Miguel Fernández-Melero Enríquez. Jefe de la Asesoría Jurídica
No cabe duda de que a veces resulta absolutamente necesario dar un golpe en la mesa. Ya no se me ocurren más medios de llamar la atención de algunos colegiados, que están cayendo en trampas sobre las que se ha advertido repetidamente.
Las cosas se pueden decir muy educadamente, sin alzar la voz, con toda cortesía, pero parece que algunos no se enteran y me ponen de los nervios, porque se están jugando literalmente su carrera, además de otras cosas como su dinero y su libertad.
¿No hemos dicho, hasta la saciedad, que para reconocer íntimamente a una paciente hay, necesariamente, que contar con la presencia de personal sanitario que lo presencie?
Eso de que no se puede disponer de enfermeras, ni auxiliares, es -con perdón de la expresión- una auténtica idiotez. Si no se cuenta con ese personal, pues sencillamente no se hace la exploración hasta que se pueda contar con él. Y ya está.
Estoy harto de que se produzca la denuncia por un problema de este tipo, y luego me llegue el colegiado con el cuento de siempre. A lo largo de mis bastantes años defendiendo a médicos he visto toda clase de problemas, y esa es la única cuestión que me ha llevado a un colegiado a la prisión. Porque tienen que enterarse, de una vez, que el delito de abuso sexual, previsto en el artículo 181 del Código Penal, es un delito muy serio que en determinados casos comporta pena de privación de libertad.
Este tipo de asuntos los defendemos porque el colegiado acusado de ello también goza de la presunción de inocencia, pero tengo compañeros de otros Colegios de Médicos que se niegan a defender a quien es acusado de uno de estos delitos.
Así que ruego se considere que, por una vez, me he puesto muy serio, he dado un fuerte golpe en la mesa y que el próximo que me venga con uno de estos problemas se va a enterar de lo que vale un peine.
Y la semana que viene, más.