Marina Gómez Ríos.
Si nos pidieran un adjetivo para nuestro viaje, probablemente el primero que nos vendría a la cabeza a la mayoría de nosotros sería el de lluvioso. Una vez leí que se puede conocer bastante bien a una persona por la manera en la que se comporta en tres situaciones: un día lluvioso, el equipaje perdido y las luces de navidad enredadas. En nuestro viaje tuvimos varios días de lluvia pero nuestro grupo siempre estuvo alegre, cordial y animado, demostrando con ello ser excelentes compañeros de viaje, por eso estoy segura que todos recordaremos este viaje como entrañable.
Nuestra primera jornada comenzó temprano, a las 3h 40’ subimos los primeros viajeros al autocar, que tras completar puntualmente la recogida de pasajeros, nos llevó al aeropuerto de Jerez. Los trayectos aéreos Jerez-Madrid, Madrid-Zagreb trascurrieron sin incidencias y a las 13h 30’ llegamos a nuestro destino, Zagreb, la ciudad de los cientos de corazones que nos recibió con un cielo plomizo y una llovizna ligera . Allí nos reunimos con Bernarda, nuestra guía croata (que más tarde sería rebautizada por Ángel con el nombre de Dulcinea).
Como la lluvia no nos daba tregua empezamos a sacar de los equipajes impermeables, gorros y paraguas y nos pusimos en marcha hacia el centro histórico de la ciudad cuyo núcleo es la Plaza de ban Josip Jelacic y la Fuente Mandusevac. Nuestro guía local nos contó que debajo de esta fuente se encuentra un manantial, del que según la leyenda surge el nombre de Zagreb, cuando el gobernador pidió a una campesina coger (coger=zagrabiti) agua para mitigar su sed. Y que el casco antiguo de la Zagreb de hoy surgió de la unión de dos poblaciones, la administrativa Gradec y la religiosa Kaptol.
En nuestro peatonal trayecto pudimos ver la Catedral de la Asunción de la Virgen María, rodeada por una muralla renacentista y frente a la que se encuentra una fuente en la que destacan las doradas figuras de la Virgen y cuatro ángeles. La Puerta de Piedra que da acceso a una pequeña capilla , auténtico lugar de peregrinaje , donde los devotos muestran su agradecimiento a la Madre de Dios. La calle Kametina, donde se encuentra la farmacia más antigua de Zagreb. La Iglesia de San Marcos, que da nombre a la plaza, y en cuyo tejado destacan los escudos del reino formado por Croacia, Dalmacia y Eslovenia, y el de la ciudad de Zagreb. Y finalmente el funicular más corto del mundo, que con su trayecto de 66 metros une la Ciudad Alta y la Ciudad Baja. Con cansancio en el cuerpo, frialdad en los pies, pero con ánimo intacto, pusimos rumbo a nuestro hotel.
Nuestra segunda jornada nos permitió conocer el mercado de Dolac, cuyos puestos constituyen todo un universo de colores, olores y sabores. Visitamos el cementerio de Mirogoj, donde yacen importantes personalidades croatas, pero que con su impresionante vegetación, monumentales arcadas, pabellones y cúpulas hacen que este lugar dedicado a conmemorar la muerte sea también un maravilloso parque y una auténtica galería de arte al aire libre.
Protegidos por nuestro autocar de las inclemencias del tiempo, terminamos con un tour que nos permitió admirar la cadena de parques conocida como la “Herradura verde” y edificios emblemáticos como la Estación General de Ferrocarriles, la Academia de Ciencias y Artes y el Teatro Nacional, cuyas elegantes fachadas amarillas nos hace recordar que en un momento de su historia Croacia perteneció al fastuoso imperio austro-húngaro.
Abandonamos Zagreb con un cielo tan gris como el que encontramos a nuestra llegada y pusimos rumbo a la Península de Istria. La meteorología nos concedió una tregua y tras una serpenteante carretera, llegamos a la localidad de Opatija. Cuando se llega a esta localidad, se tiene la sensación de estar en la Costa Azul. Su paseo marítimo cuenta con numerosos restaurantes , playas adaptadas con plataformas de cemento donde se toma el sol y elegantes hoteles de la etapa austrohúngara.
El paseo marítimo es la arteria central de Opatija. En él se encuentra la réplica croata del Paseo de la Fama, donde aparecen las estrellas nacionales, cuyos nombres nos eran desconocidos en su mayoría. Nuestra guía nos señaló la estrella de Nikola Tesla, inventor de la bobina para el generador eléctrico de corriente alterna, y la de Drazen Petrovic, jugador de baloncesto que fue fichado por el Real Madrid. También en este paseo está la Muchacha con la paloma, que recuerda a la sirenita de Noruega.
La jornada terminó con un auténtico fin de fiesta en el bar del hotel, donde nuestro grupo consiguió contagiar con su alegría a clientes y viandantes. Y todos juntos pudimos disfrutar de unas horas de baile.
En nuestra maratoniana tercera etapa, primero nos dirigimos a Pula. En esta pequeña localidad de Istria nos esperaba Dvorek, nuestro guía local que en un español con acento canario nos mostró los detalles del Anfiteatro y que, al coincidir en una de las entradas con un grupo de turistas americanos, les dejó pasar diciendo: “ellos tiene prisa, nosotros vivimos”. Después nos encaminamos al centro donde nos mostró la Puerta de Herculés y el Arco de los Sergios. Nuestro paseo por Pula finalizó frente al Templo de Augusto.
A continuación nuestro autocar puso rumbo hacia Rovinj. Esta pequeña localidad costera del Adriático muestra una marcada influencia italiana. Su mayor atractivo turístico son las callejuelas de su casco antiguo repletas de tiendecitas de artesanía y pequeñas galerías de arte y la Basílica de Santa Eufemia, cuya Campanile recuerda a la de San Marcos en Venecia. En el interior de la Basílica está el sarcófago con las reliquias de la santa, pero quizás sea el exterior el aspecto más reseñable, ya que desde este enclave se tiene una maravillosa vista de la costa adriática, por ello se entiende que fuese el lugar elegido para la celebración de la boda con la que coincidimos.
El último destino de la jornada fue Porec. Nuestra guía local nos llevó a la Basílica Eufrasiana, pero -coincidencias de la vida- en esos momentos se estaba celebrando una boda y tuvimos que esperar a que finalizara la liturgia para entrar. Una vez dentro de la iglesia conocimos que unos de los sacerdotes que se encontraban en la ceremonia era un español originario de Valencia, y pudimos contemplar los hermosos mosaicos bizantinos del altar. Finalizada la visita a esta Basílica, Patrimonio de la Humanidad, atravesamos la calle principal, la Decamanus, que aún mantiene el mismo nombre que tuvo en época romana y finalizamos nuestro recorrido en la plaza donde se estaba celebrando una fiesta medieval.
El cuarto día de viaje nos llevó en primer lugar a Rastoke, un pequeño poblado al borde del río, con casas en cuyas fachadas cuelgan macetas cargadas de flores y que podría servir para ilustrar cualquier cuento de hadas. Pero el destino estrella de esta jornada era sin duda la visita al Parque Nacional de Plitvice. El parque es uno de esos lugares que uno imagina espectacular cuando se ve por televisión, pero que supera cualquier expectativa cuando se tiene la oportunidad de verlo en la realidad. El Parque Nacional de los Lagos de Plitvice está declarado Patrimonio de la Unesco y se divide en dos zonas: los Lagos Superiores y los Inferiores. Nosotros visitamos los Lagos Inferiores, y aunque la lluvia nos acompañó gran parte del recorrido y deslució el trayecto, la visión de la densa vegetación, las cascadas y el impresionante color azul turquesa del agua es una de esas imágenes que uno guarda para siempre en su memoria.
Nuestro quinto día estuvo marcado por una lluvia torrencial. En esta etapa de carretera quedó demostrada la profesionalidad de Luca, el chófer de nuestro autocar. La cantidad de agua caída nos impidió visitar la localidad de Zadar, al sufrir ésta inundaciones y el cierre de sus accesos.
La llegada a Trogir vino acompañada de una tregua con la lluvia y nos permitió pasear por su pequeño casco antiguo, subir a la torre de la Catedral de San Lorenzo y escuchar kapla en directo.
Split fue el último destino del día. Uno no puede evitar sentirse parte de la historia, cuando entra al Palacio de Diocleciano, una auténtica ciudad de 36.000 metros cuadrados, que en el siglo VII sirvió de refugio a los habitantes de la destruida Salona y que en la actualidad constituye el auténtico centro de esta ciudad, Patrimonio de la Humanidad declarada por la Unesco. En el interior del Palacio se encuentra el octogonal mausoleo de Diocleciano, hoy convertido en la Catedral de Split, así como numerosos rincones con toda una variedad de estilos arquitectónicos. Si de día el Palacio de Diocleciano resulta monumental, de noche parece casi mágico.
Nuestra sexta jornada de viaje nos llevó a Mostar. Esta ciudad de Bosnia-Herzegovina, surcada por el río Neretva, fue una de las ciudades más castigadas en la aún reciente guerra de los Balcanes. Nuestra guía local nos contó que durante años Mostar fue centro de encuentro de diferentes culturas y civilizaciones donde convivieron bosnios musulmanes, católicos y serbios ortodoxos. Mostar era la ciudad donde más matrimonios mixtos se celebraban. Pero al estallar la guerra de Bosnia, musulmanes y católicos lucharon juntos para expulsar a los serbios y una vez conseguido este objetivo, musulmanes y católicos se enfrentaron entre sí, en una sangrienta guerra civil. El Puente Viejo, símbolo de convivencia entre cristianos y musulmanes, fue bombardeado en noviembre de 1993 por la milicia croata y con ello dio comienzo una contienda que terminó con miles de muertos. Ahora, que en nuestro país existe un evidente clima de crispación, la visita a Mostar nos dejó un cúmulo de sensaciones, por un lado te embarga cierta congoja al observar fachadas severamente dañadas o destruidas por los impactos de las balas y los bombardeos acontecidos en una guerra civil librada hace sólo 20 años. Pero también se despierta el alivio de ver cómo la ciudad ha sabido reconstruirse y recuperar la convivencia, y cierto orgullo patrio al escuchar el agradecimiento que el pueblo bosnio muestra por el trabajo realizado por nuestro ejército en las labores de reconstrucción del puente y de ayuda a la población civil.
También en Mostar vivimos simpáticos momentos durante la visita a una casa típica turca y pudimos compartir con nuestra compañera Remedios la celebración de su cumpleaños.
Tras cruzar nuevamente la frontera, volvimos a territorio croata y pusimos rumbo a Dubrovnik. La meteorología nos premió con un luminoso y caluroso día en nuestra séptima jornada y así pudimos disfrutar de la justamente denominada “Perla del Adriático”. Nuestra guía local, una auténtica enamorada de su ciudad, nos esperaba a las puertas de la muralla que envuelve el espléndido casco antiguo de Dubrovnik. Desde este punto iniciamos nuestra visita por la ciudad antigua que guarda enclaves tales como la Fuente de Onofrio, la Iglesia de san Salvador, la Iglesia de los Franciscanos, con su farmacia famosa por ser la tercera farmacia más antigua del mundo que aún continua funcionando y por la elaboración de sus cremas faciales y corporales; el Palacio Sponza, la Iglesia de San Blas, el Palacio de los Rectores y la Catedral, en la que destaca el altar dedicado a San Juan Nepomuceno.
Pasear por la Explanada de Ruder, la Iglesia de san Ignacio y el Colegio de los Jesuitas es estar dentro de un decorado de Juego de Tronos.
Tras el almuerzo embarcamos para llegar a las Islas Elaphiti. Durante el trayecto pudimos disfrutar del buen tiempo y degustamos rakija de hierbas y de cereza. Este licor de alta graduación es la bebida típica croata. Para terminar la jornada nos refrescamos en las aguas del Adriático y degustamos nuestra última cena en territorio croata.
Casi sin darnos cuenta llegó el día 14 y con él el regreso a nuestros hogares. Pero antes de llegar al aeropuerto de Dubrovnik, una última parada para contemplar la belleza de este enclave y las verdeazuladas aguas del Adriático.
San Agustín dijo: “El mundo es un libro y aquéllos que no viajan sólo leen una página”. Yo aspiro a leer muchas páginas y si es compañía de tan buenos viajeros, mucho mejor . ¡Hvala (gracias) a todos y hasta pronto!