Marina Gómez Ríos
Cada etapa del Camino es única e irrepetible. En la última singladura, iniciada el pasado 19 de agosto, como a cuentagotas, fuimos llegando a la estación de Atocha, allí nos reencontramos con los habituales compañeros del Camino, con aquéllos que por unos u otros motivos dejaron de acudir a alguna de las etapas, y con los que por primera vez se unían al viaje. Allí, asistimos a los primeros abrazos, afectuosos unos, tímidos y cordiales otros; hasta completar el conjunto de peregrinos, que unido, subió al autobús rumbo a tierras palentinas. Durante el trayecto, las presentaciones y la cordialidad reinante, permitieron que al llegar a nuestro destino, el Real Monasterio de San Zoilo en Carrión de los Condes, el grupo bajara con el sentimiento de que ya todos por igual formábamos parte de este singular equipo.
Con buena predisposición y sentimiento de unidad, el 20 de agosto, nos reunimos con Laida, nuestra querida guía del Camino, para dar comienzo a la primera etapa, que partiendo desde Frómista, nos conduciría a través de Tierra de Campos, atravesando las localidades de Población de Campos, Revenga de Campos, Villamentero de Campos, Villalcázar de Sirga, y terminar en las puertas mismas de nuestro alojamiento, en Carrión de los Condes. Esta etapa nos trajo las primeras ampollas y lesiones articulares, pero también nos permitió asistir a la peculiar Procesión de los Quintos, celebrada en Carrión, para conmemorar el martirio de San Zoilo.
Tras el almuerzo, nuestra docta guía cultural Noelia, nos llevó a visitar la Catedral de Palencia, donde además de mostrarnos la cripta de San Antolín y proporcionarnos importantes datos sobre arquitectura, pintura e imaginería, nos dio también una serie de detalles anecdóticos como el origen de la locución “eres como la burra Balaan”.
Durante esa misma tarde, también visitamos el Monasterio de Santa Clara y conocimos la historia de su Cristo de la Buena Muerte, la Iglesia de San Miguel y la de San Lázaro.
Con alguna baja, por lesión, en el grupo, el 21 de agosto, iniciamos nuestro segundo día de travesía; andando, partimos desde el Monasterio de San Zoilo, y durante esta jornada pudimos comprobar la inmensidad del campo palentino donde la recolección del cereal estaba llegando a su fin, y cuyo paisaje nos acompañó hasta el final de etapa, en Calzadilla de la Cueza. Una vez en el hotel, y antes del almuerzo, parte del grupo descubrió el pediluvium.
La tarde nos acercó al impresionante románico palentino, con la visita de la Iglesia de San Martín de Frómista, punto de especial relevancia para nosotros, ya que fue el final de nuestra etapa del Camino, en 2017. Pero la jornada cultural del martes, también nos llevó a enclaves tan espectaculares como la Iglesia de San Hipólito de Támara, cuya torre, conocida como la “Moza de Campos”, su impresionante retablo de estilo gótico, su coro y su órgano alzado sobre una columna de madera que no obstante daba la impresión de ser mármol, provocaron en la mayoría de nosotros un “oh” de sorpresa. Y a otros lugares emblemáticos del Camino, como Villalcázar de Sirga, donde pudimos visitar la Iglesia de Santa María la Blanca, y donde la figura de Pablo Payo Pérez, nombrado Mesonero Mayor del Camino de Santiago, sirvió como escenario para las fotos de muchos de nosotros.
De nuevo, el paseo por una de las esclusas del Canal de Castilla, nos hizo rememorar con nostalgia a muchos de nosotros, el final de etapa del pasado año. Tras la cena, los fuegos artificiales marcaron el final de las fiestas en Carrión de los Condes y la hora para el descanso de los peregrinos.
Un día soleado, acompañó nuestra tercera jornada, que partiendo desde Calzadilla de la Cueza, trascurrió por Lendigos, Terradillos de los Templarios, dónde según la leyenda permanece escondida la gallina de los huevos de oro, Moratinos, y llegar finalmente hasta San Nicolás del Real Camino.
De regreso a nuestro hospedaje, un almuerzo rápido sirvió de preámbulo para comenzar la sesión cultural de la tarde, que nos llevó hasta el Monasterio de Santa Clara, donde un pintoresco guía nos mostró la colección de belenes que alberga el recinto; a continuación nos desplazamos hasta la villa romana de Olmeda, que destaca por su colección de mosaicos y ya de vuelta a nuestro alojamiento, en el monasterio, pudimos visitar su interesante claustro gótico .
El jueves, 23 de agosto, fue sin duda una etapa especial. Ese día, además de señalar el ecuador de nuestro viaje, nos permitió dejar tras nuestros pasos la provincia de Palencia y entrar en la de León, pero lo más importante es que nos condujo hasta la explanada donde una pequeña ermita y la Puerta de Sahagún, nos señalaban que ya habíamos recorrido la mitad del trayecto del Camino francés, sobra decir que dicho acontecimiento quedó plasmado en fotos y videos, que mantendrán vivo el momento, en nuestra memoria.
Con entereza de ánimo, seguimos avanzando por tierras leonesas hasta Sahagún, acompañados en todo momento por una hilera de árboles, cuya sombra da alivio y cobijo al peregrino. Con la vegetal compañía llegamos a Bercianos, población que ponía fin a la travesía del día.
Ésta fue también la jornada en la que Carmen extravió la bandera que nos acompaña desde que iniciamos el Camino en 2015, pero que gracias a la intervención de “Santi” y de nuestro compañero Luis Capa, finalmente pudo ser recuperada y volver junto a su dueña.
De regreso al hotel, y como ha quedado plasmado en el video, nos despedimos de manera divertida del pediluvium que tanto confort dio a nuestros cansados pies.
La jornada cultural de la tarde, comenzó con la visita a la Iglesia de San Miguel y el Castillo de Ampudia (nunca imaginamos lo que podían proporcionar la galletas), seguida de la visita a la Iglesia de Santa Eulalia, en Paredes de Navas, cuyas policromadas tejas confirmaron el dicho castellano que dice: “no compres cosa vieja, a no ser que sea una teja”, y finalmente concluyó con la despedida de Noelia, una mujer que con su profesionalidad y buen hacer, ha hecho que muchos de nosotros veamos en ella a la profesora de historia que nos hubiese gustado tener.
Iniciamos la mañana del viernes, 24 de agosto, con los equipajes preparados para el cambio de alojamiento, en León. Como la travesía se anunciaba algo más larga que las anteriores, todos intentamos cumplir con el horario establecido, y a la hora fijada subimos al autobús que nos dejaría en Bercianos. Con el paisaje leonés siempre a nuestro lado, llegamos a Burgo Ranero, dónde apenas queda rastro de la laguna mencionada en la leyenda que Laida nos contó. Y concluimos la etapa en Reliegos.
Terminada la marcha, nuestro autobús puso rumbo al nuevo alojamiento, el hotel Silken Luis de León. Por la tarde y tras el almuerzo, nuestro dúo de Blancas, conductora del autocar y guía local, nos llevaron hasta Sahagún, allí visitamos el Monasterio de Santa Cruz de la orden de las Benedictinas y el Santuario de la Virgen Peregrina, y pudimos contemplar los ruinas del Monasterio de San Benito y de la Iglesia de San Tirso.
Durante la cena, el sentir general era que la semana había pasado muy rápido.
Llegamos al sábado, 25 de agosto, y nos encontramos una mañana con temperatura algo más baja que la de las jornadas anteriores. Tras la decisión de acortar la etapa y la foto de grupo, nos pusimos en marcha. El itinerario fijado, nos hizo atravesar las localidades de Mansilla de las Mulas, Villamoros de Mansilla y Puente Villarente, esta población debe su nombre al puente medieval de piedra existente en su término municipal, y gracias a la pasarela de madera construida sobre el río Porma, pudimos contemplar la belleza del paisaje circundante. Pocos kilómetros después llegamos a Arcahueja y con ello concluimos, por este año, nuestro Camino de Santiago. Cuando llega este momento, en mi caso particular, existe una mezcla de sensaciones, por un lado alegría y alivio por poder concluir, un año más, una nueva etapa , pero por otro lado, también se despierta un sentimiento de melancolía al saber que dejaré de compartir momentos especiales para mí.
Con los brindis y las fotos de grupo que dan testimonio de la llegada al destino marcado, nos despedimos del Camino hasta el próximo año. Tras el almuerzo, y como corresponde, dimos nuestro adiós a Laida con la despedida entre peregrinos que ella misma nos enseñó.
Las visitas de la tarde, al Monasterio de Gradefes, y al de San Miguel de Escalada, pusieron el punto final a la faceta cultural de nuestro viaje.
Tras la cena, una copa tomada en una pub cercano al hotel, nos sirvió para despedirnos, por este año de la ciudad de León.
El domingo, 26 de agosto, volvimos a madrugar, pero esta vez para poner rumbo a casa. La primera en despedirse fue Conchi, autora del video que, este año, resume la experiencia vivida, a la que agradezco su trabajo y que no pudo compartir el opíparo almuerzo en “Casa Maravillas”, ni recoger las lavandas que Carmen y Mercedes nos entregaron: “¡Gracias por vuestro detalle!”.
Todo lo vivido demuestra que el Camino no es un simple trayecto con un destino final, sino que es un reflejo de la propia existencia, con momentos de esfuerzo y superación, con situaciones de sufrimiento pero también de alegría, con instantes de soledad pero donde también se comparte; que cada uno de nosotros vive a su manera. Pero con independencia de los motivos y de las adversidades sufridas, creo que ninguno de nosotros, se arrepiente de haber realizado. Y que incluso los que dicen que aún no han encontrado el sentido al Camino, ya forman parte él.
“Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pasos.
Que el viento sople siempre a tu espalda.
Que el sol brille cálido en tu cara.
Que la lluvia caiga suave sobre tus campos
Y hasta que volvamos a vernos.
Que Dios te guarde en sus manos”.