Por Francisco Cardenete
Corría el siglo XVI cuando el insigne comediógrafo y literato Lope de Vega escribía aquellos versos que decían:
“Un soneto me manda hacer Violante,
en mi vida me he visto en tal aprieto;…”
pues si él se encontró en un aprieto, ¿cómo podría yo definiros cómo me sentí cuando Antonio Modelo me pidió que me encargara de hacer la crónica del que terminaría siendo magnífico viaje a Sudáfrica organizado por el Excmo. Colegio Oficial de Médicos y la Agencia de viajes del Corte Inglés, o lo que es lo mismo, Carmen Sebastianes y Ángel Martín, con motivo del décimo aniversario del inicio de las actividades del grupo de viajes del Colegio, para lo que pensaron en repetir, mejorado al parecer, el primer viaje que se organizó allá por el año 2009?
Seguía luego diciendo el insigne López de Vega en el referido soneto:
“.. Yo pensé que no hallara consonante…”,
pero yo he tenido sobre él una ventaja: he contado con la maravillosa crónica que, del pasado viaje a Canadá, hizo Margarita en esta misma revista y a ella (a la crónica, por supuesto) me agarro para tener una referencia de cómo se hace un buen trabajo. Veremos si lo consigo. ¡Vamos a ello!
El jueves 24 de octubre no nos despidió, en esta ocasión, “…un día de levante, pero levante levante…”, como ocurrió el año anterior. En esta ocasión, quienes quisieron salir a despedirnos fueron algunos compañeros del sindicato CSIF que, al parecer, habían convocado una manifestación delante de Hospital Universitario Puerta del Mar y que, gracias a la profesionalidad de nuestro “Ángel”, que en este viaje ha estado ayudado por Luis Carlos (otro miembro, ya, más de la familia) pudimos evitar. Fue por lo que nuestra partida se hizo no con puntualidad suiza, lo siguiente. Y así, con antelación sobre el horario previsto, para evitar el colapso que podría originar la manifestación, nos recogió el autobús que debía llevarnos en una primera etapa, hasta la estación de Santa Justa, en Sevilla, para tomar el AVE destino a Madrid.
Una vez completada la recogida de todos los compañeros de viaje, muchos pudimos comprobar que “la familia” se había vuelto a reunir casi al completo, con algunas ausencias significativas, pero también con algunas nuevas incorporaciones.
Una última pasajera en incorporarse al autobús, que fue una sorpresa para todos, fue nuestra Carmen (Carmen Sebastiane) que, como si le costara trabajo despedirse de “sus niños” que se iban de viaje sin ella, nos acompañó hasta Sevilla. Ella seguiría trabajando, nosotros, de vacaciones.
Cumpliendo el horario previsto, llegamos a la estación de Santa Justa con tiempo suficiente para tomarnos, aquellos que lo quisimos, un café o una cerveza y comprar algo para hacer un pequeño almuerzo en el tren.
A nuestra llegada a Atocha, un autobús nos recogió y nos llevó hasta el Aeropuerto Adolfo Suarez, para coger nuestro primer vuelo hasta Dubái.
Llegados a Dubái, después de haber hecho todos los trámites del transbordo, estando esperando en la zona de embarque, empezamos a escuchar los primeros compases del himno oficioso del Cádiz C.F. de Manolito Santander, “Me han dicho que el amarillo está mal visto por los artistas…” y aparece Isidoro, con un grupo de compañeros, cantando y enarbolando la bandera con los colores y el escudo del Cádiz C.F. No sería la única vez que se oirían esos acordes a lo largo del viaje.
25 de octubre. A las 16:30, hora local, tras veintinueve horas de viaje, pisamos suelo sudafricano en el Aeropuerto Internacional de Ciudad del Cabo (Kaapstad Internasionale Lughawe en afrikáans). Un viaje largo, pero que no disminuye la ilusión y el “buen rollito” entre la tropa. África nos recibe con cielo nublado y ligera llovizna. ¡Y nosotros cargados de botes de protectores solares y de repelentes para los mosquitos…!
En el aeropuerto nos recoge un autobús que nos acompañaría durante todo el tiempo que permaneciésemos en Ciudad del Cabo y nos llevaría más tarde a Johannesburgo, con nuestro guía Ian. Al subir al autobús, se nos obsequia con un a modo de picnic individual dado que, por la hora, ya era difícil comer de forma ordenada en algún restaurante.
El traslado hasta el hotel se ve enriquecido por las explicaciones que nos va dando Ian. Ciudad del Cabo, con una población aproximada a los 4.000.000 de habitantes, se encuentra situada al sur de Sudáfrica, en una olla, rodeada por inmensas moles de granito que forman una barrera con el resto del país: La Montaña de las Señales, La Cabeza de León, Table Mountain o Los doce Apóstoles, entre otras.
Finalmente, llegamos a nuestro hotel, Hotel The Commodore, donde nos repartieron las habitaciones asignadas y, tras la correspondiente apertura de maletas, una buena y reconstituyente ducha, algo de descanso y arreglarse, salir a las 20,00 horas, dando un paseo, a cenar al Restaurante City Grill, situado en la zona del Waterfront, donde mismo estaba nuestro hotel, y donde hicimos nuestra primera comida africana, bañada con buena cerveza.
Tras la cena, dimos un pequeño paseo por la zona del Waterfront, una cosa parecida al Puerto Banús marbellí, pero sin tanto lujo, en torno a un pequeño puerto. En nuestro paseo incluimos el paso por una pequeña plaza donde se erigen cuatro estatuas algo mayores que el tamaño natural, de los cuatro premios nobeles de la paz sudafricanos: Nelson Mandela, Frederik Willen de Klerk, Desmond Mpilo Tutu y Albert John Luthuli. Vimos, sobretodo las mujeres, algunas tiendas que aún permanecían abiertas y las que no, vimos los escaparates, y nos fuimos al hotel a descansar. Nos lo teníamos merecido.
26 de octubre. Amanece un día espléndido, pero sin un calor agobiante. !!Y nosotros, todos embadurnados de crema de protección solar y repelentes de mosquitos¡¡
Tras un desayuno en el buffet del hotel, partimos rumbo a Hout Bay, donde embarcaríamos para visitar la isla Duiker, donde habitan una extensa familia de Focas del Cabo (Artocephalus pusiUus) y el Bank Cormoran (Phalacrocorax neglectus), aunque a decir verdad, los cormoranes no sé si estaban o no, la cosa es que todos nos fijamos en las focas.
Hasta llegar a Hout Bay tuvimos que recorrer el llamado Chapman’s Peak Drive, o Paseo de Chapman’s, una carretera angosta, literalmente tallada en la roca sedimentaria que descansa en un suave declive de la superficie de una base sólida compuesta por granito, labrada por mano de obra convicta y que tardó siete años en abrirse y costó 40.000 rams.
En el camino, pudimos contemplar el Leopardo de bronce sobre una roca, mirando al mar, en Flora Bay. Fue esculpido y donado por un escultor local, Ivan Mitford Barbeton, en memoria de los leopardos que abundaban en el bosque de Hout Bay
Una vez en el poblado de Hout Bay, -poblado que remonta su antigüedad a 1607, antes llamado Chapman’s Chaunce, cuando John Chapman navegó su bahía. En 1652 cuando el holandés Johan van Riebeek llegó a El Cabo, la renombró con el nombre de “Hout Baaitjen” (la bahía de madera) ya que, como el mismo escribió en su diario, era el bosque mas grandioso del mundo y desde entonces se le conoce con ese nombre- al bajarnos del autobús, nos encontramos con un grupo de niñas de corta edad, que nos brindan bailes típicos y canciones, demostrando una agilidad y flexibilidad muy propias de su raza, cosa que se va a repetir en numerosos lugares, unas veces formados los grupos por críos y otras veces por adultos. Embarcarnos en la Calypso, embarcación de la Circe Launches, destino a la isla Duiker. La mar estaba un poco rizada y todos optamos por ponernos en la proa. Allí hicimos fotos parciales de grupo con la bandera del Cádiz C.F. y la bandera española. Todo marchaba bien hasta que en el cabeceo del barco por una de las olas, Ricardo, que en ese momento no estaba agarrado, porque estaba haciendo una foto, quedó suspendido en el aire y, al nuevo contacto brusco con el barco se fracturó el tobillo. Rápidamente, llevábamos médico bordo, Antonio lo atendió y diagnosticó la lesión, lo que obligó, a la llegada de nuevo a puerto, a que fuera evacuado por los servicios sanitarios requeridos.
Llegamos hasta la isla Duiker y, efectivamente, allí nos estaban esperando cientos, quizás miles, de focas que a nuestra llegada se hicieron algunas al mar no por miedo, posiblemente porque la hélice de la embarcación removía algo que era alimento para ellas. Allí estuvimos un rato haciendo fotos a las focas (creo que nadie se fijó en los cormoranes, de hecho no sé si estaban) y volvimos al puerto. Había que desembarcar a Ricardo y Mari Carmen, su mujer, lógicamente también. Nuestro Ángel se hizo cargo de todo (ambulancia, atención hospitalaria, etc.) y quedó con nosotros Luis Carlos.
Pero la vida seguía y nuestro programa tenía que seguir cumpliéndose y así, de vuelta a nuestro autobús, enfilamos camino hacia el Cabo de Buena Esperanza. A lo largo del recorrido nos sorprendió una larga caravana motivada por la presencia de un “papá avestruz” (estos animales, a lo que se ve, tienen implantado lo de la custodia compartida), mientras que la mamá avestruz campaba tranquilamente comiendo por el campo, éste sacaba a pasear a sus polluelos por en medio de la carretera, sin la más mínima preocupación. Descubrimos lo que era el paso del avestruz: calmado, parsimonioso, sin prisas, en suma.
Finalmente, llegamos al Cabo de Buena Esperanza y su faro. Ian nos explicó el sentido de los dos monolitos que aparecían en la carretera coronados por una cruz, dedicados a los primeros descubridores de la zona: Bartolomé Díaz y Vasco de Gama, ambos portugueses.
Antes de llegar al faro, se nos advierte de la posible agresividad de los babuinos, monos que vamos a ver seguro en el enclave. Se nos dan consejos (no llevar mochila ni bolsas, si nos cogen algo no porfiar por ello, que terminan soltándolo si no es comida., etc.) Con precauciones, había monos, nos dirigimos al teleférico para subir hasta el faro y poder apreciar las vistas que desde él se tienen.
Posteriormente nos desplazamos hasta la población de “Simon’s Town”, sede del Cuartel General de la Marina Sudafricana, donde fuimos recibido por otro grupo de niñas danzarinas y almorzamos en un restaurante con vistas a la bahía y con buena comida.
Una vez terminada la comida, salimos a hacer una visita a la colonia de pingüinos africanos, una especie en riesgo de desaparecer, pero que hace unos años cogieron a una pareja y la reinsertaron en este punto, donde han progresado favorablemente, hasta convertirse en una población importante.
Finalizada la visita a la colonia de pingüinos, tomamos de nuevo el autobús y regresamos a Ciudad del Cabo. Durante el regreso se nos comunica que nuestro compañero Ricardo no va a ser sometido a cirugía, por lo que se reincorporará al grupo con una férula y en silla de ruedas…
Tras la ducha correspondiente y los retoques a que hubiera lugar, a las 20:00 hs. salimos hacia el restaurante Pigalle donde se nos ofreció en ambiente selecto y de buena cocina, una excelente comida, suficientemente aderezada con picantes, como al parecer en África es habitual, estando la cena amenizada por una orquesta que actuaba en directo, lo que propició que, en algunos momentos, muchos se lanzaran a la pista a bailar, ya que entre plato y plato, como debe ser también habitual en África, daba tiempo para otros menesteres.
27 de octubre. El tiempo amanece inestable: ventoso, frío y amenazando lluvia…!!Y nosotros, todos embadurnados de crema de protección solar y repelentes de mosquitos¡¡
Nuestro compañero Ricardo y María del Carmen, que anoche ya se unieron al resto en la cena, sólo comparten con el resto del grupo en desayuno. Hoy se quedaran en el Hotel y mañana, Dios mediante, por la noche iniciarán el regreso hacia España. Ángel y el seguro lo han arreglado todo para que así pueda ser.
Nuestro plan inicial, debido a la meteorología, tiene que modificarse: teníamos previsto embarcarnos para hacer un avistamiento de ballenas, pero los barcos no zarpan por el tiempo, en su lugar se organiza un Tour por la ciudad que Ian enriquece con sus explicaciones. Así, subimos al Monte de las señales, desde donde obtenemos magníficas panorámicas de la ciudad. Pudimos avistar el Estadio de Green Point, donde la Selección Española eliminara en octavos de final a Portugal. En nuestro recorrido por la ciudad pasamos junto al Hospital Groote Schuur, donde el 3 de diciembre de 1967 el Dr. Christiaan Barnard realizara el primer trasplante de corazón de humano a humano. Antes, el 24 de enero de 1964 el Dr. James Hardy, en la Universidad de Misisipi en Jackson (Misisipi) realizó el primer trasplante de corazón de un chimpancé a un humano. Recorrimos la zona de los esclavos, caracterizada por su casas de colores; la calle de la Playa, lugar hasta donde en tiempos llegaba el mar y, ahora, se encuentra bastante lejos de allí gracias al terreno ganado; el Castillo de Buena Esperanza, etc.
Finalizada la visita panorámica, partimos hacia la población de Hermanus, donde comimos en el Restaurante The Marine Pop Hermanus. Excelente comida también. Tras la comida, partimos hacia la zona de los viñedos Sudafricanos, una extensión de cerca de 200.00 hectáreas, donde los viñedos soportan unos inviernos fríos y lluviosos, así como unos veranos calurosos, todo ello suavizado por las brisas marinas, dada su cercanía al mar.
Nuestra primera parada fue en la bodega ”Whalehaven”, donde nos ofrecieron una cata con un maridaje sorprendente, al menos para mí, de cuatro tipos de vinos con cuatro tipos de chocolates distintos: Chocolate blanco con flor de naranja, chocolate con leche con rosa y rooibos, chocolate con leche con lavanda y romero y chocolate negro con mezcla de flor de aloe. Una experiencia estupenda, con un maridaje único con los vinos que nos ofrecieron: Sauvignon Blanc, Viognier, Pinot noir y Pinotage, un vino típico de la zona y de muy buen bouquet. Durante la cata pudimos descubrir que llevábamos en el grupo un infiltrado, toda vez que “El Piti” se desveló como magnífico agente de ventas de la bodega, ofreciéndonos la posibilidad de vendernos los vinos que quisiéramos, que serían entregados en destino. Creo que no vendió mucho…
Terminada la cata, partimos hacia la segunda bodega. Mejorado algo el tiempo, nos acercamos hasta la Bodega Creation, donde nos ofrecieron la cata de cinco vinos que también resultaron muy buenos.
Finalizada la jornada enólica, partimos de vuelta hacia Ciudad del Cabo en nuestro autobús. A la entrada de Ciudad del Cabo pudimos contemplar algo que ya habíamos vislumbrado de pasada: kilómetros y kilómetros de chabolas de chapa, fruto del apartheid, si bien algunas empezaban a ser sustituidas por casas de ladrillo de uno, dos o tres colores, según pertenecieran a una, dos o tres familias (como casas adosadas) que va construyendo el gobierno.
Tras la ducha y arreglo correspondiente, partimos hacia el Restaurante Gold, restaurante típico africano, con comida también típica, pudimos degustar ensalada de avestruz, entre otras cosas, y disfrutamos de música étnica africana. Fuimos debidamente pintadas la cara y a alguna, como a Margarita, le hicieron también el tocado típico con un pañuelo.
28 de octubre. Tras el desayuno, partimos rumbo al aeropuerto. El día, nuevamente, con llovizna y otras veces soleado. En el aeropuerto nos despedimos de nuestro guía Ian y del chofer y, con algo de adelanto sobre el horario oficial, despegamos rumbo al Parque Nacional de Kruger.
El Parque Nacional de Kruger, la reserva de animales más importante del sur de África, ocupa una extensión de 18.989 Km2, similar al estado de Israel. En él es posible avistar los “cinco grandes” (elefante, hipopótamo, rinoceronte blanco, leopardo y león). A ello dedicaríamos los siguientes días.
A las 13:05 llegamos al aeropuerto. ¡Qué lejos de la imagen que de un aeropuerto podemos tener! Las instalaciones eran dos barracones de madera y las cintas de equipajes la constituían tres o cuatro personas que trasladaban nuestras maletas en unos carros y luego las iban poniendo sobre el hormigón para que las fuésemos cogiendo.
Aquí sí que se manifestó África con todo o parte de su poderío: temperatura de entre 41 y 43 grados, con una humedad relativa del aire del 18% y cielo entoldado. Allí nos esperaba nuestra nueva guía, Daniela, una Chileno/argentina, casada con un periodista sudafricano y que fue una autentica enciclopedia que nos documentó prolíficamente a lo largo de su permanencia con nosotros. En algunos momentos incluso nos deleitó con alguna coplilla, que por cierto, entonaba bastante bien.
Una vez recogido nuestro equipaje, salimos rumbo al Hotel Kapama en unos jeeps todo terreno, preparados para los safaris fotográficos, con capacidad para 11 ó 14 personas. Todos ellos con dos rangers asignados, uno como conductor y el otro como vistero.
El hotel resultó ser una estructura abierta, diseminada, perfectamente adaptada al entorno y con un ambiente muy selecto. En el camino desde el aeropuerto hasta el hotel, a Conchi se le perdió la cartera con toda la documentación. Rápidamente los eficientes Ángel y Luis Carlos se pusieron en marcha y, a los pocos minutos, ya había aparecido. Se le había caído en el camino. Nos asignaron las habitaciones y, tras un té, a las 16:00 hs., primera salida de safari a ver animales.
Nos distribuimos en cuatro jeeps todoterreno, en una distribución que conservaríamos para las cuatro ocasiones en que saldríamos de safari. Los documentales de National Geographic nos han educado muy mal. De forma inconsciente, pensamos que salir de safari a ver animales es como el ir al zoológico: en tal jaula los leones, en tal jaula las jirafas, etc. Y no, no es así. Hay que hacer muchos kilómetros en el jeep y tener mucha suerte para encontrar ciertos animales. Así y todo, este primer día, pudimos ver impalas, ñus, jabalíes, jirafas, gallinas de guinea y, a última hora de la tarde… ¡el rey!, pero el de la selva: un señor león que, ahíto, reposaba tras una abundante comilona de una jirafa que habían matado entre varios. Estaba tan harto que terminó, ante nuestros ojos, tumbándose a reposar el atracón.
A media tarde hicimos una parada en medio de la sabana para reponer fuerzas y atender a Margarita que sufrió un pequeño corte con una rama. No fue nada. Luego seguimos buscando más animales. Antes de recogernos, pudimos ver a lo lejos como cuatro leonas dormían tranquilamente, seguramente reposando el banquete a costa de la jirafa.
Vuelta al hotel, duchita y cena, para acostarse pronto porque la hora de diana se nos fijó a las 05:00 hs. Para poder salir cuando los animales están buscando la comida y poder verlos entonces.
29 de octubre. Diana a las 05:00. Nuevamente amanece fresco (17º) y nublado. Tomamos un tentempié y salimos hacia nuestro segundo safari. En esta ocasión, además de muchos de los animales avistados el día anterior, vemos cebras, kudus (el antílope más grande de la sabana africana) águila de la sabana, hipopótamos y rinocerontes, que nos permiten estar, una manada que avistamos, a muy escasos metros de ellos. Antes de la parada del segundo tentempié, algunos avistan al paso un leopardo. Volvemos a las nueve para desayunar y tras éste, aquellos que quisimos, salimos a un nuevo safari, esta vez a pié, acompañados por dos rangers debidamente armados, y nos enseñaron a identificar huellas, plantas de utilidad en la sabana, a reconocer el paso de distintos animales y a identificarlos por sus excrementos, así como la utilidad de algunos de ellos.
Hasta la hora del almuerzo tuvimos tiempo para el relax: algunos realizaron algunas competiciones, otros aprovecharon para visitar el spa y otros el Wellnes.
Tras el almuerzo, partimos a nuestro tercer safari motorizado. En esta ocasión pudimos contemplar, además de otros ya avistados, búfalos, nyalas, monos, elefantes –¡son un destrozo para la sabana! – hienas, buitres y, finalmente, al caer la tarde pudimos completar “los cinco grandes” viendo durante un rato al leopardo.
Tras la cena, como hicieron la tarde anterior, cocineros y camareros salieron cantando y bailando danzas típicas, que fueron seguidos por muchos comensales.
30 de octubre. Repetimos horario para salir a nuestro último safari. En esta ocasión los protagonistas vuelven a ser rinocerontes y leonas.
A las 10:30 partimos de Kapama en autobús rumbo a Johannesburgo. El viaje, algo pesado a pesar de las paradas, se nos hizo más ameno gracias a las explicaciones de Daniela que nos habló de las lenguas y costumbres de las distintas tribus sudafricanas. A lo largo del viaje hicimos varias paradas: unas para contemplar el Cañón del rio Blyde y los tres Rondavels, otra para contemplar las Marmitas de la Suerte de Bourke, ambas maravillas originadas por la Naturaleza en su trabajo de erosión, y una en el pueblecito de Graskop para comer en el restaurante Graskop George, y la última en la estación de servicio Alzu para tomar un café y satisfacer otras necesidades, donde había una pequeña reserva privada de animales.
A las 20:30 llegamos al Hotel Parking Inn bu Radisson, en Johannesburgo, donde nos sorprendió sobremanera el que todas las casas incluido el hotel tuvieran, además de su valla delimitando la propiedad, éstas estaban coronadas por alambradas electrificadas.
31 de octubre. A las siete de la mañana partimos rumbo al aeropuerto para coger el vuelo que nos llevaría hasta Victoria Falls. En el aeropuerto nos deja Daniela. Ya volveremos a encontrarnos con ella. El paso del control de pasaportes en la frontera con Zimbawe nos llevó ¡dos horas! Empezábamos a conocer el África profunda.
Llegados a Victoria Falls, nos recibe en el hotel un individuo peculiar: muy alto, con casaca blanca tapizada por pines de múltiples procedencias, así como su salacot. No fuimos pocos los que nos hicimos en algún momento una foto con él. Era uno de los botones. Comimos en los jardines del hotel, fue un almuerzo-barbacoa, y tras el almuerzo partimos en un crucero privado por el río Zambeze, donde pudimos contemplar cocodrilos, algún hipopótamo y una manada de elefantes que estaban dedicados a la orgía y el baño. Nos llovió, pero bien.
Esa noche cenamos en el restaurante del Hotel Llala Lodge, en el poblado de Victoria Falls.
1 de noviembre. Nos amanece un día de calor. Tras el desayuno, partimos rumbo a las cataratas Victoria, un accidente de la naturaleza que forma frontera entre Zambia y Zimbawe, de 1700 metros de longitud y una caída máxima de 108 metros, en el cauce del rio Zambeze. En 1855 las visitó el misionero David Livingston y las bautizó con ese nombre, aunque en la zona era conocida como Mosi-oa-tunya (el humo que truena). Debido a la estación del año no las vemos en todo su esplendor por el menor caudal del rio. De todas formas, recorremos todo el sendero que te permite desde distintos miradores apreciarlas en su plenitud.
Tras la visita a las cataratas, tuvimos tiempo para hacer compras en Victoria Falls y, finalmente, todos terminamos recalando en el restaurante “Lola´s Tapas”, donde almorzamos, propiedad de una catalana afincada allí desde hace varios años. Durante la comida celebramos el cumpleaños (¿Cuántos…?) de Piti, que invitó a las bebidas que habíamos consumido.
Tras la comida, pequeño descanso y a las 16:00 salimos la gran mayoría para realizar un vuelo en helicóptero sobrevolando las cataratas. Fue una experiencia inolvidable más del viaje. ¡Lástima el bajo caudal del río Zambeze!
Esa noche, nos trasladamos para cenar al restaurante Boma. Un lugar muy de ambiente africano, con comida africana y grupo musical en directo con música muy africana. Nos “vistieron” a todos con un pareo y nos pintaron la cara. Algunos recibieron su certificado acreditando que habían comido gusanos. A los postres, repartieron timbales para todos y el grupo A Capela se convirtió en director de esa orquesta de timbales, saliendo muchos a bailar con ritmos africanos a la pista.
2 de noviembre. Hoy hemos podido descansar hasta más tarde. A las 10:30 dejamos Victoria Falls camino de Zambia por carretera. En el camino nos encontramos con un control policial de carreteras. África profunda. A las 12:00 pasamos la frontera rápidamente. Al parecer era día de oferta y no nos cobran por el visado. Eso sí, tuvimos que pasar un particularísimo proceso de desinfección: caminando por un carril de arena, llegábamos hasta donde había colocada una especie de bandeja de horno, no más grande, con un líquido y mucha arena, de los anteriores pasajeros; nos mojábamos las suelas de los zapatos en dicha bandeja y volvíamos al polvoriento y arenoso camino. ¡Ya estábamos desinfectados! Los zapatos que venían en las maletas no precisaban desinfección. Con este acto simbólico, cual bautismo, nuestros gérmenes habían sido erradicados. ¡Podíamos entrar en Zambia!
Llegamos a nuestro hotel: el Hotel Cresta, del complejo Chobe Mowano Lodge. Unas instalaciones preciosas. Nos chispeó algo durante el recorrido. Tras el reparto de habitaciones fuimos a almorzar en el restaurante del hotel. Terminó lloviéndonos en el almuerzo. Después de éste nos embarcamos para hacer otro crucero y llegar hasta el Parque Nacional del río Chobe, en el que pudimos ver varias manadas de búfalos, antílopes, impalas, cocodrilos y, sobretodo, una manada de hipopótamos que, después de estar un buen rato observándolos, nos hicieron una auténtica demostración de colmillos, en especial uno de ellos, que fue captada, como todo el viaje, de forma magistral por la cámara de Luis. Se hizo acreedor al “premio colmillo de oro” en la categoría de fotografía. No sólo por ésta, sino por todas las realizadas durante el viaje.
3 de noviembre. Como es habitual, a las 06:00 partimos para nuestro último safari fotográfico. Nos salió un buen día sin que las temperaturas fueran excesivas. Vimos manadas de antílopes de la sabana, vimos muchas especies que ya habíamos disfrutado y pudimos contemplar durante largo rato a dos leonas que bajaban al rio a beber, que se dejan observar, fotografiar y grabar desde muy cerca. ¡Qué buen vídeo de una leona hizo Isidoro! ¡Pudo haber ganado el premio “garra de oro” al mejor vídeo de felinos! Lástima que otro (no diré quién) se llevó el premio al mejor video de felinos al sacar a dos leonas simultáneamente y durante más tiempo, dejándolo en segundo lugar. Otra vez será, Isidoro.
Tras el safari, volvimos a cruzar la frontera hacia Zimbawe para llegar al aeropuerto Internacional de las Cataratas Victoria y volar rumbo a Johannesburgo, a donde llegamos a las 15:00. Allí nos esperaba Daniela que nuevamente fue una auténtica enciclopedia en cuanto a conocimientos que compartió con nosotros sobre la cultura, historia y costumbres de los sudafricanos.
Así, llegamos a la ciudad de Pretoria, cuya universidad (Unisa) es la mayor en número de alumnos por correspondencia (300.000). Vimos amplios paseos y avenidas sembrados con jacarandas (las dos primeas se sembraron en 1.808), y también pudimos contemplar muchas plantaciones de proteas, la flor nacional de Sudáfrica, todas ellas preciosas en su colorido y formas. Vimos la Casa de Gobierno, con sus amplios jardines y una estatua de Nelson Mandela de nueve metros de altura con los brazos abiertos, como abrazando a Pretoria. Un español, de Madrid, que pasaba por allí nos hace la enésima foto de grupo. Pasamos ante el Palacio de Justicia, donde fue condenado Nelson Mandela a cadena perpetua; estatua de Paul Kruger; el antiguo Parlamento y el Ayuntamiento; pasamos ante el Museo de Historia y ante la antigua y actual estación de trenes. Finalizamos nuestro recorrido en el ya conocido Hotel Parking Inn bu Radisson y a las 20:00 salimos hacia el Restaurante Kitamu, donde, además de cenar bastante bien, celebramos otro cumpleaños, en esta ocasión el de Pili.
4 de noviembre. Nuestro programa va llegando al final. Sólo nos queda la visita a Soweto y vuelta al avión para regresar a España. Salimos temprano para nuestra visita a Soweto, aunque nuestra primera parada fue en una superficie comercial, así podríamos llamarla, llamada Cambanos-Curio-Center, donde pudimos hacer todo tipo de compras de recuerdo. Luego pasamos por la zona residencial de Houstons y ante la fundación Nelson Mandela, así como la casa donde éste murió. Pasamos ante la impresionante escuela St. John, privada y muy selecta, para finalmente visitar la Corte Constitucional y las prisiones para blancos, para negros y para mujeres. Posteriormente, seguimos recorriendo la ciudad y pasamos por el ayuntamiento el centro financiero y las dos estaciones: la antigua y la moderna.
A las 12:30 salimos en el autobús rumbo a Soweto, pero previamente haces una visita al estadio Soccer City, donde España ganó el Mundial de Sudáfrica. No pudimos entrar dentro porque estaba cerrado, pero si pudimos hacernos la correspondiente foto de grupo, con la bandera del Cádiz y cantando el himno extraoficial. De allí a Soweto, a la zona segura, pasando previamente por delante del hospital más grande del mundo: 1000 ingresos diarios, de media y 3.000 camas. Después, visitamos la casa de Nelson Mandela y comimos en un bar cercano, Bar Vuyos; de cocina moderna africana y a las 15:30 partimos hacia el aeropuerto para iniciar nuestro regreso a Cádiz, cosa que hicimos a las 22:30 del día siguiente.
¿Qué decir como balance final? Una experiencia única, muy recomendable, a pesar de lo largo del traslado. Un grupo, una vez más maravilloso. Con una perfecta armonía, compañerismo y “buen rollito”, con el que da gusto viajar; una organización perfecta y ¡qué decir de nuestros guías Ángel y Luis Carlos? La eficiencia personificada, la eficacia y la amabilidad. Dos miembros más de la familia.
Un apunte final: “Lo del calor y los mosquitos, en Sudáfrica, yo creo que es un mito”.
Corría el siglo XVI cuando el insigne comediógrafo y literato Lope de Vega escribía aquellos versos que decían:
“Un soneto me manda hacer Violante,
en mi vida me he visto en tal aprieto;…”
pues si él se encontró en un aprieto, ¿cómo podría yo definiros cómo me sentí cuando Antonio Modelo me pidió que me encargara de hacer la crónica del que terminaría siendo magnífico viaje a Sudáfrica organizado por el Excmo. Colegio Oficial de Médicos y la Agencia de viajes del Corte Inglés, o lo que es lo mismo, Carmen Sebastianes y Ángel Martín, con motivo del décimo aniversario del inicio de las actividades del grupo de viajes del Colegio, para lo que pensaron en repetir, mejorado al parecer, el primer viaje que se organizó allá por el año 2009?
Seguía luego diciendo el insigne López de Vega en el referido soneto:
“.. Yo pensé que no hallara consonante…”,
pero yo he tenido sobre él una ventaja: he contado con la maravillosa crónica que, del pasado viaje a Canadá, hizo Margarita en esta misma revista y a ella (a la crónica, por supuesto) me agarro para tener una referencia de cómo se hace un buen trabajo. Veremos si lo consigo. ¡Vamos a ello!
El jueves 24 de octubre no nos despidió, en esta ocasión, “…un día de levante, pero levante levante…”, como ocurrió el año anterior. En esta ocasión, quienes quisieron salir a despedirnos fueron algunos compañeros del sindicato CSIF que, al parecer, habían convocado una manifestación delante de Hospital Universitario Puerta del Mar y que, gracias a la profesionalidad de nuestro “Ángel”, que en este viaje ha estado ayudado por Luis Carlos (otro miembro, ya, más de la familia) pudimos evitar. Fue por lo que nuestra partida se hizo no con puntualidad suiza, lo siguiente. Y así, con antelación sobre el horario previsto, para evitar el colapso que podría originar la manifestación, nos recogió el autobús que debía llevarnos en una primera etapa, hasta la estación de Santa Justa, en Sevilla, para tomar el AVE destino a Madrid.
Una vez completada la recogida de todos los compañeros de viaje, muchos pudimos comprobar que “la familia” se había vuelto a reunir casi al completo, con algunas ausencias significativas, pero también con algunas nuevas incorporaciones.
Una última pasajera en incorporarse al autobús, que fue una sorpresa para todos, fue nuestra Carmen (Carmen Sebastiane) que, como si le costara trabajo despedirse de “sus niños” que se iban de viaje sin ella, nos acompañó hasta Sevilla. Ella seguiría trabajando, nosotros, de vacaciones.
Cumpliendo el horario previsto, llegamos a la estación de Santa Justa con tiempo suficiente para tomarnos, aquellos que lo quisimos, un café o una cerveza y comprar algo para hacer un pequeño almuerzo en el tren.
A nuestra llegada a Atocha, un autobús nos recogió y nos llevó hasta el Aeropuerto Adolfo Suarez, para coger nuestro primer vuelo hasta Dubái.
Llegados a Dubái, después de haber hecho todos los trámites del transbordo, estando esperando en la zona de embarque, empezamos a escuchar los primeros compases del himno oficioso del Cádiz C.F. de Manolito Santander, “Me han dicho que el amarillo está mal visto por los artistas…” y aparece Isidoro, con un grupo de compañeros, cantando y enarbolando la bandera con los colores y el escudo del Cádiz C.F. No sería la única vez que se oirían esos acordes a lo largo del viaje.
25 de octubre. A las 16:30, hora local, tras veintinueve horas de viaje, pisamos suelo sudafricano en el Aeropuerto Internacional de Ciudad del Cabo (Kaapstad Internasionale Lughawe en afrikáans). Un viaje largo, pero que no disminuye la ilusión y el “buen rollito” entre la tropa. África nos recibe con cielo nublado y ligera llovizna. ¡Y nosotros cargados de botes de protectores solares y de repelentes para los mosquitos…!
En el aeropuerto nos recoge un autobús que nos acompañaría durante todo el tiempo que permaneciésemos en Ciudad del Cabo y nos llevaría más tarde a Johannesburgo, con nuestro guía Ian. Al subir al autobús, se nos obsequia con un a modo de picnic individual dado que, por la hora, ya era difícil comer de forma ordenada en algún restaurante.
El traslado hasta el hotel se ve enriquecido por las explicaciones que nos va dando Ian. Ciudad del Cabo, con una población aproximada a los 4.000.000 de habitantes, se encuentra situada al sur de Sudáfrica, en una olla, rodeada por inmensas moles de granito que forman una barrera con el resto del país: La Montaña de las Señales, La Cabeza de León, Table Mountain o Los doce Apóstoles, entre otras.
Finalmente, llegamos a nuestro hotel, Hotel The Commodore, donde nos repartieron las habitaciones asignadas y, tras la correspondiente apertura de maletas, una buena y reconstituyente ducha, algo de descanso y arreglarse, salir a las 20,00 horas, dando un paseo, a cenar al Restaurante City Grill, situado en la zona del Waterfront, donde mismo estaba nuestro hotel, y donde hicimos nuestra primera comida africana, bañada con buena cerveza.
Tras la cena, dimos un pequeño paseo por la zona del Waterfront, una cosa parecida al Puerto Banús marbellí, pero sin tanto lujo, en torno a un pequeño puerto. En nuestro paseo incluimos el paso por una pequeña plaza donde se erigen cuatro estatuas algo mayores que el tamaño natural, de los cuatro premios nobeles de la paz sudafricanos: Nelson Mandela, Frederik Willen de Klerk, Desmond Mpilo Tutu y Albert John Luthuli. Vimos, sobretodo las mujeres, algunas tiendas que aún permanecían abiertas y las que no, vimos los escaparates, y nos fuimos al hotel a descansar. Nos lo teníamos merecido.
26 de octubre. Amanece un día espléndido, pero sin un calor agobiante. !!Y nosotros, todos embadurnados de crema de protección solar y repelentes de mosquitos¡¡
Tras un desayuno en el buffet del hotel, partimos rumbo a Hout Bay, donde embarcaríamos para visitar la isla Duiker, donde habitan una extensa familia de Focas del Cabo (Artocephalus pusiUus) y el Bank Cormoran (Phalacrocorax neglectus), aunque a decir verdad, los cormoranes no sé si estaban o no, la cosa es que todos nos fijamos en las focas.
Hasta llegar a Hout Bay tuvimos que recorrer el llamado Chapman’s Peak Drive, o Paseo de Chapman’s, una carretera angosta, literalmente tallada en la roca sedimentaria que descansa en un suave declive de la superficie de una base sólida compuesta por granito, labrada por mano de obra convicta y que tardó siete años en abrirse y costó 40.000 rams.
En el camino, pudimos contemplar el Leopardo de bronce sobre una roca, mirando al mar, en Flora Bay. Fue esculpido y donado por un escultor local, Ivan Mitford Barbeton, en memoria de los leopardos que abundaban en el bosque de Hout Bay
Una vez en el poblado de Hout Bay, -poblado que remonta su antigüedad a 1607, antes llamado Chapman’s Chaunce, cuando John Chapman navegó su bahía. En 1652 cuando el holandés Johan van Riebeek llegó a El Cabo, la renombró con el nombre de “Hout Baaitjen” (la bahía de madera) ya que, como el mismo escribió en su diario, era el bosque mas grandioso del mundo y desde entonces se le conoce con ese nombre- al bajarnos del autobús, nos encontramos con un grupo de niñas de corta edad, que nos brindan bailes típicos y canciones, demostrando una agilidad y flexibilidad muy propias de su raza, cosa que se va a repetir en numerosos lugares, unas veces formados los grupos por críos y otras veces por adultos. Embarcarnos en la Calypso, embarcación de la Circe Launches, destino a la isla Duiker. La mar estaba un poco rizada y todos optamos por ponernos en la proa. Allí hicimos fotos parciales de grupo con la bandera del Cádiz C.F. y la bandera española. Todo marchaba bien hasta que en el cabeceo del barco por una de las olas, Ricardo, que en ese momento no estaba agarrado, porque estaba haciendo una foto, quedó suspendido en el aire y, al nuevo contacto brusco con el barco se fracturó el tobillo. Rápidamente, llevábamos médico bordo, Antonio lo atendió y diagnosticó la lesión, lo que obligó, a la llegada de nuevo a puerto, a que fuera evacuado por los servicios sanitarios requeridos.
Llegamos hasta la isla Duiker y, efectivamente, allí nos estaban esperando cientos, quizás miles, de focas que a nuestra llegada se hicieron algunas al mar no por miedo, posiblemente porque la hélice de la embarcación removía algo que era alimento para ellas. Allí estuvimos un rato haciendo fotos a las focas (creo que nadie se fijó en los cormoranes, de hecho no sé si estaban) y volvimos al puerto. Había que desembarcar a Ricardo y Mari Carmen, su mujer, lógicamente también. Nuestro Ángel se hizo cargo de todo (ambulancia, atención hospitalaria, etc.) y quedó con nosotros Luis Carlos.
Pero la vida seguía y nuestro programa tenía que seguir cumpliéndose y así, de vuelta a nuestro autobús, enfilamos camino hacia el Cabo de Buena Esperanza. A lo largo del recorrido nos sorprendió una larga caravana motivada por la presencia de un “papá avestruz” (estos animales, a lo que se ve, tienen implantado lo de la custodia compartida), mientras que la mamá avestruz campaba tranquilamente comiendo por el campo, éste sacaba a pasear a sus polluelos por en medio de la carretera, sin la más mínima preocupación. Descubrimos lo que era el paso del avestruz: calmado, parsimonioso, sin prisas, en suma.
Finalmente, llegamos al Cabo de Buena Esperanza y su faro. Ian nos explicó el sentido de los dos monolitos que aparecían en la carretera coronados por una cruz, dedicados a los primeros descubridores de la zona: Bartolomé Díaz y Vasco de Gama, ambos portugueses.
Antes de llegar al faro, se nos advierte de la posible agresividad de los babuinos, monos que vamos a ver seguro en el enclave. Se nos dan consejos (no llevar mochila ni bolsas, si nos cogen algo no porfiar por ello, que terminan soltándolo si no es comida., etc.) Con precauciones, había monos, nos dirigimos al teleférico para subir hasta el faro y poder apreciar las vistas que desde él se tienen.
Posteriormente nos desplazamos hasta la población de “Simon’s Town”, sede del Cuartel General de la Marina Sudafricana, donde fuimos recibido por otro grupo de niñas danzarinas y almorzamos en un restaurante con vistas a la bahía y con buena comida.
Una vez terminada la comida, salimos a hacer una visita a la colonia de pingüinos africanos, una especie en riesgo de desaparecer, pero que hace unos años cogieron a una pareja y la reinsertaron en este punto, donde han progresado favorablemente, hasta convertirse en una población importante.
Finalizada la visita a la colonia de pingüinos, tomamos de nuevo el autobús y regresamos a Ciudad del Cabo. Durante el regreso se nos comunica que nuestro compañero Ricardo no va a ser sometido a cirugía, por lo que se reincorporará al grupo con una férula y en silla de ruedas…
Tras la ducha correspondiente y los retoques a que hubiera lugar, a las 20:00 hs. salimos hacia el restaurante Pigalle donde se nos ofreció en ambiente selecto y de buena cocina, una excelente comida, suficientemente aderezada con picantes, como al parecer en África es habitual, estando la cena amenizada por una orquesta que actuaba en directo, lo que propició que, en algunos momentos, muchos se lanzaran a la pista a bailar, ya que entre plato y plato, como debe ser también habitual en África, daba tiempo para otros menesteres.
27 de octubre. El tiempo amanece inestable: ventoso, frío y amenazando lluvia…!!Y nosotros, todos embadurnados de crema de protección solar y repelentes de mosquitos¡¡
Nuestro compañero Ricardo y María del Carmen, que anoche ya se unieron al resto en la cena, sólo comparten con el resto del grupo en desayuno. Hoy se quedaran en el Hotel y mañana, Dios mediante, por la noche iniciarán el regreso hacia España. Ángel y el seguro lo han arreglado todo para que así pueda ser.
Nuestro plan inicial, debido a la meteorología, tiene que modificarse: teníamos previsto embarcarnos para hacer un avistamiento de ballenas, pero los barcos no zarpan por el tiempo, en su lugar se organiza un Tour por la ciudad que Ian enriquece con sus explicaciones. Así, subimos al Monte de las señales, desde donde obtenemos magníficas panorámicas de la ciudad. Pudimos avistar el Estadio de Green Point, donde la Selección Española eliminara en octavos de final a Portugal. En nuestro recorrido por la ciudad pasamos junto al Hospital Groote Schuur, donde el 3 de diciembre de 1967 el Dr. Christiaan Barnard realizara el primer trasplante de corazón de humano a humano. Antes, el 24 de enero de 1964 el Dr. James Hardy, en la Universidad de Misisipi en Jackson (Misisipi) realizó el primer trasplante de corazón de un chimpancé a un humano. Recorrimos la zona de los esclavos, caracterizada por su casas de colores; la calle de la Playa, lugar hasta donde en tiempos llegaba el mar y, ahora, se encuentra bastante lejos de allí gracias al terreno ganado; el Castillo de Buena Esperanza, etc.
Finalizada la visita panorámica, partimos hacia la población de Hermanus, donde comimos en el Restaurante The Marine Pop Hermanus. Excelente comida también. Tras la comida, partimos hacia la zona de los viñedos Sudafricanos, una extensión de cerca de 200.00 hectáreas, donde los viñedos soportan unos inviernos fríos y lluviosos, así como unos veranos calurosos, todo ello suavizado por las brisas marinas, dada su cercanía al mar.
Nuestra primera parada fue en la bodega ”Whalehaven”, donde nos ofrecieron una cata con un maridaje sorprendente, al menos para mí, de cuatro tipos de vinos con cuatro tipos de chocolates distintos: Chocolate blanco con flor de naranja, chocolate con leche con rosa y rooibos, chocolate con leche con lavanda y romero y chocolate negro con mezcla de flor de aloe. Una experiencia estupenda, con un maridaje único con los vinos que nos ofrecieron: Sauvignon Blanc, Viognier, Pinot noir y Pinotage, un vino típico de la zona y de muy buen bouquet. Durante la cata pudimos descubrir que llevábamos en el grupo un infiltrado, toda vez que “El Piti” se desveló como magnífico agente de ventas de la bodega, ofreciéndonos la posibilidad de vendernos los vinos que quisiéramos, que serían entregados en destino. Creo que no vendió mucho…
Terminada la cata, partimos hacia la segunda bodega. Mejorado algo el tiempo, nos acercamos hasta la Bodega Creation, donde nos ofrecieron la cata de cinco vinos que también resultaron muy buenos.
Finalizada la jornada enólica, partimos de vuelta hacia Ciudad del Cabo en nuestro autobús. A la entrada de Ciudad del Cabo pudimos contemplar algo que ya habíamos vislumbrado de pasada: kilómetros y kilómetros de chabolas de chapa, fruto del apartheid, si bien algunas empezaban a ser sustituidas por casas de ladrillo de uno, dos o tres colores, según pertenecieran a una, dos o tres familias (como casas adosadas) que va construyendo el gobierno.
Tras la ducha y arreglo correspondiente, partimos hacia el Restaurante Gold, restaurante típico africano, con comida también típica, pudimos degustar ensalada de avestruz, entre otras cosas, y disfrutamos de música étnica africana. Fuimos debidamente pintadas la cara y a alguna, como a Margarita, le hicieron también el tocado típico con un pañuelo.
28 de octubre. Tras el desayuno, partimos rumbo al aeropuerto. El día, nuevamente, con llovizna y otras veces soleado. En el aeropuerto nos despedimos de nuestro guía Ian y del chofer y, con algo de adelanto sobre el horario oficial, despegamos rumbo al Parque Nacional de Kruger.
El Parque Nacional de Kruger, la reserva de animales más importante del sur de África, ocupa una extensión de 18.989 Km2, similar al estado de Israel. En él es posible avistar los “cinco grandes” (elefante, hipopótamo, rinoceronte blanco, leopardo y león). A ello dedicaríamos los siguientes días.
A las 13:05 llegamos al aeropuerto. ¡Qué lejos de la imagen que de un aeropuerto podemos tener! Las instalaciones eran dos barracones de madera y las cintas de equipajes la constituían tres o cuatro personas que trasladaban nuestras maletas en unos carros y luego las iban poniendo sobre el hormigón para que las fuésemos cogiendo.
Aquí sí que se manifestó África con todo o parte de su poderío: temperatura de entre 41 y 43 grados, con una humedad relativa del aire del 18% y cielo entoldado. Allí nos esperaba nuestra nueva guía, Daniela, una Chileno/argentina, casada con un periodista sudafricano y que fue una autentica enciclopedia que nos documentó prolíficamente a lo largo de su permanencia con nosotros. En algunos momentos incluso nos deleitó con alguna coplilla, que por cierto, entonaba bastante bien.
Una vez recogido nuestro equipaje, salimos rumbo al Hotel Kapama en unos jeeps todo terreno, preparados para los safaris fotográficos, con capacidad para 11 ó 14 personas. Todos ellos con dos rangers asignados, uno como conductor y el otro como vistero.
El hotel resultó ser una estructura abierta, diseminada, perfectamente adaptada al entorno y con un ambiente muy selecto. En el camino desde el aeropuerto hasta el hotel, a Conchi se le perdió la cartera con toda la documentación. Rápidamente los eficientes Ángel y Luis Carlos se pusieron en marcha y, a los pocos minutos, ya había aparecido. Se le había caído en el camino. Nos asignaron las habitaciones y, tras un té, a las 16:00 hs., primera salida de safari a ver animales.
Nos distribuimos en cuatro jeeps todoterreno, en una distribución que conservaríamos para las cuatro ocasiones en que saldríamos de safari. Los documentales de National Geographic nos han educado muy mal. De forma inconsciente, pensamos que salir de safari a ver animales es como el ir al zoológico: en tal jaula los leones, en tal jaula las jirafas, etc. Y no, no es así. Hay que hacer muchos kilómetros en el jeep y tener mucha suerte para encontrar ciertos animales. Así y todo, este primer día, pudimos ver impalas, ñus, jabalíes, jirafas, gallinas de guinea y, a última hora de la tarde… ¡el rey!, pero el de la selva: un señor león que, ahíto, reposaba tras una abundante comilona de una jirafa que habían matado entre varios. Estaba tan harto que terminó, ante nuestros ojos, tumbándose a reposar el atracón.
A media tarde hicimos una parada en medio de la sabana para reponer fuerzas y atender a Margarita que sufrió un pequeño corte con una rama. No fue nada. Luego seguimos buscando más animales. Antes de recogernos, pudimos ver a lo lejos como cuatro leonas dormían tranquilamente, seguramente reposando el banquete a costa de la jirafa.
Vuelta al hotel, duchita y cena, para acostarse pronto porque la hora de diana se nos fijó a las 05:00 hs. Para poder salir cuando los animales están buscando la comida y poder verlos entonces.
29 de octubre. Diana a las 05:00. Nuevamente amanece fresco (17º) y nublado. Tomamos un tentempié y salimos hacia nuestro segundo safari. En esta ocasión, además de muchos de los animales avistados el día anterior, vemos cebras, kudus (el antílope más grande de la sabana africana) águila de la sabana, hipopótamos y rinocerontes, que nos permiten estar, una manada que avistamos, a muy escasos metros de ellos. Antes de la parada del segundo tentempié, algunos avistan al paso un leopardo. Volvemos a las nueve para desayunar y tras éste, aquellos que quisimos, salimos a un nuevo safari, esta vez a pié, acompañados por dos rangers debidamente armados, y nos enseñaron a identificar huellas, plantas de utilidad en la sabana, a reconocer el paso de distintos animales y a identificarlos por sus excrementos, así como la utilidad de algunos de ellos.
Hasta la hora del almuerzo tuvimos tiempo para el relax: algunos realizaron algunas competiciones, otros aprovecharon para visitar el spa y otros el Wellnes.
Tras el almuerzo, partimos a nuestro tercer safari motorizado. En esta ocasión pudimos contemplar, además de otros ya avistados, búfalos, nyalas, monos, elefantes –¡son un destrozo para la sabana! – hienas, buitres y, finalmente, al caer la tarde pudimos completar “los cinco grandes” viendo durante un rato al leopardo.
Tras la cena, como hicieron la tarde anterior, cocineros y camareros salieron cantando y bailando danzas típicas, que fueron seguidos por muchos comensales.
30 de octubre. Repetimos horario para salir a nuestro último safari. En esta ocasión los protagonistas vuelven a ser rinocerontes y leonas.
A las 10:30 partimos de Kapama en autobús rumbo a Johannesburgo. El viaje, algo pesado a pesar de las paradas, se nos hizo más ameno gracias a las explicaciones de Daniela que nos habló de las lenguas y costumbres de las distintas tribus sudafricanas. A lo largo del viaje hicimos varias paradas: unas para contemplar el Cañón del rio Blyde y los tres Rondavels, otra para contemplar las Marmitas de la Suerte de Bourke, ambas maravillas originadas por la Naturaleza en su trabajo de erosión, y una en el pueblecito de Graskop para comer en el restaurante Graskop George, y la última en la estación de servicio Alzu para tomar un café y satisfacer otras necesidades, donde había una pequeña reserva privada de animales.
A las 20:30 llegamos al Hotel Parking Inn bu Radisson, en Johannesburgo, donde nos sorprendió sobremanera el que todas las casas incluido el hotel tuvieran, además de su valla delimitando la propiedad, éstas estaban coronadas por alambradas electrificadas.
31 de octubre. A las siete de la mañana partimos rumbo al aeropuerto para coger el vuelo que nos llevaría hasta Victoria Falls. En el aeropuerto nos deja Daniela. Ya volveremos a encontrarnos con ella. El paso del control de pasaportes en la frontera con Zimbawe nos llevó ¡dos horas! Empezábamos a conocer el África profunda.
Llegados a Victoria Falls, nos recibe en el hotel un individuo peculiar: muy alto, con casaca blanca tapizada por pines de múltiples procedencias, así como su salacot. No fuimos pocos los que nos hicimos en algún momento una foto con él. Era uno de los botones. Comimos en los jardines del hotel, fue un almuerzo-barbacoa, y tras el almuerzo partimos en un crucero privado por el río Zambeze, donde pudimos contemplar cocodrilos, algún hipopótamo y una manada de elefantes que estaban dedicados a la orgía y el baño. Nos llovió, pero bien.
Esa noche cenamos en el restaurante del Hotel Llala Lodge, en el poblado de Victoria Falls.
1 de noviembre. Nos amanece un día de calor. Tras el desayuno, partimos rumbo a las cataratas Victoria, un accidente de la naturaleza que forma frontera entre Zambia y Zimbawe, de 1700 metros de longitud y una caída máxima de 108 metros, en el cauce del rio Zambeze. En 1855 las visitó el misionero David Livingston y las bautizó con ese nombre, aunque en la zona era conocida como Mosi-oa-tunya (el humo que truena). Debido a la estación del año no las vemos en todo su esplendor por el menor caudal del rio. De todas formas, recorremos todo el sendero que te permite desde distintos miradores apreciarlas en su plenitud.
Tras la visita a las cataratas, tuvimos tiempo para hacer compras en Victoria Falls y, finalmente, todos terminamos recalando en el restaurante “Lola´s Tapas”, donde almorzamos, propiedad de una catalana afincada allí desde hace varios años. Durante la comida celebramos el cumpleaños (¿Cuántos…?) de Piti, que invitó a las bebidas que habíamos consumido.
Tras la comida, pequeño descanso y a las 16:00 salimos la gran mayoría para realizar un vuelo en helicóptero sobrevolando las cataratas. Fue una experiencia inolvidable más del viaje. ¡Lástima el bajo caudal del río Zambeze!
Esa noche, nos trasladamos para cenar al restaurante Boma. Un lugar muy de ambiente africano, con comida africana y grupo musical en directo con música muy africana. Nos “vistieron” a todos con un pareo y nos pintaron la cara. Algunos recibieron su certificado acreditando que habían comido gusanos. A los postres, repartieron timbales para todos y el grupo A Capela se convirtió en director de esa orquesta de timbales, saliendo muchos a bailar con ritmos africanos a la pista.
2 de noviembre. Hoy hemos podido descansar hasta más tarde. A las 10:30 dejamos Victoria Falls camino de Zambia por carretera. En el camino nos encontramos con un control policial de carreteras. África profunda. A las 12:00 pasamos la frontera rápidamente. Al parecer era día de oferta y no nos cobran por el visado. Eso sí, tuvimos que pasar un particularísimo proceso de desinfección: caminando por un carril de arena, llegábamos hasta donde había colocada una especie de bandeja de horno, no más grande, con un líquido y mucha arena, de los anteriores pasajeros; nos mojábamos las suelas de los zapatos en dicha bandeja y volvíamos al polvoriento y arenoso camino. ¡Ya estábamos desinfectados! Los zapatos que venían en las maletas no precisaban desinfección. Con este acto simbólico, cual bautismo, nuestros gérmenes habían sido erradicados. ¡Podíamos entrar en Zambia!
Llegamos a nuestro hotel: el Hotel Cresta, del complejo Chobe Mowano Lodge. Unas instalaciones preciosas. Nos chispeó algo durante el recorrido. Tras el reparto de habitaciones fuimos a almorzar en el restaurante del hotel. Terminó lloviéndonos en el almuerzo. Después de éste nos embarcamos para hacer otro crucero y llegar hasta el Parque Nacional del río Chobe, en el que pudimos ver varias manadas de búfalos, antílopes, impalas, cocodrilos y, sobretodo, una manada de hipopótamos que, después de estar un buen rato observándolos, nos hicieron una auténtica demostración de colmillos, en especial uno de ellos, que fue captada, como todo el viaje, de forma magistral por la cámara de Luis. Se hizo acreedor al “premio colmillo de oro” en la categoría de fotografía. No sólo por ésta, sino por todas las realizadas durante el viaje.
3 de noviembre. Como es habitual, a las 06:00 partimos para nuestro último safari fotográfico. Nos salió un buen día sin que las temperaturas fueran excesivas. Vimos manadas de antílopes de la sabana, vimos muchas especies que ya habíamos disfrutado y pudimos contemplar durante largo rato a dos leonas que bajaban al rio a beber, que se dejan observar, fotografiar y grabar desde muy cerca. ¡Qué buen vídeo de una leona hizo Isidoro! ¡Pudo haber ganado el premio “garra de oro” al mejor vídeo de felinos! Lástima que otro (no diré quién) se llevó el premio al mejor video de felinos al sacar a dos leonas simultáneamente y durante más tiempo, dejándolo en segundo lugar. Otra vez será, Isidoro.
Tras el safari, volvimos a cruzar la frontera hacia Zimbawe para llegar al aeropuerto Internacional de las Cataratas Victoria y volar rumbo a Johannesburgo, a donde llegamos a las 15:00. Allí nos esperaba Daniela que nuevamente fue una auténtica enciclopedia en cuanto a conocimientos que compartió con nosotros sobre la cultura, historia y costumbres de los sudafricanos.
Así, llegamos a la ciudad de Pretoria, cuya universidad (Unisa) es la mayor en número de alumnos por correspondencia (300.000). Vimos amplios paseos y avenidas sembrados con jacarandas (las dos primeas se sembraron en 1.808), y también pudimos contemplar muchas plantaciones de proteas, la flor nacional de Sudáfrica, todas ellas preciosas en su colorido y formas. Vimos la Casa de Gobierno, con sus amplios jardines y una estatua de Nelson Mandela de nueve metros de altura con los brazos abiertos, como abrazando a Pretoria. Un español, de Madrid, que pasaba por allí nos hace la enésima foto de grupo. Pasamos ante el Palacio de Justicia, donde fue condenado Nelson Mandela a cadena perpetua; estatua de Paul Kruger; el antiguo Parlamento y el Ayuntamiento; pasamos ante el Museo de Historia y ante la antigua y actual estación de trenes. Finalizamos nuestro recorrido en el ya conocido Hotel Parking Inn bu Radisson y a las 20:00 salimos hacia el Restaurante Kitamu, donde, además de cenar bastante bien, celebramos otro cumpleaños, en esta ocasión el de Pili.
4 de noviembre. Nuestro programa va llegando al final. Sólo nos queda la visita a Soweto y vuelta al avión para regresar a España. Salimos temprano para nuestra visita a Soweto, aunque nuestra primera parada fue en una superficie comercial, así podríamos llamarla, llamada Cambanos-Curio-Center, donde pudimos hacer todo tipo de compras de recuerdo. Luego pasamos por la zona residencial de Houstons y ante la fundación Nelson Mandela, así como la casa donde éste murió. Pasamos ante la impresionante escuela St. John, privada y muy selecta, para finalmente visitar la Corte Constitucional y las prisiones para blancos, para negros y para mujeres. Posteriormente, seguimos recorriendo la ciudad y pasamos por el ayuntamiento el centro financiero y las dos estaciones: la antigua y la moderna.
A las 12:30 salimos en el autobús rumbo a Soweto, pero previamente haces una visita al estadio Soccer City, donde España ganó el Mundial de Sudáfrica. No pudimos entrar dentro porque estaba cerrado, pero si pudimos hacernos la correspondiente foto de grupo, con la bandera del Cádiz y cantando el himno extraoficial. De allí a Soweto, a la zona segura, pasando previamente por delante del hospital más grande del mundo: 1000 ingresos diarios, de media y 3.000 camas. Después, visitamos la casa de Nelson Mandela y comimos en un bar cercano, Bar Vuyos; de cocina moderna africana y a las 15:30 partimos hacia el aeropuerto para iniciar nuestro regreso a Cádiz, cosa que hicimos a las 22:30 del día siguiente.
¿Qué decir como balance final? Una experiencia única, muy recomendable, a pesar de lo largo del traslado. Un grupo, una vez más maravilloso. Con una perfecta armonía, compañerismo y “buen rollito”, con el que da gusto viajar; una organización perfecta y ¡qué decir de nuestros guías Ángel y Luis Carlos? La eficiencia personificada, la eficacia y la amabilidad. Dos miembros más de la familia.
Un apunte final: “Lo del calor y los mosquitos, en Sudáfrica, yo creo que es un mito”.