Último fin de semana de septiembre
Antonio Ares Camerino
“Aquel Centro de Día era el más tempranero, en toda la ciudad, en abrir sus puertas. Ello hacía que entre la llegada del muchacho de la panadería, con sus bolsas de molletes y pulguitas, y las tareas rutinarias de limpieza de la joven Paquita, desde muy temprano, su salón se fuera llenando de personas mayores. Algunas deseando tomar el primer café del día, y otras ávidas de sus partidas de mus o de dominó. Todo el grupo, aficionado al juego de cartas más farolero del mundo, se había dado cuenta de que Pedro había perdido en poco tiempo gran parte de sus habilidades. Sus órdagos y envites habían perdido la frescura de antaño. Cada vez atendía menos a las muecas insistentes de su pareja de juego. Sus silencios cada vez eran más prolongados. Hasta Lourdes, la señora de la barra del bar, que bordaba la ensaladilla y la carrillada con un ramillete de papas fritas, se había dado cuenta. ¡Pedro no se enteraba de nada!
Está demostrado que, de todas las deprivaciones sensoriales, posiblemente la auditiva sea la que más aislamiento y discapacidad produce en la persona. Según organizaciones internacionales, alrededor de 500 millones de personas en todo el mundo tienen algún tipo de problema auditivo. Más de la mitad de los casos de sordera que existen se podrían haber evitado si se hubiese realizado un diagnóstico temprano.
En España más de un millón de personas presentan algún tipo de discapacidad auditiva, cinco de cada mil nacidos presentan algún tipo de sordera de distinto grado. La Federación Mundial de Personas Sordas (WFD) alerta específicamente de la hipoacusia infantil, donde una detección certera y precoz puede garantizar una vida normalizada, en su etapa adolescente y adulta, para la persona que sufre dicho déficit sensorial.
El 50% de las personas jóvenes, entre 12 y 35 años de edad, están en situación de riesgo de desarrollar algún tipo de pérdida de audición al estar expuestos a niveles de ruido que exceden sobremanera los estándares de una salud auditiva adecuada (el uso continuado de auriculares, la exposición a niveles de ruido muy por encima de lo que se considera saludable en la vida cotidiana y los espacios de ocio cada vez más ruidosos, aumentan el riesgo de sordera).
Nuestra sociedad es ruidosa por definición. En concreto, España figura en la lista negra de países donde menos se respetan los límites de ruido establecidos legalmente en los espacios públicos. La Sociedad Española de Acústica (SEA) ha exhortado a las Administraciones públicas a que revisen la legislación sobre ruido, puesto que los Objetivos de Calidad Acústica de las ciudades españolas superan en 10 decibelios las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El ruido es uno de los factores ambientales que más enfermedades provoca, después de la contaminación atmosférica. Lo sufrimos a diario y casi a todas horas, desde que nos levantamos con el estruendo del despertador hasta que nos acostamos con la tele puesta. Nos hemos acostumbrado a tener nuestros oídos siempre “ocupados” y no somos conscientes de los perjuicios que conlleva. “Conciertos, discotecas, tráfico, trenes, aviones… convierten a España en el segundo país, tras Japón, más ruidoso del mundo, según la OMS.
Se estima que para el año 2050 uno de cada diez personas tendrá algún tipo de discapacidad auditiva.
En las últimas décadas ha habido un incremento significativo en la prevalencia de hipoacusia, debido al aumento de la edad media de la población en general. Las estadísticas demuestran que la presbiacusia (pérdida de audición por razones de edad) está presente en más de la mitad de la población mayor de 60 años. Si a la presbicia (pérdida de visión cercana por razones de edad) se le presta una atención inmediata, la presbiacusia pasa casi desapercibida.
“El irremediable devenir de los años nos sitúa en la cúspide del silencio. Cada vez todo es más borroso a nuestros ojos y más silenciosos a nuestros oídos. Ya nada volverá a tener la nitidez y la claridad de los años coloridos de juventud. Ni siquiera esa música que levanta recuerdos y pasiones volverá a ser cómplice de nuestros primeros amores. Por lo menos que podamos escuchar los últimos susurros de aquellas personas queridas, que nos inunden los oídos de frases amables y de sonoros cariños, que todos los sonidos que percibamos sean suficientes para acallar tanto ruido diario que nos aturde”.
“Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
Mis manos, mi cabeza,
Y lo que es más, mi soledad, la gran
Señora,
Como un día de mayo dulcísimo de otoño
Y lo que es más aún, todo mi olvido”
Juan Gelman
BIBLIOGRAFÍA
https://www.diainternacionalde.com/ficha/dia-internacional-personas-sordas