Me desconcierta enterarme que un médico se ha echado a llorar en la consulta. Y si a mí me descompone enterarme de que un colegiado ha pasado por ese trance (lo que ocurre al cabo del tiempo cuando me llega el atestado de la Policía), me imagino la confusión que han de sentir los pacientes que estaban esperando a ser atendidos por ese médico, que es quien tiene que resolverles su problema de salud, y al que ven salir de la consulta llorando.
Se ha dado la circunstancia de que actualmente, por razones internas de la Asesoría Jurídica del Colegio de Médicos, me estoy ocupando personalmente de los problemas derivados de las agresiones a médicos; estoy asistiendo a sus juicios y me estoy enterando de cosas que se siguen produciendo y que me han indignado.
Hay médicos que me han dicho que lo que no toleran es que les peguen, pero que hasta que eso no se produzca no formulan denuncia, fundamentalmente porque no tienen claro cómo deben hacerlo. Han asumido que el insulto es algo parecido a pincharse con una aguja, o irse a casa habiéndose contagiado de cualquiera de las múltiples enfermedades que han de atender todos los días.
Y eso es lo que no entiendo. ¿Ustedes se imaginan a una Juez que está en su despacho, y llega un ciudadano y la insulta? ¿Creen que esa Juez se quedaría impasible y aguantaría el insulto como si fuera un gaje de su oficio? Y lo mismo que ocurre con la Juez, imagínense al notario o al cartero o al conductor del autobús. ¿Creen que cualquiera de ellos soportaría estoicamente el chaparrón que quisiera dedicarle cualquier tuercebotas?
No comprendo cómo un universitario, con un montón de años de estudio de una de las carreras más difíciles que hay aguanta que alguien lo insulte sin poner remedio inmediato. Entiendo que es desagradable tener que llamar al abogado pero a veces es necesario. A mí tampoco me gusta tener que ir al médico pero si me pongo malo es que no lo dudo.
Hace años que el Colegio de Médicos de Cádiz editó una cartulina, de tamaño adecuado para poder llevarla en el bolsillo de la bata, en la que se contenían recomendaciones del Colegio ante situaciones de amenaza y agresión al personal facultativo. Si los colegiados quieren, puede editarse de nuevo. Solo tienen que decirlo. En todo caso, pueden tomar nota de que si se produce alguna situación como las descritas y no saben qué hacer, pueden llamar al teléfono de urgencias de la Asesoría Jurídica del Colegio, que siempre llevo conmigo y que es el número 607 919 726. Si no les contesto de inmediato, déjenme un mensaje en el buzón de voz para que les pueda llamar tan pronto me sea posible.
Y la semana que viene, más.
Miguel Fernández-Melero Enríquez
Asesor Jurídico del Colegio