Jaime Aparicio Santos. Presidente Comisión de Deontología del COMCADIZ
Es este un tema del que existe la impresión de que no se le da la debida importancia, pero que debe ser objeto de reflexión. Tuve ocasión de asistir a una charla en un Congreso y su contenido me ha hecho pensar y valorar la necesidad de llevar al ánimo de todos la preocupación de que no se tenga en cuenta esta figura tan importante, sobre todo a nivel HOSPITALARIO, pues esta circunstancia no se da en Atención Primaria, donde, generalmente, cada cual sabe quién es SU médico. El conferenciante puso el siguiente hipotético ejemplo para centrar la cuestión, y que, aunque puede no ser frecuente, podemos decir que es una situación no excepcional:
Supongamos que tenemos un paciente con una afección normal que puede ser una hernia inguinal. Va a su médico de cabecera, que establece un diagnóstico y lo deriva al Centro de Especialidades. Allí es visto por el especialista, se ratifica el diagnóstico y es enviado a su hospital de referencia para el tratamiento definitivo. En el Servicio correspondiente se le programa la intervención para un día determinado a las 8 de la mañana. El día anterior ingresa en el hospital, se somete a la rutina prequirúrgica y por la mañana llega un celador, lo pone en la silla y se lo lleva. También es posible que el médico que le va a operar se presente en la habitación, pero también es posible que no. En definitiva, al enfermo lo bajan al quirófano y en ese momento es posible (pero también es posible que no) el cirujano que le va a operar se le acerque y se presente. Lo cierto es que una cabeza se va a poner encima del paciente, le va a impedir la visión que tiene del techo del quirófano, le va a poner la mascarilla y se va a dormir. La operación sale bien, le reaniman, le llevan a la habitación y en la habitación es posible (pero también es posible que no) el médico que le ha operado suba y hable con el enfermo cuando está despierto y le diga cómo ha ido la intervención. Transcurre el postoperatorio y los días de hospitalización que han sido seguidos por un MIR de 4º año, supervisado a más o menos distancia por un adjunto. Todo sale bien, pasan 4-5 días y el paciente recibe el alta, a lo mejor, sin saber quién ha sido el médico que le ha operado.
Parece que esta es la descripción de una situación exagerada, pero el ponente estuvo pulsando la opinión de varios hospitales de su zona y sacó la conclusión de que, aunque era una situación que no se producía todos los días, no era infrecuente. Hay, además, publicaciones al respecto en las que se estima que el 26,5% de los pacientes, el 48% del personal de enfermería y solo el 72% del conjunto mínimo básico de datos, que es el instrumento principal de gestión de la calidad de los servicios que presta un hospital, identificaban como médico responsable al que firmaba el informe médico. La conclusión de los gestores es que la identificación del médico responsable de un paciente ingresado, por parte de este y de la enfermera, es baja y hay variabilidad en los diferentes Servicios.
O sea que la situación que expongo, que es una situación indeseable, está ocurriendo. Y sabemos también que el que un paciente no sepa quién es su médico NO ES BUENO. Pero, además es que no debe ocurrir, porque eso repercute en la calidad de la asistencia. Si no lo identifica repercute negativamente en la calidad de la asistencia que recibe, tanto en la calidad recibida como en la calidad percibida. Por tanto, tenemos una situación indeseable que sabemos que está sucediendo y que también sabemos que no debe suceder. La relación médico paciente tiene aspectos fundamentales que funcionan en dos ejes: el eje de la competencia profesional y el eje del trato personal. La especialización, la disponibilidad de medios técnicos y el trabajo en equipo han contribuido a minimizar la mayor parte de los problemas que se dan en la asistencia, pero han contribuido también a potenciar los problemas que se dan en el eje del trato personal, a que haya cierto grado de deshumanización de la asistencia, sobre todo en el ámbito hospitalario. Puede dar la impresión de que hay veces que en vez de tratar enfermos se tratan enfermedades.
Podemos preguntarnos qué opinan los pacientes. Si nos preguntamos a nosotros mismos cómo querríamos ser tratados si estuviéramos enfermos, creo que la respuesta sería muy parecida a la que obtendríamos. Querríamos tener a un médico experto con habilidades de acceso a la mejor tecnología sanitaria posible para tratarnos, querríamos ser atendidos de forma humana, de forma integral, con respeto, ser informados de forma exhaustiva clara y comprensible, querríamos tener una continuidad asistencial, alguien a quien preguntarle las cosas. Son preguntas que se han hecho a los pacientes sobre sus preferencias. Todo esto, la figura que mejor lo puede conseguir es la figura del MÉDICO RESPONSABLE.
Y esto es algo que ya se empezó a contemplar hace 21 años, concretamente desde 1986 con la Ley General de Sanidad. Y además fue ratificado con la Ley 41/2002 de Autonomía del Paciente en materia de información y documentación clínica, donde se define perfectamente esta figura como “el profesional que tiene a su cargo coordinar la información y la asistencia sanitaria del paciente o del usuario, con el carácter de interlocutor principal del mismo en todo lo referente a su atención e información durante el proceso asistencial, sin perjuicio de las obligaciones de otros profesionales que participan en las actuaciones asistenciales”.
Es decir, esa Ley endosa al MR la obligación de cumplir con el derecho a la información del paciente. En definitiva, el MR debe ser el interlocutor para el paciente, coordinar la información de la asistencia sanitaria, está obligado a informar al paciente a lo largo del proceso asistencial y está obligado a proporcionar al paciente toda la información disponible o la que quiera tener sobre su proceso. Por tanto, la Ley obliga a que la figura del MR exista. Pero nosotros, como colectivo profesional, tenemos una serie de normas que van más allá de la Ley. La excelencia no va contra la legalidad. Para eso, tenemos nuestro Código de Deontología (CD), donde también aparece la figura del MR. Si alguien tuviera todavía alguna duda o algún reparo, en el Manual de Deontología Médica que es la interpretación práctica del CD también se trata esta figura del MR de forma bastante amplia, definiendo qué es lo que los médicos debemos considerar como tal. Y si alguien tuviera todavía alguna duda o reparo o no se sintiera obligado, tenemos la Declaración sobre el MR que hace la Asamblea General de la OMC, que como sabéis es también de obligado cumplimiento y que podemos decir que tiene las siguientes CONCLUSIONES:
. La existencia de la figura del MR es un mandato ético, deontológico y legal.
. La figura del MR garantiza una personalización y humanización adecuadas de la asistencia.
. Se debería potenciar esta figura, que significa para los pacientes el acceso fácil y confiado a la información sobre la asistencia que recibe
. La figura del MR garantiza el cumplimiento efectivo de facilitar al paciente toda la información y, además, mejora la calidad percibida por el paciente que la recibe.
. Los responsables de gestionar los equipos asistenciales deberían velar por el cumplimiento efectivo de su importancia tanto desde el punto de vista ético como deontológico y legal, facilitando los medios para su conocimiento efectivo por parte de los pacientes.