Juan Manuel García-Cubillana de la Cruz
Doctor en Medicina y Cirugía
El 20 de septiembre de 1519, parte desde Sanlúcar de Barrameda una expedición compuesta por cuatro naos y una carabela, con una dotación de 243 hombres —otros autores estiman 265—, de ellos cincuenta portugueses, con la intención de llegar a la Especiería por occidente, a fin de respetar el Tratado de Tordesillas y así evitar navegar por aguas portuguesas. El rey Carlos I había nombrado al portugués Fernando de Magallanes jefe de la escuadra y al español Juan de Cartagena veedor, al objeto de contrarrestar el poder de Magallanes.
Tres años después, el 6 de septiembre de 1522, arriba a Sanlúcar de Barrameda la nao Victoria con dieciocho hombres exhaustos y hambrientos, al mando del vasco Juan Sebastián de Elcano. Esta expedición ha sido considerada la gesta más importante de la Edad Moderna después del Descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, y posiblemente comparable con la llegada del hombre a la Luna en 1969. Significó un hito de la humanidad que cambió la concepción de la comprensión del mundo y supuso el inicio de la globalización. Además de los méritos logrados al haber navegado por latitudes extremas, cruzar por vez primera el océano Pacífico, circunnavegar la Tierra y tomar posesión de nuevas tierras en nombre de España, se produjeron unos hechos que trascendieron en la historia de las ciencias sanitarias y merecen ser reseñados.
El primero y muy significativo —dada la ausencia de tecnología específica para valorar las kilocalorías aportadas por los alimentos— fue la precisión del balance energético de las raciones diarias a bordo, estipuladas por las Ordenanzas de la Casa de Contratación de Indias en 1508 en unas 4.200 kilocalorías, con un cálculo del 51% del valor calórico total a base de los hidratos de carbono, un 13% de las proteínas y un 16% de las grasas, porcentajes considerados dentro del rango de normalidad según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en cuanto a los carbohidratos y proteínas, no así respecto a las grasas, lo cual se compensaba con el 20% de calorías aportadas por el vino que siempre se llevaba a bordo. Es preciso conocer que un gramo de alcohol aporta siete calorías, dos menos que un gramo de grasa. La ración diaria a bordo se componía de tocino, pescado (en días de vigilia) o carne salada; habas, garbanzos y/o arroz (en lugar de los anteriores); bizcocho, agua y vino. Asimismo, en cuanto a los micronutrientes las proporciones de minerales y vitaminas estaban correctamente balanceadas. El problema fue la pérdida de las propiedades antioxidantes de las vitaminas debido a la cocción, oxidación y enmohecimiento de frutas y verduras por las condiciones meteorológicas con la aparición consecuente de enfermedades carenciales —en especial el escorbuto— causa del fallecimiento de numerosos miembros de la expedición.
Otro hito sanitario de primer orden fue la práctica por primera vez en la historia de la medicina de una autopsia en la mar, hecho que ocurrió a bordo de la nao Trinidad en su intento de tornaviaje desde las Islas Molucas hacia las posesiones españolas en América Central, llevada a cabo por el cirujano Juan de Morales y el barbero Marcos de Bayas. Se puede considerar a Hernando de Bustamante —otro barbero-cirujano que regresó a bordo de la nao Victoria— como el primer sanitario que dio la vuelta al mundo. Más tarde acompañó a Juan Sebastián de Elcano a Valladolid para informar al emperador Carlos I sobre los pormenores de la expedición. Además participó en la segunda expedición a las Molucas comandada por García Jofre de Loaísa con el objetivo de determinar la posición del contrameridiano de las islas y comprobar si se encontraban dentro del hemisferio otorgado a España, travesía en la que Elcano encontró la muerte en medio del océano Pacífico el 4 de agosto de 1526 a bordo de la nao capitana Santa María de la Victoria.
Recientemente, en la revista National Geographic de octubre de 2019, la escritora y periodista madrileña Emma Lira expuso la hipótesis de que tanto Juan Sebastián de Elcano como Antonio Pigaffeta, el cronista de la expedición, no padecieron el escorbuto al corresponderles una ración diaria de carne de membrillo, al estar incluidos en la categoría de oficiales. La carne de membrillo es un dulce rico en vitamina C (13 mg/100g) siendo más resistente a la oxidación y desnaturalización de sus vitaminas en relación a las frutas frescas. Llama la atención el escaso número de ahogamientos —solo cinco documentados— en un viaje de tres años eminentemente marítimo, en una época en la que la mayoría de las dotaciones de los barcos no sabían nadar. Una trágica paradoja de la expedición fueron los más de veinte fallecidos por escorbuto y/o inanición en la travesía de regreso desde Las Molucas, a través del océano Índico y Cabo de Buena Esperanza. La nao Victoria tenía su bodega repleta con 27 toneladas de clavo de olor, una de las especias con mayor poder antioxidante y muy rica en vitamina C —posee más de 80 mg por 100 gramos—, además de contener carotenos, vitamina E, selenio y demás neutralizadores de radicales libres.
Según la OMS-FAO las necesidades diarias de vitamina C son 45 mg, contenidos en 50 gramos de clavos de olor. Si la dotación hubiese masticado o ingerido esa cantidad diariamente, la elevada mortalidad se hubiera reducido. Aunque el médico agustino Agustín de Farfán ya había recomendado el uso de lima o naranjas para el tratamiento del escorbuto en su libro Tratado breve de anatomía y de todas las enfermedades…,editado en México en 1579, el descubrimiento del ácido ascórbico no se produjo hasta 1932, casi cinco siglos después, un hito que conocemos ahora. Es el rédito de la historia de la ciencia que nunca puede detenerse y avanza sobre el desconocimiento previo o sobre sus propios errores.