Antonio Jesús Bellón Alcántara.Doctor y Académico Correspondiente de Medicina
Carlos Miguel Bellón Crespo. Ingeniero técnico en Informática de gestión
Antonio Jesús Bellón Crespo. Doctor en Derecho y Máster en Seguridad
Durante la Guerra de los Ochenta Años, las Provincias Unidas de los Países Bajos, lideradas por Guillermo de Orange, combatían con el fin de independizarse de la Monarquía Hispánica; Inglaterra y Dinamarca apoyaban a los rebeldes holandeses. Durante doce años se instauró una tregua (Tregua de los 12 años) entre ambos ejércitos, que duró desde 1609 hasta 1621; a este periodo se le denominó <<La Pax Hispánica>>. Dicho periodo de paz finalizó cuando en 1621 sube al trono Felipe IV y decide reanudar la guerra.
Es en este contexto en el que hay que situar el asedio de Breda, que había sido tomada previamente en 1590 por Mauricio de Nassau-Orange (figura 1), cuarto hijo de Guillermo de Orange.

(Pintura de Michiel Jansz. van Mierevelt 1567-1641)
La plaza fuerte de Breda era un baluarte muy importante para Felipe IV, ya que desde Breda se controlaba Zelanda, Holanda y Brabante. Para el asedio de Breda, Felipe IV nombró como jefe supremo del ejército combatiente a D. Ambrosio de Spínola (figura 2), el cual partió hacia dicha ciudad al frente de 18.000 soldados.

(Pintura de Rubens. 1577-1640)
Breda era una ciudad-fortaleza y se encontraba fuertemente guarnecida por 14.000 soldados holandeses y 4.000 jinetes franco-alemanes capitaneados por Mauricio de Nassau (Figura 1) (Rubén Sáez, 2016). Ambrosio de Spínola consideró que las fuerzas con las que contaba no eran suficientes para intentar tomar la ciudad mediante un asalto clásico, por lo que optó por sitiarla. Una vez totalmente rodeada y privada de suministros y ayuda externa, era cuestión de tiempo el que cayera rendida.
El ejército español construyó tres círculos de trincheras que circunvalaban totalmente la ciudad, lanzó un ataque por medio de túneles subterráneos, efectuó bombardeos, pero todo era en vano; los holandeses presentaban una resistencia numantina.
Transcurridos siete meses de asedio, en febrero de 1625, 6.000 ingleses y 2.000 daneses intentaron cortar los suministros que llegaban a las tropas españolas, para así ayudar a los holandeses. Sin embargo, fueron interceptados por tropas españolas de refuerzo provenientes de Bolduque (Esparza, 2017). Los tercios españoles eran disciplinados y estaban bien adiestrados, por lo que los ingleses y daneses optaron por retirarse de Breda.
Las enfermedades propias de los conflictos bélicos, tales como el escorbuto (por déficit de vitamina C) y el tifus exantemático epidémico (transmitido por el piojo pediculus humanus corporis y cuyo agente etiológico es la Rickettsia prowazekii), comenzaron a diezmar la población sitiada; el propio Mauricio de Nassau falleció por enfermedad el 23 de abril de 1625.
Llegó un momento en que la resistencia holandesa acabó por quebrarse; sin víveres, sin suministros, sin ayuda externa, en condiciones higiénicas y sanitarias deplorables, con miles de enfermos y muertos por doquier, Breda no pudo resistir el asedio por más tiempo y terminó por rendirse incondicionalmente el 5 de junio de 1625.
El asedio de la ciudad dejó tras de sí más de 10.000 bajas holandesas y entre 3.000 y 3.500 bajas españolas entre muertos y enfermos. La férrea resistencia de los holandeses y su valentía tras diez meses de asedio fue admirada por los españoles; la guarnición que quedaba en la ciudad salió en formación con sus banderas al frente. El ejército español victorioso trató a los vencidos con dignidad y caballerosidad, tal como se aprecia en el cuadro de Velázquez <<La rendición de Breda>>, pintado diez años después del asedio. (figura 3). La rendición de la ciudad de Breda supone el culmen de los Tercios españoles y del Imperio y, al mismo tiempo, el comienzo de su decadencia.

El cuadro recoge el momento histórico en el que el gobernador holandés Justino de Nassau (hermano del ya fallecido Mauricio) entrega las llaves de la ciudad al general jefe de los Tercios de Flandes Ambrosio de Spínola. Éste en un gesto de caballerosidad, abraza al vencido haciéndole incorporarse y le muestra su admiración y afabilidad.
Detrás de Spínola, a la derecha, se sitúan los militares españoles; Carl Justi ha tratado de identificar entre ellos a Alberto de Arenbergh y don Carlos Coloma. (figura 4).

Parece ser que el personaje que aparece entre el caballo y el borde derecho del cuadro, cubierto con un chambergo de plumas es un autorretrato de Velázquez (figura 5).

Tras los jefes aparecen los temidos soldados de los Tercios de Flandes, compuestos de piqueros, arcabuceros y mosqueteros y que constituían una unidad de élite debido a su disciplina, entrenamiento y valentía; sobre ellos asoman las lanzas que han dado su sobrenombre al cuadro (figura 4).
En la parte izquierda del cuadro, tras Justino de Nassau se encuentran los soldados holandeses, más escasos y desperdigados, con algunas alabardas y lanzas más cortas que las españolas. Al fondo, un paisaje aún humeante, proporciona a la escena un gran verismo (figura 6).

Aunque España logró tomar la iniciativa en Europa, seguían creciendo las hostilidades con una consigna clara: la independencia; por ello, diez años más tarde, Breda fue tomada por Federico Enrique de Orange-Nassau, consiguiendo así su ansiada independencia.