Nos están llegando quejas de colegiados que comprueban -apesadumbrados- como sus pacientes no les tratan con el debido respeto y consideración y que, ante cualquier contrariedad, terminan por emplear palabras que no llegan a constituir un insulto pero que, desde luego, resultan absolutamente desagradables o molestas. Desde espetarle términos como antipático, inútil, absurdo o insensato, no es extraño que algún paciente reaccione de esa forma ante cualquier situación que, por el motivo que sea, les produzca disgusto o no resulte de su agrado. Las quejas que nos están llegando son mayoritariamente de colegiadas.
El Código de ética y deontología médica en vigor se ocupa de estas situaciones en varios párrafos de su artículo 7, en los que se dice que la asistencia médica exige una relación médico–paciente basada en el respeto y la confianza. Las quejas de un paciente no deben afectar negativamente a la calidad de la asistencia que se le preste. El médico debe cuidar su conducta, actitud, lenguaje, formas e imagen para favorecer la confianza y el respeto del paciente y de la sociedad. El médico debe respetar el derecho del paciente a elegir o cambiar de médico o de centro sanitario. Individualmente, los médicos han de facilitar el ejercicio de este derecho.
Por su parte, el respetado profesor Dr. D. Gonzalo Herranz explica como “la primera manifestación del trato correcto del médico es ser comprensivo. El buen médico debe tener una tolerancia muy amplia hacia sus enfermos, pues algunas dolencias trastornan muy profundamente a veces, el carácter de los pacientes, que se vuelven impertinentes, farragosos, agresivos o desconfiados. La ilimitada capacidad de desobediencia que algunos enfermos muestran hacia las órdenes del médico, o su huida hacia formas marginales o folclóricas de tratamiento, pueden llegar a agotar la paciencia del médico. El médico debe armarse entonces de mucha comprensión y capacidad de disculpa. Y cuando ya no pueda más, porque la salud del enfermo o la dignidad de la Medicina así lo requieren, procurará con firmeza y sin herir, mostrar a sus pacientes cuales son las condiciones mínimas que les impone para seguir atendiéndoles.”
En este sentido, el párrafo 5 del artículo 7 del Código de Deontología al que antes me he referido, establece la posibilidad de que el médico pueda suspender la asistencia al paciente si llega al convencimiento de que no existe la necesaria confianza hacia él. En ese caso, lo debe reflejar en la historia clínica, ponerlo en conocimiento de la entidad responsable de la asistencia, comunicárselo al paciente o a sus representantes legales con la debida antelación y facilitar que otro médico se haga cargo del proceso asistencial, transmitiéndole la información necesaria para preservar la continuidad asistencial.
En todo caso, hay quien sostiene que el desagradecimiento o la ingratitud de un paciente o de su familia, no pasa de ser un gaje más de la profesión.