José Arturo Visedo Manzanares
Mª del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, XIIIª Duquesa de Alba y XVª Duquesa de Medina Sidonia (por matrimonio),
murió en 1802, a los 40 años, sin descendencia, por lo que sus títulos pasaron a su cuñado Álvarez de Toledo los de Medina Sidonia y los de la Casa de Alba a un primo tercero: Fitz-James Stuart, Duque de Berwick y de Liria.
Fue enterrada en la capilla de los Alba, en la iglesia del convento del Salvador en Madrid, que se encontraba inicialmente en las actuales calle Mayor y adyacente a la plaza de la Villa.
Al demoler la iglesia en 1843 los restos fueron trasadados al Cementerio de la Real Archicofradía Sacramental de San Pedro, San Andrés, San lsidro y de la Purísima Concepción, reposando en un nicho del patio histórico de San Andrés, actualmente en ruina, pendiente de rehabilitación.
Durante mucho tiempo existieron sospechas de que había sido envenenada como causa de la muerte. En 1945 el XVIII Duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó
tuvo empeño en salir de dudas y encargó el estudio a tres afamados forenses. Los restos, que fueron exhumados, se encontraban momificados, con los pies cortados por encima de los tobillos, se sospecha que para que el cuerpo cupiese en el ataúd, habiendo desaparecido el pie izquierdo. Se pudo concluir que murió de Meningoencefalítis tuberculosa. Su esqueleto sufría una escoliosis dorsal de convexidad derecha, cosa que ya parecía presentar en el cuadro de la Duquesa vestida de luto (Goya 1797), en que coloca el brazo izquierdo en jarras para elevar el hombro del mismo lado (aquí lo mostramos junto al de la reina María Luisa de Parma, también de Goya, éste en espejo, para facilitar la comparación),
hecho que le hubiese impedido posar en la postura con que aparece la modelo de las majas de Goya, fechadas en la misma época, uno de los motivos por los que se sabe que no se trata de la Duquesa, sino de Josefa Tudó, amante y posterior esposa de Godoy, primer propietario de los cuadros; se supone que se exponían uno sobre otro.
Goya y la Duquesa se conocieron en 1794, cuando el pintor retrató al clan familiar de los Alba y continuaron una relación propia de quien es el artista más famoso de aquellos tiempos y la persona que lo contrataba, que era la más rica de España; aunque dado el carácter de la Duquesa es seguro que no siempre lo recibiría de etiqueta y más que probable que él sintiese simpatía hacia ella, aunque no era especialmente guapa. Las supuestas relaciones amorosas fueron imaginadas por sus primeros biógrafos que eran franceses y que repetidas en el tiempo por quienes ven a los españoles como toreros y tonadilleras se han convertido en una auténtica trama de bodevil.
Murió en Burdeos de un Ictus, en la noche del 15 al 16 de abril de 1828, a los 82 años y se enterró en el cementerio de La Cartuja de esa localidad, bajo una columna mausoleo que fue trasladado a la plaza del Pilar de Zaragoza en 1927, donde permanece.
Nadie desde España reclamó su cuerpo. Pasaron años hasta que el cónsul español de aquella ciudad se topó, por pura casualidad, con la tumba del artista convertida en ruina. Solicitó el traslado del cadáver a España en 1888, 60 años después de haber sido enterrado y al proceder a su exhumación encontraron todos los huesos a excepción de la cabeza. El cónsul escribió a Madrid un telegrama diciendo: «Esqueleto Goya no tiene cráneo», y el Gobierno contestó con otro telegrama: «Envíe Goya con cráneo o sin él».
El esqueleto llegó diez años más tarde sin cabeza. Sus restos reposaron varios años en el cementerio sacramental de San lsidro, en un pequeño Panteón de Hombres lIustres, junto con los de Meléndez Valdés, Donoso Cortés y Leandro Fdez. Moratín, fallecidos en Francia, exiliados por sus ideas liberales; finalmente, reposan en su definitiva sepultura de la iglesia de San Antonio de la Florida, desde el 29 de noviembre de 1919. Junto a ellos se depositó una pequeña caja conteniendo un pergamino con la siguiente versión oficial: «…Falta en el esqueleto la calavera, porque al morir el gran pintor, su cabeza, según su fama, fue confiada a un médico para su estudio científico, sin que después se restituyera a la sepultura ni, por tanto, se encontrara al verificarse la exhumación en aquella ciudad francesa».
El Museo de Zaragoza conserva un óleo pintado por el asturiano Dionisio Fierros en 1849 en cuyo reverso indica que se trata del cráneo de Goya y aparece también la rúbrica, a modo de fedatario, del marqués de San Adrián.
No hay seguridad absoluta de que se trate del cráneo de Goya, aunque es posible que, en una época en que estaba de moda el estudio craneoencefálico como corriente científica, se tomase para estudio y hubiese sido pintado en ese momento para luego desaparecer definitivamente.
Autores:
Guillermo Ducker: miniaturista holandés mencionado por Goya en una carta al secretario de Estado y ministro de confianza del rey para que le permitiese salir de la cárcel y realizar algunas miniaturas de Carlos IV y su familia.
Manuel Benedito Vives: natural de Valencia (1875); aunque inició su aprendizaje con Sorolla fue un pintor realista de gamas alejadas del luminismo valenciano.
Dionisio Fierros: natural de Cudillero, Asturias, 1827; pintor costumbrista con numerosos premios nacionales e internacionales.
Nota: Resultaría abrumador citar a todos los autores cuyas ideas he utilizado aquí. Mi reconocimiento a todos ellos.