Dr. José Miguel Merino Aranda. Vocal Comisión Deontología Colegio Médico Cádiz
La profesión de médico empieza con el primer ser humano que tuvo conciencia de enfermedad. Cuando uno enferma, sufre física y moralmente, se siente disminuido, desconcertado y asustado; no entiende lo que le pasa y siente la necesidad de ayuda.
Siguiendo a Eliot Freidson, en su libro “Profesionalism, The Third Logic “ 1 distingue entre tres tipos de trabajos en las sociedades complejas actuales; en primer lugar, un trabajo no especializado, que puede desarrollarse disponiendo del conocimiento ordinario, al que tiene acceso prácticamente toda la población ooccidental.
En segundo lugar, un trabajo especializado, que requiere un aprendizaje más formal y unos conocimientos y habilidades específicos de la labor a realizar; lo que llamamos oficio.
Por último, las profesiones que, además de requerir conocimientos y habilidades bien determinados, requieren también actitudes específicas y un largo proceso de educación y de evaluación reglados para cumplir con los estándares establecidos.
Por su parte, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, en la tercera acepción que da a la palabra profesión hace referencia a la acción de profesar –y en especial profesar en una orden religiosa– lo cual conlleva implícito un cierto compromiso con unas normas (código) específicas de la institución en la que se profesa. Atendiendo a estas definiciones, es obvio que la medicina, aunque requiere oficio –cosa que con frecuencia nos gusta recordar– entra de lleno en la categoría de profesión.
Mediante su profesión el médico establece entonces una relación asimétrica con un enfermo ignorante de lo que le sucede, sufriente y asustado, y un sanador “sabio” dispuesto a ayudarle.
Por lo asimétrico de esta relación y por el hecho comprobado de que tarde o temprano todos necesitarán su ayuda, la sociedad respeta al sanador y le otorga algunos privilegios (credibilidad, estatus social, poder).
En las sociedades modernas, sin embargo, estos privilegios tienen una contrapartida: el compromiso de adoptar unas actitudes específicas y de justificar una formación, evaluación y titulación regladas que darán al oficio la categoría de profesión. Es lo que se ha venido en llamar el contrato social en virtud del cual la sociedad confía en sus profesionales 2.
Este contrato social hunde sus raíces en un código ético, es el llamado Código de Deontología, el cuál debe asentarse en tres principios básicos:
1. La primacía del bienestar del enfermo: el médico debe servir al interés del paciente; las presiones sociales y de mercado, así como las exigencias administrativas, no deben comprometer este principio.
2. El respeto por la autonomía del paciente: el médico debe facilitar a sus pacientes la toma de decisiones libres, autónomas y bien informadas, en relación con su tratamiento. 3. La justicia: el médico debe promover la distribución equitativa de los recursos sanitarios, trabajando activamente contra cualquier tipo de discriminación en el sistema sanitario
3. Porque como dice Albert Jovells la medicina basada exclusivamente en la efectividad, tal vez cure, pero no cuida. Para curar cuidando es preciso que el profesional incorpore en sus actitudes aquellos valores tradicionales que hicieron de la medicina una profesión humanística: altruismo, compasión, atención al sufrimiento, a los sentimientos del enfermo y a sus necesidades afectivas, diálogo y deliberación, información eficaz, interés en crear confianza (veracidad, intimidad, confidencialidad, fidelidad), afectividad en suma.
Valores que la masificación, la tecnificación excesiva –entendida como fin más que como medio– y la cultura del pragmatismo que invade la sociedad y la medicina actual, han desplazado del día a día de la relación médico-enfermo.
Es por tanto imprescindible, contemplar la dimensión ética de la actividad médica para alcanzar la calidad asistencial que el paciente necesita. En otras palabras: la evidencia científica y las normas legales, por si solas se muestran insuficientes para subvenir las necesidades de salud del ser humano
4. En síntesis, decimos que el Derecho establece una ética de mínimos que sería imperativa y exigible incluso coactivamente, pero sin perder de vista que en la práctica sólo la ética personal del profesional puede alcanzar una relación médico-paciente impregnada de humanidad, confianza y respeto.
Por tanto, es mucho y muy importante lo que queda en manos de la ética personal de los médicos a la hora de alcanzar la excelencia en la calidad asistencial. La sociedad y los ciudadanos confían en que así sea; es decir en que un médico por el hecho de decidirse a ejercer esta profesión, asume un exigente compromiso de lealtad hacia el paciente, con un generoso y sincero interés por hacer las cosas del mejor modo posible, en definitiva asume un Código de Deontología
5. Por tanto, efectividad, afectividad, cortesía, respeto a la autonomía del paciente, eficiencia, compromiso con la sociedad, respeto al código deontológico, compromiso con el progreso de la ciencia médica y con la transmisión de conocimientos, habilidades y actitudes y compromiso con la profesión son, junto con la actitud de anteponer los intereses del paciente a cualquier otros, los principales valores de la profesión y constituyen los principales elementos del denominado contrato social, cuya presencia o ausencia han de guiar el juicio que pueda hacerse acerca de la mayor o menor bondad de un profesional médico
6. Los médicos aún estamos a tiempo de conocer los principios de la deontología que, como he intentado transmitir en este sencillo artículo, nos van a ser muy útiles en nuestra actividad profesional diaria en beneficio de nuestros enfermos y de nosotros mismos.
Pero además sería conveniente que nuestros futuros médicos tuvieran la oportunidad de adquirir estos conocimientos durante su formación pregrado para que no se tengan que preguntar como muchos de nosotros, con años de actividad profesional, ¿para qué sirve la Deontología?
BIBLIOGRAFÍA
(1) Libro “Profesionalism, The Third Logic “(Profesionalismo, la tercera lógica) Ed. Prensa Universidad Chicago 2001, Eliot Freidson.
(2) Medicina y Bioética: ¿Qué significa ser un buen médico? Rev. Bioética y Derecho no32. Barcelona 2014. Josep Terés Quiles. Catedrático jubilado de Medicina de la Universidad de Barcelona. Presidente de la Comisión de Deontología del COMB.
(3) Medical Professionalism in the New Millennium: A Physician Charter. Annals of Internal Medicine en 2002 (American Board of Internacional Medicine American College of Physician Fundation y European Federation of Internal Medicine),
(4) La Bioética una necesidad en el mundo actual. Rev. Médica. Hosp. Nac. Niños vol.39 n.2 San José (Costa Rica) 2004. Dr. Rafael Jiménez Bonilla.
(5) La Bioética una necesidad en el mundo actual. Rev. Médica. Hosp. Nac. Niños vol.39 n.2 San José (Costa Rica) 2004. Dr. Rafael Jiménez Bonilla.
(6) Medicina y Bioética: ¿Qué significa ser un buen médico? Rev. Bioética y Derecho no32. Barcelona 2014. Josep Terés Quiles. Catedrático jubilado de Medicina de la Universidad de Barcelona. Presidente de la Comisión de Deontología del COMB.