Antonio Jesús Bellón Alcántara.Doctor y Académico Correspondiente de Medicina
Antonio Jesús Bellón Crespo. Doctor en Derecho y Máster en Seguridad
Carlos Miguel Bellón Crespo. Ingeniero técnico en Informática de gestión
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, nacido en Sevilla en 1599, gracias a cuadros como Las Meninas, es considerado el pintor más importante del barroco español y un maestro universal de la pintura.
El título del cuadro que nos ocupa ha evolucionado a lo largo del tiempo. En 1666 aparece registrado en el inventario del Alcázar de Madrid como Retrato de la señora emperatriz con sus damas y una enana; posteriormente también se le llamó La familia de Felipe IV. Finalmente, en el catálogo del Museo del Prado realizado por Pedro de Madrazo en 1843, el autor se refiere en varias ocasiones a esta obra como Las Meninas, vocablo de origen portugués que significa niña o doncella y con el que se designaba a las damas de compañía de la infanta.
Las Meninas, considerada la obra maestra de Velázquez, es un óleo sobre lienzo de 381 x 276 cm, realizado en 1656 en el estudio que ocupaba Velázquez en el Alcázar de Madrid donde vivía la familia real, y actualmente expuesto como la “joya de la corona” en el Museo del Prado (figura 1). Fue un encargo del rey Felipe IV a su pintor de corte favorito.

Aparentemente, la escena es simple: en el centro del cuadro observamos a la infanta Margarita Teresa de Austria que parece irradiar luz propia; a su izquierda, la menina doña María Agustina Sarmiento le ofrece agua en una jarrita rojiza de barro; a su derecha, la menina doña Isabel de Velasco y a la derecha de ésta Maribárbola, dama de compañía de la reina, afectada de enanismo acondroplásico; a la derecha de Maribárbola aparece Nicolás de Pertusato, personaje influyente en la corte, que padecía enanismo hipofisario por lo que, al estar bien proporcionado, parece un niño; éste con su pie izquierdo, da la impresión de que trata de importunar a un perro que está tumbado tranquilamente en el suelo. En un segundo plano aparece un hombre de negro, con las manos cruzadas, que ha de ser un “guardadamas”, al cual está hablando una mujer vestida de dueña, identificada como doña Marcela de Ulloa, que ocupaba el puesto de “guarda menor de damas”. Al fondo del cuadro, encuadrado en una puerta bien iluminada, aparece José Nieto Velázquez, que fue primeramente jefe de la tapicería de la reina y posteriormente aposentador. A la izquierda de la puerta observamos un espejo y en él aparecen reflejados el propio Felipe IV y su esposa doña Mariana de Austria (figura 2).

Hemos dejado para el final al propio Velázquez, cuyo autorretrato merece varios comentarios. El hecho de que un pintor se retratara junto a la realeza suponía una novedad. Por otra parte, Velázquez no aparece con la vestimenta propia de un pintor en plena faena, sino ataviado con su mejor ropaje, su espada al cinto, la llave de aposentador del rey y la cruz de la Orden de Santiago en el pecho. Aquí nos encontramos con una de las curiosidades de este lienzo. Sabemos que Velázquez deseaba ser nombrado caballero, pero no cumplía las normas por una supuesta falta de “limpieza de sangre”, ya que se decía que era descendiente de judíos por parte de madre. Además, para ser nombrado caballero era necesario que el trabajo que se ejercía no fuera manual. Sin embargo, Velázquez no aceptaba estas dos condiciones y reivindicaba la nobleza de la pintura. Él sabía que el rey era el único que podía apoyarlo y aprovechó el cuadro de Las Meninas para recabar el apoyo real. Tres años más tarde, Felipe IV lo nombró caballero de la Orden de Santiago; según cuenta el biógrafo de su época Antonio Palomino, fue después de muerto el pintor cuando mandó el rey que en su figura se le pintase sobre el pecho la cruz de Santiago, una cruz de gules (en heráldica significa rojo intenso) que se asemeja a una espada con forma de flor de lis en la empuñadura y en los brazos (figura 3)

Si comparamos el cuadro de Las Meninas, también llamado La familia de Felipe IV, con La familia de Carlos IV que Francisco de Goya pintaría 144 años más tarde, podemos observar dos grandes diferencias (figura 4).

En primer lugar, el cuadro de Goya sí es un retrato colectivo familiar, mientras que en el de Velázquez el único familiar de Felipe IV que aparece es su hija la infanta Margarita, pues el rey y su esposa sólo aparecen reflejados en el espejo, a gran distancia del espectador y con los rostros difuminados. En segundo término, en el cuadro de Goya, éste aparece también autorretratado, pero en un segundo plano, sólo el busto y con poca luz. Podemos decir, pues, sin temor a equivocarnos que Las Meninas imbrica diversos temas tradicionales: autorretrato del pintor pintando, retrato cortesano, escena de grupo en interior, pero no puede considerarse stricto sensu un retrato familiar.
Cuando el escritor portugués Félix da Costa contempló Las Meninas por primera vez en 1696, comentó: <<El cuadro parece más un retrato de Velázquez que de la emperatriz>>. Efectivamente, a primera vista, el pintor parece tener un excesivo protagonismo en la obra, pero él llevaba sus miras. Velázquez consiguió con Las Meninas no sólo una obra maestra sino una vieja reivindicación de los artistas del siglo XVI, que era el otorgarle más valor a la labor de los pintores, considerados hasta entonces como meros artesanos con menos valor que literatos o músicos.
Otra cuestión debatida a lo largo de los siglos es la siguiente: es evidente que Velázquez se autorretrata mientras está pintando un gran lienzo, pero ¿qué está pintando concretamente? Existen diversas teorías al respecto; dado que en el espejo del fondo se reflejan el propio rey Felipe IV y su esposa en actitud propia de posado, parece lógico pensar que éste era el cuadro que pintaba Velázquez: un retrato de los reyes.
Puesto que el estudio donde Velázquez pintaba estaba dentro del Alcázar de Madrid, residencia de Felipe IV y su familia, era frecuente que la infanta Margarita acudiera para ver cómo pintaba Velázquez sus cuadros; por ello, no aparece posando para el pintor sino de espaldas a él.
Esta explicación del cuadro, como otras muchas, es verosímil, pero sabemos que Velázquez, como otros grandes pintores, juega con el espectador y como si de un thriller psicológico se tratara, al final se desvela el “misterio”: concretamente, lo que pintaba Velázquez era Las Meninas.
Y llegamos al punto que consideramos más curioso del cuadro. Sabemos que Velázquez poseía una extensa biblioteca con obras de astronomía y astrología y que utilizaba la torre del Alcázar como observatorio. Pues bien, en el firmamento existe una pequeña constelación en forma de semicírculo, mencionada por Ptolomeo (100 d.C.-170 d.C.), y denominada Corona Borealis, asociada en la mitología griega con la corona de Ariadna y que simboliza nobleza, eternidad y divinidad. Sin duda Velázquez, aficionado a la astronomía, astrología y mitología, conocía la existencia de esta constelación y su simbolismo, por lo que la distribución de los personajes en el cuadro está dispuesta de tal forma que la infanta Margarita, futura heredera en ese momento de la monarquía hispánica, ocupa el centro de la composición, y si trazamos una línea que una los corazones de Velázquez, las meninas, la infanta Margarita y el aposentador José Nieto, comprobaremos que se forma la constelación Corona Borealis, cuya estrella más brillante denominada Margarita Coronae, Alpheca o Gemma, ocupa la posición central, tal como la infanta en el cuadro (figura 5); por esta misma razón, Velázquez la ilumina estratégicamente como si fuera la estrella más brillante de la constelación, destacándola como eje del poder real.

Algunos investigadores, como como Ángel del Campo y Francés, interpretan esta disposición como un talismán astral destinado a proteger a la infanta Margarita y asegurar la continuidad dinástica de los Austrias en un momento en que la monarquía carecía de un heredero varón. La constelación Corona Borealis simbolizaría en este caso la corona real.