Miguel Fernández-Melero Enríquez – Jefe de la Asesoría Jurídica
No puedo negar que, entre mis muchas aficiones, hay una que sobresale: me refiero al cine. No solo me interesan los actores, el director, la escenografía, los decorados y todos los demás elementos técnicos y artísticos de los que se puede disfrutar. Sobre todo, lo que más me llama la atención es el guión.
Entre las grandes películas las hay americanas, francesas, británicas, italianas y últimamente me están interesando las alemanas y las escandinavas. No se pueden olvidar algunas españolas. Y la forma de ver cine también cuenta, pues cada una tiene su punto. Puede ser en una sala oscura rodeado de desconocidos, o en casa junto a las personas a las que se quiere y disfrutando de la cena.
Entre los temas que son de mayor interés se encuentran los de catástrofes, héroes contra villanos, de venganza, de médicos, de abogados, westerns, etcétera. Pero, para mí, las más emocionantes son las películas de suspense. Sean de largometrajes o de series de televisión.
Especialmente disfruto cuando el sagaz detective procede a interrogar al desprevenido sospechoso con agudas preguntas, que le dirigen hacia la inevitable perdición, rodeándolo como hacen los tiburones con sus presas y, cuando están a punto de asestarle el mortal mordisco, el interrogado le suelta las palabras mágicas.
No le dice “abracadabra”, ni “ábrete sésamo”, ni ninguna otra al uso. Lo que el agobiado interrogado le dice al hábil, inteligente, experimentado, ingenioso y diligente preguntador es simplemente lo siguiente: “quiero un abogado”.
A partir de aquí las cosas cambian. El interrogador se retira frustrado y el problema empieza a verse de otra manera.
La conclusión de todo esto, y a lo que quiero llegar desde el principio, es que cuando el colegiado se encuentre citado por la Comisaría, por la Guardia Civil, por el Juzgado, por el Inspector del SAS, por el Gerente del Hospital, o por quien sea, y se presuma que la cosa huele a problema jurídico, haría bien en llamar a su abogado, para lo cual no tiene sino que entrar en la página web de su Colegio de Médicos, o en la aplicación que todos los colegiados deben llevar en su móvil. Ahí hay un teléfono de urgencias en el que se le puede atender y ayudarle a enfrentar el problema.
Y la semana que viene, más.