Supongo que habrán visto la noticia, ampliamente divulgada en los medios, de la gimnasta gallega que fue llevada al hospital porque después de un mal salto se rompió la tibia, el peroné y los dos meniscos de la pierna derecha.
Debido a ciertas complicaciones surgidas, que ahora no vienen al caso, la gimnasta terminó perdiendo la pierna derecha, que hubo de serle amputada por encima de la rodilla. Como consecuencia de ello, el Juzgado de lo Penal número 3 de Vigo ha condenado al traumatólogo que la atendió a una pena de dos años de prisión y cuatro de inhabilitación para el ejercicio de la profesión.
Este caso presenta una gran similitud en relación a la cuantía de la pena con un juicio que acaba de celebrarse en un Juzgado de lo Penal de Cádiz, el cual ha durado seis horas, y que ha terminado con la petición de dos años de prisión por parte del fiscal y de tres años de prisión por la acusación particular, así como de cuatro años de inhabilitación para el ejercicio de la profesión que piden los dos. Estas penas se vienen solicitando para un médico acusado de un supuesto delito de abuso sexual, hecho ocurrido durante una exploración a una paciente.
No es la primera vez que comento este problema. La defensa de este tipo de pleitos se complica porque la controversia se produce entre la palabra de la paciente y del médico. Solo hay un medio, muy fácil de poner en práctica, que he repetido con insistencia.
Antes de explorar a una paciente, por favor, pidan a personal ayudante que se encuentre presente y preste cuidadosa atención durante toda la exploración, haciendo constar su nombre y apellidos en la Historia Clínica. Y si no hay personal ayudante, pues no hay exploración.
Y la semana que viene, más.