ABRAZOS CALENTITOS
Abrazó el vaso de café a modo compensatorio de lo que tanto deseaba que llegara en poco tiempo. Deseaba ya el momento de poder abrazar a sus hijos con sus caras desencajadas por la excitación de los regalos que los Reyes Magos les habían dejado en el salón. Ese rápido intercambio de miradas con su marido, que le daba la actualización de datos del transcurso de la noche de la ilusión y que tanto les costaba siempre meterlos en la cama. Ni tanto preparativo para sus Majestades les hacía mella en sus fuerzas para inducirles al sueño reparador; ya rendidos…
Abrazó el vaso de café como rápida fuente de calor. Sus manos todavía portaban el suave color marmóreo de la hipotermia que casi soportaba el equipo de guardia. Los tres todavía casi resollaban la gélida situación de luchar contra el portador de la guadaña. Ya decidir el orden de actuación en aquel coche lleno de juventud destrozada por el impacto del coche contra el muro fue de alto impacto emocional. Los policías miraban de costado la situación que se encontraban y sus manos no podían más que adoptar dos posiciones: en la frente o en la boca. Una larga actuación a temperaturas gélidas de la madrugada sin un único usufructo siquiera, y la larga espera del equipo de apoyo que codo con codo hiciera buena lid con ellos y contra guadaña. Al final, la insensatez de la velocidad con el suelo mojado terminó en 5 monoplazas de pino.
Abrazó el vaso de café en esas horas de la madrugada gracias a la rápida y sincrónica asistencia de Juan, el dueño del bar que casi parecía que nunca salía del mismo. La llegada del equipo pasando por la otra vía de la calle ya le inducía a prepararles los tres cafés que siempre se tomaban a esas horas: uno “pelao”, uno con dos de azúcar y otro con sacarina para el glotón intermitente. En parte era un pago eterno de agradecimiento por aquel temporizador eléctrico de la máquina de café que le regalaron el equipo, pues su aspecto y sentir tosco de desertor del arado y su nivel cultural del averno donde vivió su desgraciada infancia no le posibilitó una básica formación que le permitiera si acaso leerse el manual de un aparato. Los tres entraban diciendo buenos días de forma sincrónica a colocar en la impoluta barra al tercer y último café.
Abrazó el vaso de café recordando inicialmente a la mano calentita de la abuelita que valoraron en su domicilio cuando el sol ya avisaba a la luna para que saliera de su cama de nubes. Sus ojos celestes, su nariz afilada, cara enfilando tan solo huesos y los dientes que se caían del maxilar al más mínimo movimiento servían de corolario a una sempiterna sonrisa agradecida. No entendía a su hijo y su llamada a urgencias por su dificultad para respirar. Total, si a ella tan solo esperaba su pronta salida de este mundo. No hacía más que dar trabajo a los suyos y sentirse solo un estorbo y carga laboriosa diaria. Lo que menos esperaba era la pregunta que le hizo a modo cartuchazo a bocajarro: Doctora, ¿me queda mucho?
La mirada de los tres al salir del bar lo decía todo. No hizo falta si quiera articular palabra. Ya les faltaba unos minutos para poder estar con los suyos y poder abrazar a sus amados objetivos, también calentitos…
Dr. Manuel M. Ortega Marlasca. Vocal de Médicos de Atención Primaria del Excmo. Colegio Oficial de Médicos de Cádiz.
6 de enero de 2019.
Dedicado a todos los que esta noche pusieron sus esfuerzos, ilusiones, trabajo, tesón y escasos agradecimientos al servicio de todos con su trabajo en los equipos de guardia de toda nuestra red asistencial de urgencias.
Gracias de todo corazón.