Fernando Ramírez Gómez. Vocal de Atención Primaria del Colegio de Médicos de Cádiz
Cuando se habla de la responsabilidad de los pacientes en el sistema sanitario, siempre sale a relucir la necesaria educación sanitaria de la población y los beneficios que su empoderamiento aporta a unos mejores resultados en salud y en favor del correcto uso de los servicios sanitarios. Sin embargo, y relegada como se encuentra la parte Comunitaria de la especialidad de medicina de familia -absorbida por una demanda “infinita”- y encontrándonos además en una sociedad “bombardeada” publicitariamente -y contradictoriamente- con mensajes del tipo “acuda a su médico” ante cualquier contratiempo, molestia o duda de enfermedad, o para “prevenir”, olvidamos el papel que pueden y deben desempeñar aquí nuestros farmacéuticos comunitarios como agentes de salud.
Por otro lado, desde hace ya varios meses, venimos observando un especial celo desde la inspección de farmacia con nuestras farmacias a la hora de que puedan facilitar ciertos fármacos de uso común como paracetamol, ibuprofeno, suero oral, suero fisiológico, antitusivos, cremas antiinflamatorias, etcétera. Fármacos de amplio conocimiento, uso habitual y con amplios perfiles de seguridad.
Desde nuestra vocalía de Atención Primaria no podemos compartir este reciente y exhaustivo celo cuando por un lado queremos que los pacientes sepan autocuidarse ante cuadros habituales y normalmente leves (como son los catarros, las febrículas, las diarreas, contusiones leves…) poniendo en duda además la capacidad de los farmacéuticos para aconsejar sobre el uso de estos medicamentos exigiendo “receta médica” para fármacos que en países tan ‘rezagados’ sanitariamente como Irlanda, Inglaterra o EEUU se venden incluso en los supermercados y como colofón provocando además una sobrecarga innecesaria en los ya de por sí sobrecargados centros de salud.
Y si no son seguros estos medicamentos, ¿por qué sí que pueden venderlos en cajas más pequeñas y más caras? Algo se nos escapa.
Porque una cosa es velar por la seguridad del paciente y otra hacerlos totalmente dependientes e incluso -entiéndase la licencia- tratarlos como inútiles y, ya de paso, hacernos perder el tiempo a todos, a los pacientes teniendo que acudir al médico y a los médicos haciendo de “recetadores” en detrimento de su función (diagnóstica, terapéutica, preventiva y de promoción de la salud).
Luego nos lamentamos de que no hay citas para el médico de familia, de que cada profesional atienda a cincuenta o más pacientes al día, que nos dediquen escasos minutos y pedimos que se contraten más médicos, cuando la realidad no es que no haya médicos, sino que cada vez menos médicos quieren trabajar en los centros de salud en estas condiciones y con esta burocracia injustificable.
Si aceptamos que el farmacéutico puede aconsejar sobre el uso de estos medicamentos, si situamos al paciente como un actor responsable y conocemos el perfil de seguridad de estos medicamentos, y queremos además tener cita para el médico en un tiempo razonable y que nos pueda dedicar el tiempo necesario, ¿a qué tanta exigencia con temas como este?, ¿qué se logra con ello?
Algún paciente ha llegado a pedirme disculpas por ocupar una cita en mi consulta solo para que le extienda una receta de paracetamol. Por supuesto no es culpa suya. ¿Qué opción le quedaba?