa a María alimentando al niño.
El Concilio de Trento (1545-1563) constituyó el punto de partida de la respuesta de la Iglesia Católica a la Reforma Protestante. Se fijaron sus dogmas y se establecieron las bases iconográficas de las representaciones; en la Natividad se prohíben las comadronas o el baño de Cristo, considerados innobles y teológicamente erróneos, ya que el nacimiento de Cristo se consideraba algo puro y sobrenatural.
En el Barroco (S. XVII y XVIII) la decoración se vuelve arte y María y el niño se convierten en la fuente de luz. En cuanto a la adoración de los pastores, al principio de la Edad Media solían representarse en el momento en que recibían la noticia y quedaban como petrificados ante el acontecimiento pero con el paso del tiempo, los artistas, deciden representar la idea expresada en el Evangelio de Lucas según la cual, los pastores, acudieron al establo a glorificar al Niño Dios.
En el S.XVII se incorpora el cordero, tomado del Evangelio de Juan, referido al momento en que Juan el Bautista, dirigiéndose a Jesús, afirma: ¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! y las liturgias cristiana, anglicana y luterana lo utilizan como símbolo de la mansedumbre, de la bondad y de la paz. Este esquema iconográfico es el que han venido siguiendo los artistas desde el S.XVIII.
En los siglos XIX y XX algunos artistas intentaron adaptarse a su tiempo imprimiendo modernidad a sus trabajos, ya que para llegar al hombre contemporáneo “había que hacerlo por medio del arte de su tiempo”, pero rechazando siempre el arte abstracto. No obstante se encontraron con la incomprensión de gran parte del clero y de los fieles que prefirieron un arte más tradicional aunque de menos calidad.
El escaso número de encargos, la conformidad artística, que ha llevado a la simple repetición de las reglas, y el hecho de que los pintores ya no trabajen para la Iglesia Católica, ha llevado el asunto de la Natividad a la etapa actual de decadencia en lo referente a la pintura.