Antonio Jesús Bellón Alcántara.Doctor y Académico Correspondiente de Medicina
Carlos Miguel Bellón Crespo. Ingeniero técnico en Informática de gestión
Antonio Jesús Bellón Crespo. Doctor en Derecho y Máster en Seguridad
Afirmaba el doctor José de Letamendi (1828-1897), catedrático de Patología General y Académico de Medicina, que <<Del médico que no sabe más que medicina, ten por cierto que ni medicina sabe>>. Imbuidos del espíritu letamendino comentaremos seguidamente un cuadro considerado por muchos la obra maestra de Domenikos Theotocópoulos, apodado <<El Greco>> (el griego); se trata de <<El entierro del conde de Orgaz>>. Sería una osadía por nuestra parte que pretendiéramos realizar una observación crítica de dicha obra, pues necesitaríamos para ello unos profundos conocimientos de Historia del Arte. Nuestro propósito es mucho más modesto; se trata de resaltar las curiosidades que encierra este cuadro, que fascina a miles de visitantes que lo contemplan en la Iglesia de Santo Tomé de Toledo, su emplazamiento original.
El Greco nació en Candía, capital de la isla griega de Creta, en 1541. Su infancia y mocedad está envuelta en un velo de incertidumbre. Sabemos por él mismo que fue alumno de Tiziano y se le reconocen también influencias de los pintores venecianos Tintoretto, Veronés y Bassano. Cuando el Greco llega a España en 1576, con treinta y cinco años, es ya un pintor plenamente formado. Se dirige a Madrid, con la pretensión de ser pintor de la corte de Felipe II. Éste le encarga el cuadro <<El martirio de San Mauricio>>, que no fue del completo agrado del monarca, por lo que el Greco, desilusionado, se traslada a Toledo, donde se instala definitivamente a partir de finales de 1576 o principios del 1577.
El cuadro que nos ocupa, <<El entierro del conde de Orgaz>>, es una de las obras más populares del pintor. Inspirada en las milagrosas exequias del caballero don Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz, fallecido en 1320, cuyo cadáver, según la leyenda, fue enterrado en la iglesia de Santo Tomé de Toledo por las propias manos de San Agustín y San Esteban, en reconocimiento a sus muchas obras de caridad. El cuadro le fue encargado al Greco en 1586 por el párroco de dicha iglesia D. Andrés Núñez, que quiso así perpetuar la tradición del milagro antedicho.
El cuadro es un óleo mediopuntado de grandes dimensiones (4,80 x 3,60 m) y fue pintado en un lienzo de una sola pieza de grano fino llamado mantelillo (figura 1).

El lienzo aparece dividido en dos partes por una línea horizontal de cabezas de caballeros y clérigos contemporáneos, no del señor de Orgaz (fallecido en el siglo XIV), sino del Greco (siglo XVI): arriba, el cielo; abajo, la tierra.
En un cielo abierto en gloria, los bienaventurados contemplan la presentación ante la <<Deisis>> de los bizantinos (Cristo juez, la Virgen y San Juan Bautista), del alma del señor de Orgaz que, en forma de niño translúcido, es conducida por un ángel a través de un estrecho conducto. (Figura 2).

En la Gloria, entre los bienaventurados aparece, curiosamente, la figura de Felipe II que murió en 1598, es decir, 12 años más tarde de la factura del cuadro. Es impensable que el Greco hubiera osado pintar a Felipe II muerto (aunque fuera en la Gloria) cuando aún vivía; conociendo al monarca, este hecho, de haberse producido, le habría costado muy caro al pintor por lo que, presuntamente, el Greco lo añadió después de su muerte. El monarca aparece con gola y la característica mano en el pecho. (Figura 3).

Se ha interpretado la inclusión del monarca entre los bienaventurados como una muestra de la falta de resentimiento del Greco hacia el rey por el “rechazo” de su cuadro <<El martirio de San Mauricio>>; Felipe II no lo consideró adecuado para un altar, seguramente por los desnudos que contiene. Pero pudo haber también otra razón y es que como afirmaba otro pintor, Navarrete el Mudo: <<Los santos se han de pintar de manera que no quiten la gana de rezar ante ellos>>. El Greco no olvidaría jamás la lección de su antecesor Navarrete el Mudo: los santos pintados han de inspirar devoción y el pintor ha de ser un catalizador de la piedad de su tiempo.
También en la Gloria, a la izquierda, podemos reconocer a San Pedro con las llaves del Cielo, a Noé apoyándose en el arca, a Moisés con las Tablas de la Ley y a David tocando el arpa (figura 4).

En cuanto a la tierra, a la derecha, aparece el cura oficiante del entierro, don Andrés Núñez, ensimismado en sus rezos; a su izquierda, el sacristán con sobrepelliz mira hacia arriba observando la llegada al cielo del señor de Orgaz. En cuanto a los caballeros que aparecen retratados, lo que sabemos con seguridad es que eran personas cercanas al Greco: miembros de la nobleza toledana y ciertos eclesiásticos y eruditos
A la izquierda aparecen unos frailes que representan a las tres órdenes religiosas: franciscanos, agustinos y dominicos, que solían asistir a los entierros de los nobles.
Entre el fraile dominico y un caballero de la orden de Santiago aparece un autorretrato del El Greco (figura 5).

Debajo de la hilera de personajes y ocupando el centro se encuentra la escena principal del cuadro. San Agustín, uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia aparece como un anciano barbado con mitra y capa episcopal (recordemos que fue obispo de Hipona). San Agustín se encuentra representado como el cardenal Gaspar de Quiroga, el cual otorgó la correspondiente licencia para la ejecución del cuadro. Con la ayuda de San Esteban, diácono y protomártir, depositan entre ambos el cadáver del señor de Orgaz, que luce una rica armadura damasquinada (figura 6).

En realidad D. Gonzalo Ruiz de Toledo no fue conde, sino señor de Orgaz, ya que el título de conde lo recibieron sus descendientes en el siglo XVI.
Y llegamos al punto más curioso del cuadro: en el extremo inferior izquierdo del mismo nos llama la atención la presencia de un niño de 8-10 años. ¿Qué hace un niño en un ambiente tan lúgubre como es una inhumación? Todos los autores están de acuerdo en que se trata de Jorge Manuel, hijo de El Greco y de Dª Jerónima de las Cuevas, a quien su padre quiso inmortalizar en el lienzo. El niño porta un hachón en su mano derecha, mira fijamente al espectador y con su mano izquierda le señala el milagro (figura 7).

Va vestido de gala y de la faltriquera de sus calzas asoma un pañuelito donde puede leerse en griego la firma del pintor: <<Doménikos Theotocópoulos epoiei>> (Dominico Theotocópuli lo hizo) y una fecha: 1578 (figura 8).

Pero tenemos la certeza de que el Greco comenzó a pintar el cuadro en 1586 y lo finalizó en 1588. Todos los expertos coinciden en que la fecha de 1578 es la del nacimiento del niño, pero ninguno de estos eruditos aclara por qué anotó esta fecha en lugar de 1586, por qué estampó su firma en una prenda personal de su hijo y por qué utilizó el verbo griego poieo; dicho verbo, según el diccionario griego-español significa en su primera acepción hacer, fabricar, y en su quinta acepción engendrar, pero ninguna con el significado de pintar. El verbo poieo, en su primera acepción, hacer, fabricar es muy utilizado en la terminología médica (hematopoyesis, eritropoyesis…).
En estas circunstancias, ¿sería muy aventurado pensar que el mensaje que quiso transmitir el Greco para la posteridad fue: Yo he hecho el cuadro y he hecho (he engendrado) al niño? Dejamos esta pregunta en el aire para que cada cual se dé su propia respuesta. Nosotros no descartamos en absoluto esta posibilidad, ya que sabemos que El Greco era un tanto atrevido y arrogante.