Hace mucho tiempo que no se aborda en esta tertulia una cuestión que me parece verdaderamente importante, cuales son los protocolos médicos y la relevancia que pueden tener en el trabajo diario de los colegiados.
Hay muchas definiciones de lo que es un protocolo médico. En alguna lejana ocasión he tenido la oportunidad de indicar que la doctrina viene a señalar que “los protocolos médicos, también denominados algoritmos o guías para la práctica médica, responden a la cristalización escrita de criterios de prudencia, sin que constituyan verdades absolutas, universales, únicas y obligatorias en su cumplimiento, pero permiten habitualmente definir lo que se considera, en ese estado de la ciencia, práctica médica adecuada y prudente ante una situación concreta, fijando por escrito la conducta diagnóstica y terapéutica aconsejable ante determinadas eventualidades clínicas, lo que equivale a positivizar o codificar la lex artis”.
La Audiencia Provincial de Toledo tiene dicho que “los protocolos constituyen un medio de plasmar las directrices o recomendaciones actualizadas que un grupo de expertos cualificados establecen para orientar la labor diaria de los profesionales”.
Es cierto que no todos los protocolos son bienvenidos por los profesionales de la medicina. Algunos médicos reaccionan de una manera poco comprensible a la existencia de los protocolos, pues de forma que quizás pueda calificarse como instintiva, piensan que son autoritarios y les impiden trabajar con la libertad clínica que entienden les corresponde, lo que quizás pueda pensarse que ello no deja de tener su puntito de soberbia.
Sin embargo, tenemos la experiencia de que el protocolo ostenta un enorme valor orientativo para los operadores jurídicos, aun cuando al Juez que ha de resolver sobre un caso concreto es evidente que no le vincula ni le obliga a su aplicación forzosa. No obstante, los médicos forenses, que son colaboradores indispensables de quienes tienen que juzgar (pues se les supone mayor imparcialidad que a los peritos de parte), suelen seguir el protocolo que en cada caso sea de aplicación de forma estricta. Por ello, encarecidamente recomiendo que el colegiado procure conocer los protocolos que hay en circulación, se asegure de que los mismos se encuentran actualizados y que procure ajustar a ellos su actuación, dejando constancia en la historia clínica.
No obstante lo anterior, como es lógico y habitual, me someto a cualquier otra opinión más fundamentada.