Crónica de la visita a la salina El Estanquillo y senderismo hacia la Punta del Boquerón (30-5-15)
Por Mª Carmen Sebastianes
A la hora convenida ya estábamos dispuestos a seguir a nuestro guía Juanma Ortiz. Lo primero que nos sorprendió gratamente fue el edificio del Centro de Visitantes del Parque Natural de la Bahía; es un edificio moderno, de líneas minimalistas que se distingue perfectamente en mitad del paisaje. En su interior hay una sala con numerosas maquetas y expositores que detallan las características del Parque Natural. En ella pudimos conocer la enorme variedad de plantas y animales que habitan en los diferentes ecosistemas que constituyen el parque y los cambios que han sufrido para adaptarse al mismo. Comprendimos que tanto las salinas como las dunas, los terrenos bañados por el mar… están llenos de vida.
Tras esta primera visita nos acercamos a la Salina El Estanquillo. De entrada nos llamó la atención la cantidad y variedad de aves que nos sobrevolaban. Las había medianas, pequeñas y más grandes, con patas rojas, amarillas, con alas negras…, y nuestro guía nos las iba señalando y nombrándolas por su nombres comunes: avocetas, charrancitos, gaviotas patiamarillas… Nos comentó también algo muy curioso y a la vez extraño y es que las mismas aves se habían repartido la salina, de tal forma que una parte era para las gaviotas y la otra para todas las demás. Al mismo tiempo tuvimos la oportunidad de ver los huevos y los nidos de diferentes aves, algunos de ellos muy elaborados, y a los que había que tener cuidado de no pisar, dado que estaban por cualquier punto del camino. Además pudimos conocer que unas plantas del borde del camino, poco llamativas, hacen actualmente las delicias de los cocineros de los restaurantes más exclusivos de la bahía, con los que elaboran platos muy apreciados.
La salina, como productora de sal, posiblemente haya tenido épocas mejores, ya que su antigüedad se remonta a la época de los fenicios, pero gracias a las explicaciones de Juanma pudimos conocer lo que son caños, cursos, balsas de agua denominadas calentadores, cristalizadores y otros muchos elementos más, así como también entender cómo se realiza artesanalmente la extracción de sal.
Ya sobre las doce empezamos a caminar por el sendero hacia la Punta del Boquerón. La primera parte del camino es muy cómoda porque se anda sobre pasarela de madera. Desde el principio pudimos disfrutar de la diversidad de flora existente. A la derecha teníamos las dunas y a la izquierda la marisma, cada una con su flora característica. Nuestro guía también nos comentó que las marismas son un ecosistema importantísimo a nivel biológico ya que es fundamental para la reproducción de los peces e invertebrados del litoral: almejas, bocas, cangrejos… así como para las aves limícolas que invernan y crían sus polluelos en ella.
El paisaje era espectacular; algo más allá de la marisma veíamos el caño de Sancti Petri, el mayor de la bahía de Cádiz y que separa Cádiz del resto del continente, con numerosos barcos, lo que demuestra que actualmente tiene la misma importancia de antaño.
El sendero alterna pasarela y arena y tras una curva, encontramos un pequeño mirador, con un panel, que nos habla de la historia del Castillo de Sancti-Petri. Volvemos al camino y al poco llegamos a las ruinas de la batería de Urrutia. Esta batería fue construida durante el siglo XVIII para defender la entrada a San Fernando desde el mar por el caño de Sancti Petri.
En este punto iniciamos el retorno pero lo hicimos por la playa del castillo y ya poco a poco nos fuimos despidiendo con la sensación de haber pasado un rato muy agradable y haber estado con gente estupenda.