María Teresa de Burgos y Adriano de Ory
Nuestra aventura vietnamita y camboyana se inició el 10 de noviembre, cuando un autobús de Viajes Rico nos recogió en la rotonda de la “Oxidá”, camino de Cádiz para recoger al resto de los viajeros, en su casi totalidad médicos, ya que el viaje estaba organizado por el Colegio de Médicos de Cádiz. En total, 60, divididos en dos grupos de 30, llamados grupo 1 y grupo 2, viajando Mayte y yo en el grupo 1, junto con nuestros amigos Ascen y Quico – gracias a los cuales nos incluyeron en el viaje – y en que también estaban nuestros amigos Juanma y Cecilia y Juan Antonio y Lale. Al final del viaje habíamos trabado amistad no solo con los viajeros del grupo 1 sino también con los del 2 – con los que coincidíamos en los hoteles, desayuno, comidas y cena, ya que cada grupo llevaba un guía diferente y aunque íbanos todos a las mismas excursiones, las visitas se hacían cada uno en su grupo -. A pesar del elevado número, todo transcurrió perfectamente y todas las visitas se pudieron hacer con total comodidad.
Tras recoger a los viajeros en Cádiz, nos dirigimos a Málaga para coger el primero de los muchos vuelos que nos iba a deparar el viaje. Y así a primera hora de la tarde nos embarcamos en Qatar Airways en dirección a Doha y tras una larga parada, ya de madrugada, pusimos rumbo a nuestro primer destino en Vietnam, su capital Hanoi, a la que llegamos – tras “perder” 6 horas debido a los husos horarios – a mediodía y tras recoger nuestras maletas y con el cuerpo un poco descolocado por el famoso jet lag, llegamos al primero de nuestros hoteles en este viaje – Hotel Pan Pacific – por cierto todos magníficos aunque pudimos disfrutarlos poco dado lo apretado de nuestra agenda diaria.
Y tras comer, nos lanzamos a recorrer por primera vez la capital Hanoi y la verdad es que desde un principio todo nos sorprendió. En primer lugar, el caos circulatorio, debido a los 8 millones de motos que hay en la ciudad – casi una por cada habitante -, que circulan a su bola y sin hacer el mínimo caso a las normas de circulación, siendo un verdadero espectáculo cuando llegan a un cruce. Y resulta sorprendente por cuanto en todo el tiempo de nuestro viaje – lo de las motos es generalizado en todo el país – no vimos un solo accidente y tampoco ningún tipo de insulto o queja de los conductores, los cuales tiene perfectamente aceptado que así se circula y punto. Como es fácil de imaginar el ruido es enorme lo cual, la verdad, da una sensación poco agradable.
En segundo lugar, nos sorprendió ” la vida en las aceras “, las cuales lejos de permitir el tranquilo andar por ellas, están ocupadas por motos – incluso circulan por ellas – y por pequeños negocios de venta de cualquier producto o de pequeños establecimientos de comidas y bebidas, en donde la higiene y limpieza han pasado a mejor vida, y en donde todo se lava en barreños y, curiosamente, casi todos con los pies descalzos. Nuestro primer paseo se convirtió en un permanente eslalon, sorteando motos, personas y sin prácticamente poder poner un pie en las aceras. Todo un “maremagnum” de motos y personas, que la verdad no hacía nada agradable el pasear por la ciudad, al menos en la parte que lo hicimos, más o menos el centro de la capital.
Y en tercer lugar, y como algo concreto, nos sorprendió y mucho, cuando vimos en unos de los muchos “locales” de comida, lo que nos pareció unos lechones lacados en los expositores en la calle del restaurante, que resultaron ser perros, cuyo uso comestible está muy arraigado en el país, que incluso tienen granjas donde los crían y alimentan para luego “degustarlos”.
Tras esta primera toma de contacto con el país y con su capital y muy cansados y tras llegar al hotel bordeando el precioso lago Truc Bach Lake – para nuestros cuerpos gitanos era ya de madrugada – nos fuimos al hotel a cenar y, por fin, a dormir, siendo el día 11 de noviembre.
12 de noviembre.
Tras el correspondiente desayuno, iniciamos nuestro primer día de visitas e ir, poco a poco, conociendo este sorprendente país.
Nuestra primera para fue el Templo de la Literatura, raro ejemplo de arquitectura vietnamita tradicional bien conservada y que honra a los mejores eruditos del país. Fundado en 1070 está dedicado a Confucio y albergó la primera universidad de Vietnam. Destacar que sus altares son populares entre los estudiantes que oran para tener buenas notas, y en los evocadores salones, estanques y jardines de los cinco patios se fotografían en su graduación.
Luego nos dirigimos a conocer los exteriores del Mausoleo de Ho Chi Min. Siguiendo la tradición de Lenin, Stalin y Mao, este mausoleo es un monumental edificio de mármol construido con materiales procedente de todo Vietnam entre 1973 y 1975, en contra de su deseo de una cremación sencilla. Y así nos acercamos a ver el Palacio Presidencial o del Gobernador – también en una visita exterior – en donde Ho Chi Min declaró la independencia de Vietnam ante medio millón de personas en 1945 y, desde entonces, es el corazón político de la ciudad. Y frente a este Mausoleo y al Palacio Presidencial, se halla la Asamblea Nacional de Vietnam.
Para seguir conociendo la casa de Ho Chi Min, que es realmente una pequeña casa de madera que está situada justo al Palacio Presidencial y, además, es muy humilde. Se la conoce con el sobrenombre de Casa Zancuda porque está construida encima de pilares de madera, un tipo de construcción típica en Vietnam y muy útil para protegerse de inundaciones, etc. Tanto el exterior como el interior es muy humilde, apenas son dos habitaciones en las que Ho Chi Min se dedicaba a descansar y estudiar y en la que vivió entre el año 1958 hasta 1969, año de su muerte. El sueño de él era ver un Vietnam unificado, pero murió a los 79 años en plena Guerra del Vietnam, que en total duró unos 20 años y que, finalmente terminó en 1975.
Luego tuvimos la suerte de contemplar la Pagoda del Pilar Único (Chua Mot Cot), que se sostiene, con elegancia, sobre un solo pilar que se alza sobre un estanque de lotos. Este pequeño templo budista es único en el mundo por su estructura, ya que ésta descansa en una columna de piedra de 1,25 metros de diámetro y allí apoyan todos los pilares de la pagoda, siendo el resto de la estructura de madera, haciendo que sea la más bella pagoda de Hanoi. Y su leyenda e historia es preciosa y así se cuenta que el Emperador Ly Thai Tong quería un hijo, pero este no llegaba, y se casó con una plebeya que se quedó embarazada y ya en su juventud tuvo el sueño de que su primer hijo se lo entregaría la diosa madre budista Avalokiteshava – es una madre diosa que normalmente se la representa descansando sobre una flor de loto – y así cuando su mujer dio a luz a su hijo, el emperador mandó construir una pagoda que pareciera una flor de loto y de ahí surgió la Pagoda del Pilar Único.
Para terminar la mañana, vimos la Pagoda Tran Quoc, quizás el templo budista más antiguo de Hanoi y que se encuentra en una esquina del Lago Ho Tay o Lago Occidental. Su nombre significa “defensa de la patria” y es muy alta, mide 15 metros y tiene 11 plantas (una por cada uno de los estados budistas que existen. Las vistas de Hanoi desde la pagoda son impagables. La urbe se divisa en la lejanía, hundida en la distancia como si fuera un espejismo extraño.
Tuvimos el primer contacto con la comida vietnamita, almorzando en el restaurante Hang Bo, rollitos imperiales, sopa, ensalada, arroz, fideos y una especie de costillas de cerdo, con cerveza Hanoi, y todo muy apetitoso.
Tras la comida, visitamos la Ciudadela de Hanoi, también conocida como Ciudadela Imperial de Than Long, que es Patrimonio de la Humanidad. Fue el centro del poder vietnamita durante más de 1000 años. La magnífica puerta principal (Doan Mon) debe su nombre a una de las puertas de la Ciudad Prohibida de Pekin.
A continuación, disfrutamos de una vista panorámica del Templo de Ngoc Son, ubicado en una isla verde en la parte norte del Lago Hoan Kiem, el lago de la espada restaurada es realmente un toque de encanto en el paisaje del centro de la ciudad. A la isla en la que se erige este templo se accede por un bonito puente rojo: “Puente de la luz del sol naciente”, procedido por unas puertas decoradas con símbolos típicamente vietnamitas: ranas que sostienen un tintero, tigres, dragones, torre de pincel de cinco pisos ….
Continuamos la tarde visitando el Mercado de Dong Xuan, el mercado cubierto más grande de Hanoi, construido por los franceses en 1889 y reconstruido, tras un incendio en 1994. Y en donde, pasadas las arqueadas puertas de entrada, se puede encontrar casi de todo, desde pescado y alimentos (vivos) hasta ropa barata, recuerdos, bienes de consumo y artesanías tradicionales. Y como muchos mercados de Vietnam, los puestos salen del edificio y ocupan las calles aledañas.
Y el Templo de Bach Ma (del caballo blanco) se considera el más antiguo de Hanoi. Fue construido por el emperador Ly Thai To, en el siglo XI para honrar a un caballo blanco que le había guiado hasta este lugar, donde decidió construir los muros de su ciudad.
Y finalizamos con la visita a la Casa May, una de las más antiguas que se conservan en Hanoi y que tiene una arquitectura especial y ha sido preservada como un recuerdo inolvidable para los habitantes de la zona.
Y el día, bueno ya la tarde-noche (anochece a eso de las 17,30 horas) nos deparaba una sorpresa, fuera del itinerario previsto y conocido. Sorpresa que, como otras muchas a lo largo del viaje, debemos a nuestros inmejorables guías Ángel y María y que fue, nada más y nada menos, que un paseo largo a bordo de los famosos Tuc Tuc, por las abarrotadas calles de Hanoi, llenas de miles de motos que, se cruzaban, iban en dirección contraria, se subían a las aceras y, como ya dije anteriormente, sin un mal gesto y sin el más mínimo accidente. Y si ya daba miedo verlas desde la acera, el hacerlo a bordo de los tutus, resultaba aún más impresionante e increíble. Fue un paseo inolvidable y lleno de “risas nerviosas”.
Y como colofón a tan largo y extenso día – la verdad es que fueron todos así – hay que hacer mención a la famosa Calle del Tren: es un tramo de vía férrea que atraviesa parte del barrio antiguo de Hanoi y que es utilizada por los locales como lugar de paso. Hasta el año 2019 era una de las principales atracciones turísticas de Hanoi y consistía en caminar por encima de las vías a lo largo de una pequeña parte del último tramo del ferrocarril en esta área de la ciudad, tomarse decenas de fotos y sentarse en uno de los cafés de la zona para esperar el gran evento, la llegada del tren, ya que las casas de la zona fueron construidas justo al borde de la vía y cuando el tren pasa, el espacio es tan limitado que parece deslizarse literalmente delante de las narices de los residentes. Y el cambio comenzó cuando un vecino decidió abrir un café en la planta baja de su casa, algo muy común en Vietnam. El éxito fue inmediato y pronto fue imitado por otros vecinos de las vías, transformando la zona en uno de los lugares más turísticos y transitados de Hanoi y el momento cumbre de esta calle, acontece con la llegada del tren. Los propietarios de los cafés empezaban a retirar las sillas de la calle, mientras un funcionario municipal se ocupaba de avisar y mantener a los más incautos y despistados a salvo de un buen susto. A finales de 2019, el gobierno de Vietnam prohibió el acceso a los turistas a las vías por motivos de seguridad.
Y nosotros sí estuvimos en la llamada otra calle del tren de Hanoi, que se está popularizando debido al cierre del tramo original y está ubicado en la parte sur de la estación principal y al igual que en la parte original existen numerosos cafés y tiendas de regalos. Por cierto, allí nos compramos Quico y yo los famosos sombreros vietnamitas – fuimos los primeros – sombrero cónico fabricado generalmente con las hojas del árbol latan y utilizado por los vietnamitas para protegerse del sol y de la lluvia y que nos acompañaron todo lo largo del viaje.
Y por fin, llegada al hotel, cena continental en bufet y a dormir.
13 de noviembre.
Tras desayunar, cogimos el bus para trasladarnos a la ciudad de Ninh Binh, que fue capital de Vietnam en el siglo X y que se encuentra a unos 100 Km. de Hanoi, a la que llegamos en un par de horas, ya que la salida de Hanoi debido a la caravana de vehículos y motos, que diariamente se dirigen al trabajo en los alrededores de la capital es caótica, teniendo ocasión de comprobar que, al igual que en el centro, tampoco existen normas alguna de circulación, siendo un auténtico espectáculo el contemplar su circulación.
Ninh Binh, brinda una apacible escapada de ruido y el ajetreo de la capital. Extensos arrozales, sinuosos ríos cristalinos, pagodas cubiertas de musgo y espectaculares picos kársticos componen sus bellos paisajes. Este destino impresionante es conocido como la Bahía de Halong en tierra y en 2014 la Unesco nombró la zona Patrimonio Cultural y Natural, por su excepcional belleza y por su importancia cultural e histórica.
Nada más llegar, subimos a la Cueva Mua en la Montaña Ngoa Long para admirar una vista panorámica, construida de acuerdo con la arquitectura de Van Ly Truong Thanh, con casi 500 escalones de piedras, que casi todos subimos y que fue bastante duro, pero que mereció la pena al poder admirar las asombrosas vistas de 360 grados de arrozales, ríos sinuosos y elevadas formaciones kársticas que se desvanecen en el horizonte.
Luego nos trasladamos a la zona de Tam Coc. El río Ngo Dong atraviesa Tam Coc deslizándose entre picos y grutas de caliza, flanqueado a ambos lados por retazos amarillos y verdes de los arrozales. Tam Coc significa “tres grutas”, debido a las tres cuevas naturales que pudimos disfrutar en unas barcas, la mayoría guiadas por mujeres que reman usando los pies.
Tras almorzar, nos dirigimos a la Pagoda de Bich Dong. Acurrucado en la ladera de la montaña se encuentra un complejo del siglo XV de tres plantas incrustadas en el acantilado. Esta pagoda, traducida como “de la gruta esmeralda” se cree que debe su nombre al verdor de la montaña. Hecha directamente en la roca caliza y mimetizada con su entorno perfectamente, esta pagoda pasaría totalmente oculta si no fuera por lo llamativo de su puerta de entrada. El templo está dividido y construido en diferentes niveles: la pagoda inferior, la media y la superior, a la que se accede mediante unas escaleras que van subiendo y atraviesan parte de una cueva, hasta llegar a lo más alto, con unas preciosas vistas del entorno. Toda la atmósfera de este sitio nos hace sentir con la mente “tranquila”.
Y ya anocheciendo nos subimos al autobús, rumbo a nuestro hotel en Hanoi, para disfrutar de una más que merecida cena, aunque antes aprovechamos unos cuantos para subir a la última planta del hotel y disfrutar, con unas vistas impresionantes de la capital, de unas buenas cervezas, por cierto todas las que tomamos a lo largo del viaje realmente buenas. Tras la cena, a descansar ya que mañana dejábamos ya la capital para dirigirnos a uno de los lugares que más ilusión y ganar teníamos de conocer: La Bahía de Jalón.
14 y 15 de noviembre.
Tras el obligado y reconfortante desayuno, y como ya he anticipado, nos trasladamos a unos de lugares más emblemáticos e impresionantes de Vietnam, la Bahía de Jalón.
El viaje en el autobús duró unas cuatro horas, pero no tuvimos ocasión de aburrirnos.
En primer lugar, porque la salida de Hanoi fue todo un espectáculo, tardamos cerca de una hora de salir de la ciudad debido a la inmensa caravana de autobuses, camiones, coches y, sobre todo, miles y miles de motos que nos hicieron muy entretenido esta primera parte del viaje con sus cruces, sus adelantos y con todo tipo de maniobras que hubieran supuesto, con toda seguridad, la imposición de miles y miles de multas en cualquier otro lugar.
Y, en segundo lugar, porque durante el trayecto paramos en una de las muchas granjas de perlas que existen en Vietnam, concretamente en Ha Long Dai Yen. La cultura vietnamita tiene una larga tradición en la producción de perlas, y muchas regiones del país han estado involucradas en la industria durante siglos y actualmente se ha convertido en una importante industria. Las aguas vietnamitas son particularmente ricas en moluscos y la industria de la perla se ha beneficiado enormemente de este hecho. Estas perlas se cultivan en granjas especiales – como la que tuvimos la suerte de visitar – bajo la supervisión de especialistas. Las perlas cultivadas son varias veces más baratas que las “silvestres”, que los recolectores de perlas encuentran en el fondo del mar. Sin embargo, no son falsas ni artificiales, sino una verdadera creación de la naturaleza. Su proceso de cultivo – que pudimos en directo contemplar – puede llevar de uno a varios y, en general, el proceso comienza con la selección de ostras que se utilizarán para producir las perlas. A continuación, se inserta el núcleo o semilla en una y, a partir de éste, la ostra, depositada en el mar, comienza a producir capas de nácar alrededor de la semilla. Con el tiempo se forma una perla sólida que se extrae de la ostra y se utiliza en la fabricación de joyas.
Y por fin, llegamos a la Bahía de Halong, y sencillamente alucinamos con el paisaje y eso que nada más que acabábamos de llegar, nos subimos a una lancha para ir a embarcar en el crucero, Indochine Cruise, por cierto, una auténtica preciosidad y con unos camarotes e instalaciones de ensueño.
La Bahía de Halong es una extensión de agua de aproximadamente 1500 Km. cuadrados. Situada al norte de Vietnam, en el golfo de Tonkín – tristemente famoso en la guerra del Vietnam – cerca de la frontera China y se extiende a lo largo de una costa de 120 Km. Siempre se ha dicho que su magia no puede ser narrada con palabras, ¡qué gran verdad! no su enigmática belleza supera cualquier descripción, que solo con contemplarlo se impone a los ojos del hombre un sentimiento de inferioridad ante su presencia: la de un alocado laberinto de canales e islas, una explosión de formaciones calizas como centinelas de piedra que se alzan sobre la inmensidad esmeralda del mar. Eso, durante el día, puesto que la bahía cambia de luz con el paso de las horas, hasta teñirse de púrpura en la proximidad de la noche. Y es cierto, y si alucinante fue la primera visión de esas inmensas “rocas”, la que tuvimos, al amanecer del siguiente día – cuando el crucero estuvo navegando entre ellas – simplemente inolvidable. Uno de los momentos – hubo muchos – mágicos del viaje. Para mí, y repito, hubo muchos, el más mágico.
Una vez embarcados y tras asignarnos los camarotes – un auténtico lujazo y súper bonitos – disfrutamos de una buena comida y, tras ella. nos fuimos a visitar dos de las muchas grutas que conforman la Bahía, las Grutas Clara y Oscure, la mayoría en unas barcazas a remo, llamadas “sampán” y otros, la minoría, en kayak. El paseo fue precioso, navegando entre esas enormes “rocas”, llenas de vegetación – y de algún que otro mono que pudimos contemplar – y pasando por debajo de esas dos increíbles grutas, con la altura mínima para que nuestras cabezas no chocaran.
Ya casi atardecido, y con el barco fondeado para pasar la noche, unos pocos nos pegamos un magnífico baño en estas aguas del Pacífico – el agua deliciosa y nada fría – y tras una clase de cocina vietnamita, de corte de algunas frutas y verduras en la terraza del cuarto piso del barco, saboreando mojitos y gin-tonic, disfrutamos de una magnífica cena, que finalizó con una pesca de calamares desde la borda del barco, con no mucho éxito aunque alguno cayó en la potera de las cañas de pescar y con música de piano en directo. Y a dormir, disfrutando de nuestros camarotes y de sus terrazas. Y precisamente desde estar terrazas, y con los pijamas puestos, pudimos disfrutar de una amanecer único e irrepetible, con el barco surcando lentamente la Bahía de Halong y maravillados ante tanta belleza, contemplando esas rocas kársticas que parecen surgidas del mar, entre pequeños estrechos que formaban. No podía haber habido mejor despertar.
Tras un ligero desayuno y unas clases de Taichí – en la terraza del barco que, con más o menos estilo, pudimos practicar – y sacar unas increíbles fotos desde dicha terraza, con el sol apareciendo detrás de esas inmensas “rocas”, nos montanos en la lancha y nos dirigimos a la Isla Cat Ba, para visitar la Cueva Trung Trang. Esta isla es la mayor de las 366 islas que forman el archipiélago de Cat Ba, que constituye el borde sureste de la Bahía de Halong, con una superficie de 285 Km. cuadrados y mantiene las características de la citada Bahía. La Cueva Trung Trang es la más notable entre las más de 150 cuevas existentes en dicha isla y te invita a explorar el mundo místico por su belleza e historia como ninguna otra. Un pequeño viaje en el tiempo en uno de los rincones poco visitados de dicha isla. El lugar también se llama cueva de los murciélagos por la abundancia de animales de esta especie – aunque no vimos ninguno – y cueva marítima por haber sido el hogar de la fuerza marítima nacional durante la guerra contra los estadounidenses. Descubierto en 1938 por arqueólogos vietnamitas y franceses, esta cavidad crea un camino subterráneo de 300 metros de largo que cruza la montaña. Rodeada de una exuberante flora, la cueva te da la bienvenida a la entrada con la silueta de una sirena para comenzar una increíble exploración con una larga escalinata de piedra y después de 100 metros, te encuentras con una cavidad donde brillan muchas estalagmitas y estalactitas multifacéticas. Después de 300 metros, la exploración es seguida por una vista espectacular en la salida de la caverna.
Regresamos al crucero para disfrutar de un brunch, tipo buffet, y abandonar el crucero en lancha rumbo al puerto, regresando a Hanoi en el autobús y tras comer en un restaurante local, nos trasladamos al caótico aeropuerto para tomar el vuelo con destino a Hué. Desafortunadamente, el vuelo llegó con retraso a dicha ciudad y utilizo dicho adverbio porque apenas pudimos disfrutar – llegamos a eso de las 11 de la noche – del majestuoso Hotel Indochine Palace, una pasada de habitaciones, enormes, con todo tipo de detalles y con dos televisores, uno para el salón y otro para el dormitorio, con un lavabo en el centro de éste, con una bañera al fondo y una impresionante cama. Una pasada. En fin, lo dicho, visto y no visto ya que, tras cenar, dormir unas poquitas horas y desayunar, a las ocho de la mañana ya estábamos, con nuestras inseparables maletas, montados en el autobús para visitar esta hermosa ciudad.
16 de noviembre.
Lo primero que visitamos fue la Ciudadela Imperial, recinto amurallado dentro de la Ciudadela de Hué, antigua capital imperial de Vietnam durante la dinastía Nguyen que gobernó entre los años 1802 y 1945. Y tuvimos la suerte de recorrerla en unos Tuc Tuc de varias plazas ya que la ciudadela es enorme y nuestros cuerpos estaban un poco “guacníos” por las pocas horas dormidas.
Entre las murallas de la Ciudadela se alzan los palacios que albergaron a la familia imperial, así como santuarios, jardines y villas para mandarines. Construida en 1803 bajo el emperador Gia Long como nueva capital, la ciudad cumplió principalmente una función ceremonial durante el periodo colonial francés. Tras el fin de la monarquía en 1945, sufrió graves daños y abandono durante las guerras de Indochina hasta la década de 1980. Fue particularmente bombardeada en la guerra del Vietnam. La Ciudad imperial fue designada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993 y está en proceso de restauración. Especialmente bonito el Palacio Thai Hoa, en cuyas escalinatas, protegidas por dos dragones y con dos cañones a cada lado, tenemos una preciosa foto de grupo.
A continuación, visitamos la Pagoda Thien Mu, que se encuentra a la orilla del Río Perfume. Es un edificio muy antiguo y lo ordenó construir la Dinastía Nguyen, en el año 1601. Tiene 7 pisos y una altura total de 21 metros, con una particularidad que es de planta octogonal, algo que no es demasiado común. Cada uno de los 7 pisos se dedica a un buda distinto, algo que sí ocurre en más pagodas a lo largo y ancho de Vietnam. Pero esta Pagoda es un complejo grande con más cosas y lo primero que vemos es la Torre Phuro’c Duyen, con los citados 21 metros y al pasar por la puerta del complejo, vimos unos jardines, con estatuas de soldados que se conocen, vulgarmente, como los guardianes del templo.
Tras esta visita, emprendimos un tranquilo viaje en unos pintorescos barcos, cuyos mascarones de proa son enormes cabezas de dragones de preciosos y variados colores, por el romántico Río Perfume para visitar el Templo Hon Chen. Tiene forma de taza y de ahí su nombre “taza de Jade”. Es un lugar para adorar la diosa de Na Thie, conocida solamente por la religión de la gente de Champa. Está situado en un lugar encantador, en la ladera de la montaña Ngoc Tran, con un acantilado escarpado y reflejándose en las profundas aguas, en su día azules y ahora con color de tierra del Río Perfume.
Tras el correspondiente almuerzo en un restaurante local, nos fuimos a visitar los elaborados mausoleos de los emperadores Tu Duc. Las tumbas reales de Hue son todo menos ordinarias, con guerreros de piedra que protegen a los muertos y musgosas torres ocultas en las montañas. Estos lugares de reposo transportan a un mundo legendario olvidado, Patrimonio Mundial de la Unesco. Las tumbas de los emperadores Nguyen, la última familia real del país, se reparten por varios lugares de Hue. La tumba del popular Tu Duc se diseñó como su escapada para escribir poesía. La de Lang Khai Dinh está impregnada de elementos góticos franceses, dada su excéntrica aceptación del colonialismo francés.
Es de destacar los secretos de estas tumbas reales y la intriga suele acompañar a los ricos y poderosos, y los emperadores Nguyen no se libraron del escándalo, sobre todo en cuanto a sus lugares de reposo eterno. Y un ejemplo es la señalada tumba de Tu Duc, la más verde y pintoresca, pero esto tuvo un precio. El mausoleo se construyó con mano de obra forzada, lo cual acabó provocando un intento de golpe que fue rápidamente aplastado.
Ya, entrada la tarde, salimos en autobús hacia nuestro nuevo destino: la ciudad de Hoy An, a través del pintoresco Paso de Hai Van (Paso de las Nubes del Océano) atravesando bonitos pueblos y disfrutando de una vista espectacular del mar y del cielo. Y, ya entrada la noche, llegamos a dicha ciudad y a nuestro hotel Almanity Hoy An Wellness Resort, que al igual que todos los anteriores resultó ser una maravilla.
17 de noviembre.
Hoy An, antes conocida como Faifoo, es una ciudad bien conservada de algo más de 120.000 habitantes y es un museo viviente de uno de los puertos más activos de Asia en los siglos XV-XIX. Es Patrimonio Mundial de la Unesco y fue votada mejor ciudad del mundo en el 2019 por los lectores de Travel.
Después de un más que merecido descanso y un buen desayuno, iniciamos nuestro día con un viaje de unos 40 Km. Al suroeste de Hoy Han para visitar la capital y centro religioso del antiguo Reino Champa, My Son, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Durante más de 10 siglos, dicho Reino gobernó las tierras del actual centro de Vietnam. Entre los siglos IV y XIII construyeron el Santuario de My Son, un complejo de templos hindúes en un valle de 2 Km. de ancho, rodeado de colinas y montañas. Este sitio apartado fue la capital política y religiosa del reino durante gran parte de su existencia en Vietnam. Tras siglos ocupando My Son, y el centro del país, los Cham abandonaron su tierra sagrada y fundaron nuevos asentamientos más al sur. Este lugar, Patrimonio Mundial de la Unesco, alberga 70 templos, total o parcialmente intactos, casi todos dedicados a la diosa hindú Shiva y cada uno con un estilo diferente, que refleja las diversas etapas históricas del Reino Champa.
Tras comer en un restaurante local, recorrimos a pie por la tarde esta preciosa e histórica ciudad. Visitamos la casa antigua de Tan Ky – una “casa vieja” con una encantadora fusión de estilos japonés y chino -, Quang Thanh, la casa de Phung Hung, el templo de Quang Cong, el Salón de Actos Cantonés, el Salón de Actos Fukien y el puente cubierto japonés de 400 años de antigüedad, una auténtica belleza, de la década de 1590, construido para unir los barrios japonés y chino
Y a última hora de la tarde – ya casi oscurecido – disfrutamos de una de las experiencias que a buen seguro recordaremos todos, como fue el paseo en barca (sampan) alrededor del río en el casco antiguo. Los lugareños suelen vender farolillos de papel con velas colocadas en la parte inferior y la tradición consiste en arrojar el propio farol al río como ofrenda a los antepasados y al Dios de la Tierras, con un deseo de felicidad, suerte y amor. Y la verdad es que el paseo por el río, en sampan, rodeados de cientos de estas pequeñas embarcaciones, con nuestros farolillos de papel que arrojamos al río – con el consiguiente deseo que cada uno quiso hacer – y ya casi completamente de noche, resultó super entrañable.
Y ya de noche nos volvimos, en Tuc Tuc familiar, al hotel, con la inmensa suerte de que nada más llegar, nos cayó “la del pulpo”, primera vez y única en que nos llovió. Y hasta tal punto llovió que, según nos contaron, el río se desbordó y se suspendieron los paseos por él. Como vulgarmente se dice: “salvados por la campana”.
Tras una buenísima cena buffet en el hotel, nos fuimos a dormir y a disfrutar de las magníficas habitaciones, si bien antes realizamos en comandita – y gracias a la ayuda de Ángel, María y algún que otro compi del viaje – los un poco liosos trámites en nuestros móviles para obtener el permiso de entrada – visa – a Camboya. Desde aquí gracias a esos “ángeles de la guarda “porque no era nada sencillo, al menos para mucho de nosotros.
18 de noviembre.
Tras el correspondiente y buen desayuno, nos trasladamos al aeropuerto de Da Nang para volar al de Ho Chi Min. Nada más llegar, nos montamos en el autobús y nos fuimos a la ciudad de Can Tho, donde nos hospedamos en el hotel Sheraton Can To, igualmente magnífico y con unas vistas desde las habitaciones realmente espectaculares. Es la mayor población del Delta del Mekong y puede parecer una metrópoli y como centro político, económico, cultural y de transporte y con una ribera que cobra vida cada noche y una seductora mezcla de angostas callejas y amplios bulevares, la hacen una ciudad digna de visitar. Y sobre todo por cuanto – y a ello íbamos a ir al día siguiente – a 6 Km. hacia Soc Trang se halla el mayor mercado flotante.
19 de noviembre.
Y esta vez sí que madrugamos de verdad, pues alrededor de las 5 de la mañana nos fuimos de paseo hasta el muelle y nos embarcamos en una lancha motorizada para visitar el mercado flotante de Cai Rang. Con una rica historia, Cai Rang se encuentra en la confluencia de cuatro ríos: Can Tho, Dau Sau, Cai Son y Cai Rang Be. Inicialmente, el mercado flotante estaba anclado cerca del río Cai Rang en el cruce de estos afluentes, colindando con el mercado Cai Rang en la orilla. En la década de 1990, debido a desafíos logísticos, el mercado flotante se trasladó desde el puente Cai Rang a Phong Dien a aproximadamente 1 Km. de su ubicación original. Y en la actualidad, el mercado flotante de Cai Rang se encuentras aguas abajo del río Can Tho, a unos 600 metros del puente Cai Rang, con una extensión de agua que lo hace el mercado flotante más grande y animado de la región del Delta del Mekong. El mercado está repleto de pequeñas embarcaciones que surcan el agua mientras los vendedores venden e intercambian sus productos y pudimos participar en el comercio degustando algunas frutas frescas, en este caso, piñas.
Hicimos un alto en el recorrido, parando en un mercado flotante, lleno de productos típicos y en el que nos llamó la atención unas grandes bandejas de mimbre en el exterior, donde secan los fideos de diferentes colores que hacen en dicho mercado.
Fue una bonita experiencia, pero sinceramente en parte me defraudó un poco – y creo que fue un sentir general – ya que esperaba mucho más ambiente y actividad y muchas más embarcaciones y daba la sensación que lo que actualmente allí se desarrollaba era más de cara al turista que al propio comercio que, en otros tiempos, tenía lugar en el río.
Tras regresar al hotel y desayunar, cogimos el autobús y nos fuimos a la Ciudad de Ho Chi Minh -antigua Saigón – a donde llegamos para irnos a comer a un restaurante local y después dejar nuestras viajeras maletas en el Hotel Equatorial.
Si Hanoi es sinónimo de cultura e historia, Ciudad Ho Chi Minh es divertida, moderna y joven. Los rascacielos de acero y cristal proyectan sus largas sombras sobre centenarios edificios de la era de Indochina. Con más de 9 millones de habitantes (y aparentemente la misma cantidad de motos), ofrece museos, mercados, historia y arquitectura, que la hace atrayente a los que les guste una vibrante urbana. Y con una enorme historia.
Originariamente parte de Camboya, Saigón fue un pequeño puerto conocido como Prey Nokor hasta finales del siglo XVII. A medida que los colonos vietnamitas avanzaron hacia el sur, se convirtió en la base de los señores Nguyen, que gobernaron el sur de Vietnam en los siglos XVI-XVIII. Durante la rebelión Tai Son contra los Nguyen, refugiados chinos establecieron un asentamiento cerca, al que sus vecinos vietnamitas conocían como Cholon (gran mercado). Más tarde, bajo gobierno francés, Saigón se convirtió en la capital de la Conchinchina y, con su partida en 1954, fue la capital de la República de Vietnam. Tras caer ante las fuerzas norvietnamitas en 1975 – finalizando la guerra del Vietnam -, fue rebautizada como Ciudad Ho Chi Minh, aunque muchos aún la llaman Saigón.
Hoy es el motor financiero y comercial de la economía vietnamita, con un índice de crecimiento superior a la media nacional y parte de su encanto es su ecléctico aire, que combina lo viejo y lo nuevo, con centenarios bulevares y suntuosos edificios de la era colonial francesa, muchos ahora convertidos en cafés, museos y hoteles.
Por la tarde nos dedicamos a recorrer la ciudad, visitamos el Ben Thanh Market, enorme e impresionante mercado donde se puede encontrar absolutamente de todo, en especial de prendas de vestir y calzado de todas las primeras marcas, a precios súper baratos, aunque es más que probable que nada auténticos, si bien resulta muy difícil comprobarlo por cuanto, aparentemente, parecen originales. Dicho mercado, inaugurado en 1914 como Halles Centrale, es el mercado más célebre de la ciudad y la imagen de su entrada sur y su torre de reloj es emblema urbano; el mercado y las calles circundantes conforman una de las zonas más animadas de Ciudad Ho Chi Minh y, como se ha dicho, hay absolutamente de todo. Se dice que lo que no se puede encontrar en Ben Thanh, quizás no se necesita.
Luego nos dimos un paseo por el distrito -Saigón está repartido en 24 distritos- Tuong Dai Bac Ho, donde se encuentra el Ayuntamiento ubicado en un espectacular y precioso edifico colonial francés y en cuya plaza, que se encuentra delante de dicho Ayuntamiento, nos hicimos unas fotos delante de una monumental estatua de Ho Chi Minh, con su fecha de nacimiento (1890) y fallecimiento (1969), si bien hay que señalar que su verdadero nombre era Nguyen Sinh Cung.
Y ya bien entrada la noche nos fuimos al hotel a cenar y a descansar que bien nos lo teníamos merecido.
20 de noviembre.
Empezamos la mañana -después del correspondiente buen y abundante desayuno- a otra de las visitas más esperadas de nuestro viaje: Los Túneles de Cu Chi.
Construida por el Viet Minh en la tierra roja (blanda en temporada de lluvias y pétrea en los meses secos) de Cu Chi durante la guerra contra los franceses, la red de túneles se hizo legendaria en la década de 1960 porque permitió al Viet Cong controlar la zona rural a solo 30-40 Km. de Ciudad de Ho Chi Minh (entonces Saigón). En su apogeo, el sistema iba de la capital survietnamita a la frontera con Camboya; solo en el distrito de Cu Chi hay más de 250 Km. De túneles subterráneos. El sistema, parte del cual tenía varios pisos de profundidad, incluía innumerables trampillas, estancias, zonas de almacenaje, arsenales, hospitales, centro de mando y cocinas.
Y la visita cumplió con creces todo lo esperado, resultando impresionante. Nos sentimos trasladados a esas escenas de las películas americanas y a esos momentos tan terribles de la Guerra del Vietnam, palpando – con la visión de esos túneles, trampas, etc. – las espantosas vivencias que tuvieron que soportar los dos bandos; en una guerra – como todas y en especial las civiles – absurda y atroz, con dos pueblos vietnamitas enfrentados y ayudados cada uno con unos terceros que nunca debieron intervenir en el conflicto y que lo único que consiguieron fue alargar y agravar la guerra.
Y si desde fuera la visión de lo que se tuvo que vivir en Cu Chi, no solo en esos túneles sino en todos los alrededores era impactante, la pequeña experiencia de meternos y recorrer esos túneles – aunque solo fuesen unos pocos de metros – confirmó, con creces todas esas sensaciones que la sola visión del lugar producía. Una experiencia inolvidable.
Tras la correspondiente comida en un restaurante local, nos trasladamos al llamado Museo de los Restos o de los Vestigios de la Guerra, imprescindible para entender el contexto de esta guerra y su impacto devastador en los civiles. Aunque muchas de las atrocidades documentadas son bien conocidas, los occidentales pocas veces podemos escuchar las historias de las víctimas. Algunas muestras son parciales, pero muchas de las fotografías más perturbadoras provienen de fuentes estadounidenses, como la de la masacre de My Lai. En el exterior están expuestos helicópteros, aviones, vehículos blindados, piezas de artillería, bombas y armas de infantería estadounidenses. Y una esquina del recinto está dedicada a las prisiones francesas y survietnamitas de Phu Quoc y las islas Con Son.
Nuestra siguiente visita fue la Oficina Central de Correos, un edificio clásico de la era francesa aún en funcionamiento. Lo diseñó Marie-Alfred Foulhoux – aunque a menudo se atribuye erróneamente a Gustave Eiffel – y se construyó entre 1886 y 1891. Su espaciosa sala abovedada y el hierro forjado de verde nos recuerda a una estación de ferrocarril. Los elementos del interior y exterior están relacionados con avances científicos; en el exterior hay placas en honor a personalidades como Samuel Forse y Benjamín Franklin, y en interior se ven fascinantes mapas antiguos de Vietnam del Sur, Saigón y Cholon y un gran mosaico, como no, de Ho Chi Minh y todo ello sin olvidar los magníficos suelos de baldosas antiguas.
Y pudimos contemplar – en una visita externa – el Palacio de la Reunificación (antiguo Palacio Presidencial), arquitectura de la década de 1960. Los primeros tanques comunistas que llegaron a Saigón entraron por este lugar el 30 de abril de 1975 y el edificio está ligado a la caída de la ciudad en 1975.
Y como colofón, algunos nos fuimos a ver un espectáculo llamado “Marionetas sobre el agua de Vietnam”, en el Golden Dragon Water Puppet Theatre, que data del Siglo XI, que resultó muy bonito y original. Es una obra de música tradicional en directo y con una serie de números de marionetas que bailan en un estanque de agua al son de la música y cánticos. Mereció la pena.
De vuelta al hotel, a cenar y a descansar porque nuestro viaje continuaba y nos quedaba el colofón final de esta inolvidable experiencia, como era conocer otro país, Camboya.
21 de noviembre.
Tras desayunar, nos trasladamos al aeropuerto de la Ciudad de Ho Chi Minh para coger un avión que nos llevó hasta Phnom Penh, capital de Camboya, que fue el lugar central para el Imperio Khmer y para los colonialistas franceses.
Es la ciudad más poblada y, además, el centro económico, industrial, político, cultural y diplomático del país, con unos 2,2 millones de habitantes. Es la sede del gobierno y un centro comercial importante en el Sudeste Asiático, por su estratégica situación geográfica en el delta y la confluencia de los ríos Mekong, Tonlé Sap y Bassac, que la hacen puerto fluvial con salida al mar de la China Meridional. Es conocida como la “Perla de Asia” y está considerada como una de las ciudades francesas más bonitas de la Indochina en los años 1920.
Tras el pase por la Aduana, temido por muchos y tras pasar por un sinfín de militares llenos de medallas y cruces, con el consiguiente pago de 30 dólares en concepto de visado y con alguna que otra “anécdota aduanera”, entramos en este increíble país, encontrándonos con un recibimiento muy caluroso por los que iban a ser nuestros guías en la estancia en Camboya.
Con un almuerzo – dada la hora de llegada y la premura del tiempo – tipo picnic en el autobús, y dado la falta de tiempo, no pudimos ver el Museo Nacional, ubicado en un extenso recinto con jardines tropicales y un museo de terracota de estilo jemer. Es el museo más grande de la historia cultural del país y el museo líder en temas históricos y arqueológicos del país. Alberga una de las mayores colecciones del mundo de arte jemer, incluyendo cerámica, bronces y objetos etnográficos. La colección del museo incluye más de 14.000 artículos, desde los tiempos prehistóricos de los periodos antes, durante y después del Imperio Jemer, que en su apogeo se extendió desde Tailandia, a través de la actual Camboya, hasta el Sur de Vietnam.
Y directamente nos fuimos a ver el venerado templo de Wat Phnom – literalmente Palacio de la Montaña – templo budista, construido en 1373 y que se sitúa a 27 metros por encima del terreno. Es el edificio religioso más alto de la ciudad. La pagoda recibió el nombre de Wat Preah Chedey Borapaut. La leyenda cuenta que Daun Penh, una viuda rica, encontró un gran árbol koki en el río. Dentro del árbol encontró cuatro estatuas de bronce de Buda. Daun Penh construyó un pequeño templo en una colina artificial realizada por los habitantes del pueblo para proteger las estatuas sagradas. Este templo se convertiría en un lugar sagrado y santuario donde la gente haría bendiciones y rezaría. En el año 1437 el Rey Phonhea Yat ordenó a su Excelencia Decho Srei que elevara aún más alta cuando finalizara la construcción del nuevo Palacio Real en la nueva ciudad que llamó Nom Pen. La gran estupa justo al oeste del santuario contiene las cenizas del rey y la familia real. El santuario fue reconstruido varias veces en el Siglo XIX y una vez más en 1926. El interior tiene un altar central con una gran estatua de bronce de Buda sentado, rodeado de otras estatuas, flores, velas y objetos del culto. Las paredes están cubiertas con murales, especialmente de historias Jataka de las encarnaciones de Buda antes de iluminación.
Delante de la escalinata del Palacio, hay un enorme reloj-jardín, desde el que se tiene una vista impresionante de dicho Palacio.
Finalizada nuestra visita nos fuimos, con nuestras viajeras e inseparables maletas, al Hotel Sofitel Pnom Penh, de estilo colonial clásico que nos sorprendió de entrada, aparte de su hall inmenso, por su belleza y elegancia y porque coincidimos en la llegada con una comisión de un ministro vietnamita.
Y tras subir a nuestras habitaciones, inmensas y súper cómodas, nos fuimos a cenar a un restaurante local.
22 de noviembre.
Nada más terminar de desayunar, nos fuimos a visitar el Palacio Real de Nom Pen. El palacio es un conjunto de nueve edificios completamente amurallado y que abarca unas seis hectáreas de superficie, donde se encuentra la residencia de los Reyes de Camboya desde su construcción en 1866. Su nombre completo en jemer es Preah Baron Reachea Vaeng Chaktomuk. Hasta su construcción, la sede del reino jemer siempre había permanecido en Angkor o por sus alrededores, pero su destrucción a mano del reino de Siam a mediados del siglo XV hizo que se mudaran a Pon Pen. Y su construcción comenzó tras la decisión del rey Norodom a cambiar la capital real de Oudong a Nom Pen a mediados del siglo XVII. Se construyó en el antiguo emplazamiento de una ciudadela llamada Bantekay Kev. Está dirigido a oriente y está situado en la orilla occidental de una división en cuatro del río Mekong llamada Chaktomuk en honor a Brahma.
Entre ese conjunto de impresionantes y bellísimos edificios, destaca el Palacio Khemarin que es el nombre del edificio llamado Prasat Khemarin, que significa “Palacio del rey Jemer”. Es la residencia del rey de Camboya y está separado del resto del conjunto por un muro.
Aparte del Palacio Real destacan el Salón del Trono, que tiene hoy la función de albergar ceremonias religiosas y coronaciones y bodas reales, así como un lugar de encuentro para los invitados del Rey. El Palacio Moonlight, cuyo pabellón al aire libre sirve de escenario para la danza clásica Khemer, tanto en el pasado como en la actualidad y la Pagoda de Plata, llamada así porque su suelo está cubierto por más de 5.000 baldosas de plata de 1 Kg. cada una.
Y además de contemplar estos impresionantes edificios, disfrutamos también de un paseo por los esplendorosos y verdosos jardines, llenos de platas y flores.
Y tras la visita, abandonamos la capital de Camboya y nos dirigimos a la ciudad de Battambang, capital de la provincia homónima de Camboya y considerada la segunda ciudad del país en importancia económica y comercial, dada su cercanía con Tailandia. Su principal afluente, el río Sangkae, que desemboca en el lago Sap, la pone en contacto fluvial con la ciudad de Siem Reap, en un largo recorrido en autobús a la que llegamos a la hora de disfrutar de un almuerzo en un restaurante local, concretamente en Pursat-Phteah Prey.
Por la tarde nos fuimos a visitar el Templo Phnom Banang, en donde tras subir 337 escalones, disfrutamos de unas maravillosas vistas de las llanuras circundantes. Construido entre los siglos XI y XII, durante mucho tiempo se pensó que dicho templo era el prototipo de Angkor Wat debido a su diseño de 5 torres, aunque al parecer fue construido después de Angkor. Está ubicado en la cima de una colina verde y los edificios están sorprendentemente en buen estado, aunque como la mayoría de otros templos jemeres, han sido saqueado muchos de sus tesoros.
Y la tarde, ya casi anocheciendo, nos iba a deparar una sorprendente y espectacular vista de miles y miles de murciélagos a la caza y que vuelan como nubes en el cielo. Y todo ello ocurre, al atardecer en la montaña Sampov. Y fue algo impresionante: sentados en unas sillas de plástico – en plan playero – y disfrutando de leche de coco, nos pusimos a mirar a dicha montaña sin que en muchos minutos pasara absolutamente nada y, de pronto, como si algo o alguien hubiera dado la señal, de la hendidura que se veía en la montaña, empezaron a salir miles y miles de murciélagos como si de una procesión se tratara, surcando el cielo y dirigiéndose hacia, lo que suponemos, es su lugar de caza. Fueron bastantes minutos de un continuo aluvión de murciélagos, saliendo de las entrañas de la montaña. Sencillamente único e impresionante.
Y ya de noche, volvimos a la ciudad y a nuestro hotel, en esta ocasión el Hotel Classy 1, algo más modesto que los anteriores dado el lugar en el que nos encontrábamos, pero igualmente cómodo y perfecto para poder descansar los cuerpos de unos viajeros, una mijita cansados.
Tras la cena en el hotel nos fuimos a disfrutar de un más que merecido descanso, teniendo en el recuerdo, y en el cuerpo, los 337 escalones del templo Phnom Banan.
23 de noviembre.
Estuvimos casi todo el día, para llegar a nuestro siguiente destino, Siem Reap, a bordo de unas barcazas motoras, recorriendo el río Sangkae, a través del cual pudimos contemplar no solo el maravilloso paisaje, sino el estilo de vida cotidiano del lugar, con un sinfín de casas flotantes (palafitos) a lo largo del curso del río, poblados enteros que flotan en el río y en Lago Tonlé Sap y que en la época de lluvias puede aumentar su tamaño hasta 10 veces, y con un fenómeno – que solo se repite en el Nilo-Egipto – durante los monzones en el que el río Sap y el Mekong invierte su corriente llenando el lago Sap con agua de las crecidas del Mekong que en la época seca irá saliendo.
Pudimos ver de cerca la vida de estos “habitantes de las aguas”, sus artes de pesca, sus casas, sus pequeñas barcas motorizadas recorriendo todo lo largo y ancho del río, sus tiendas de suministros, sus hijos acudiendo, por supuesto en barcas conducidas por algunos de ellos, al colegio, con sus uniformes … en fin, un día normal de sus vidas, tan absolutamente diferente a las nuestras.
Paramos en un pequeño lugar, deshabitado, en la zona de Aek Phnum – Prey Chas, lleno de figuras de animales, y pagodas en miniaturas, con un altar presidido por un buda, a cuyos pies se encontraban varios pequeños budas y con una pagoda grande construida sobre la ribera de la entrada a dicho lugar.
Visitamos la Cooperativa Saray de Prek Toal, donde se hace el proceso de tejido del jacinto de agua, una planta que prospera en el lago y, finalmente paramos a comer en un restaurante de la cooperativa, al sito de Puok-Kaev Poar, donde disfrutamos de una comida típicamente local, antes de reanudar nuestro crucero para llegar a Siem Reap e irnos al Hotel Borei Angkor Resort, otro precioso y maravilloso hotel.
Y tras dejar nuestras consabidas maletas, nos fuimos al sitio de Kok Chak, donde disfrutamos de una magnífica cena buffet, amenizada por un conjunto de varias bailarinas, ataviadas con su típica vestimenta llamativa y lujosa. La danza clásica camboyana, tenida como una de las más hermosas del mundo se llama apsara, que es un personaje femenino celestial que danza ante el Rey y lo bendice con movimientos estilizados y delicados. La apsara conserva el rostro sereno, inexpresivo, mientras mueve sus manos en figuras difíciles de imitar. Y destacar que en la danza camboyana el roce entre los dos sexos es mínimo. Resultó un espectáculo súper bonito y distinto, que tuvo el colofón de nuestra subida al escenario, donde disfrutamos de unas fotos con las bailarinas.
Y tras la cena y el espectáculo, a disfrutar de nuestro hotel y de unas habitaciones, para variar, magníficas y amplias. Y a descansar porque llegaba el último día de estancia en Camboya y de otro de los grandes lugares a ver: Angkor.
24 de noviembre.
Y como no podía ser de otra forma, el colofón de este inolvidable y maravilloso viaje lo iba a poner nuestro último día del viaje. Y fue llegar al Parque Arqueológico de Angkor y dirigirnos a la antigua capital de Angkor Thom y admirar una serie de lugares impresionantes y únicos.
Angkor Thom, en cuyo centro se alza Bayon, el surrealista templo de Jayavarman VII, está protegido por un muro formidable de 8 m. de alto y 13 km. de largo, y rodeado de un foso de 100 m. de ancho para detener a los posibles invasores. En el centro del recinto amurallado se hallan los monumentos más importantes de la ciudad, como Bayón, Baphuon, el Recinto Real, Phimeanakas y la Terraza de los Elefantes y el Templo de Ta Prohm, en la jungla, donde la naturaleza sigue su avance imparable. Llamado “Templo de Tomb Raider”, Ta Prohm se halla cubierto de sombras moteadas, con sus torres y muros desmoronados, atrapados en el lento abrazo de enormes y musculosas raíces.
Y ya nuestra última visita fue Angkor Wat. Angkor es, figuradamente el cielo en la tierra. Es la representación terrenal del monte Menu, el Olimpo del hinduismo y morada de los antiguos dioses. Los ancestrales reyes-dioses camboyanos se esforzaron en superar las estructuras de sus antecesores en tamaño, escala y simetría; el resultado fue el mayor complejo religioso del mundo, la madre de todos los templos, Angkor Wat, el “templo que es una ciuidad”.
Difícil describir nuestras sensaciones vividas este último día, aquí en Angkor.
Pero el día, aún, nos iba a deparar otro gran e inolvidable momento: nuestra última cena en Camboya.
Nuestros inigualables guías durante todo el tiempo del viaje, Ángel y María, por si no hubiera sido suficiente toda su diaria y permanente dedicación a que todo disfrutáramos minuto a minuto de nuestra estancia en tierras vietnamitas y camboyanas, nos habían preparado una cena “sorpresa” en los jardines del hotel, que resultó ser absolutamente increíble y conforme íbamos entrando en dichos jardines nuestro asombro fue aumentando: tras recibir unas preciosas pashminas, nos encontramos repartidos a todo lo largo y ancho del jardín de unos preciosos rincones en donde estos encantadores habitantes de Camboya estaban representando los principales oficios y profesiones del país: plantando arroz, pescando, hilando algodón, haciendo unas flores de lotos súper bonitas, friendo una especie de tortillitas de camarones y con una exposición de insectos fritos, que muchos probaron. Todo ello con una bebida en la mano, para terminar con unos bailes regionales realmente hermosos.
Y después, la cena, en un marco incomparable, deliciosa y original, durante la cual fuimos deleitados con unos bailes típicos del país que nos hicieron más bonita y entrañable, aún, esta última y mágica noche.
Y después de tan estos bonitos momentos nos fuimos a descansar en la que era nuestra última noche de este inolvidable viaje.
25 y 26 de noviembre.
Aprovechamos la mañana – dado que no salíamos para España hasta por la tarde – para explorar y recorrer Siem Reap en unos Tuc Tuc y realizar nuestras últimas comprillas antes de regresar.
Y ya por la tarde iniciamos nuestra larga vuelta a España, tomando primero un vuelo en el aeropuerto de Siem Reap en dirección al aeropuerto de Hanoi, en donde, de verdad, no podía caber más gente y tras una azarosa recogida de tarjetas de embarque -con algunos problemas en el peso de los equipajes – cogimos el vuelo hasta Doha para, tras la correspondiente escala, coger nuestro penúltimo vuelo en dirección a Madrid, donde nos esperaba una larga estancia y una última, ésta vez desagradable sorpresa, como fue el que no había suficientes plazas en el vuelo a Jerez. Cuestión que, como siempre, fue solucionado con la eficaz labor de Ángel y María.
Y así – y por separados- llegamos la mayoría al aeropuerto de Jerez y otros en tren a Cádiz, después de un montón de horas, pero felices de terminar con tan maravilloso viaje.
Y para terminar agradecer a Ángel y a María su dedicación y trabajo para hacer de este viaje una experiencia inolvidable y a todos nuestros compañeros de viaje nuestro agradecimiento por hacernos sentir tan a gusto y cómodo a todo lo largo del mismo. Estar seguros de que – si hay plaza – nos tendréis que soportar en los próximos viajes.