Dr. Manuel Mª Ortega Marlasca
Sin que entremos en diatribas sobre el estado de la pandemia, podremos al menos, reflexionar sobre los futuros costes del COVID-19 en nuestras vidas ahora mismo y en un futuro próximo.
Todo lo acontecido ha producido no pocos efectos. El llevar como parte de nuestra realidad el deber de portar una mascarilla, me ha hecho pensar, que no solo la llevamos como tal físicamente, sino que más carilla nos está saliendo las cosas a todos en diferentes aspectos.
Más-carilla les son las cosas a todos aquellos que en plena situación de liderazgo, han visto caerse de ese pedestal y ser reforzados por otros que con su simplicidad se han visto con un liderazgo reforzado gracias a que dieron un paso adelante cuando las cosas se torcían, mientras que los que debieron, dieron un paso atrás, o simplemente, se fueron despavoridos.
Más-carilla les surge el día a día a todos aquellos clínicos que han perdido el contacto directo y han constatado el gran efecto de tocar a los pacientes. Esta nueva realidad en la distancia no va con su forma de ser como persona ni como profesional. “Tocar pelo” era su forma de vida, y ahora ni su vida es vida.
Más-carilla le van las cosas a los que ven que la muerte se les ha aproximado en su día a día, o incluso les ha visitado a algún familiar. Ni si quiera pudieron despedirse de muchos y esto implica un alto precio emocional a recordar por el resto de sus días.
Más-carilla ha sido la adaptación a la realidad de muchos de nuestros ancianos, los cuales han debido sufrir en sus mentes y bolsillos el alto precio de la tecnología si querían mantener contacto con sus seres queridos. La proximidad no era posible, y a pesar de muchos agoreros, hemos podido constatar como han hecho de tripas conversiones neuronales y han sido capaces de aprender a utilizar un Smartphone si querían ver a sus nietos o hijo. Los minusvaloramos otra vez, al igual que cuando empezó la crisis económica y nos demostraron como una ínfima pensión garantizaba un plato en la mesa.
Más-carilla le sabía la vida a todos aquellos que en su día a día se pusieron ante los cuernos de ese maléfico virus en plantas con gente muy afectada o en UCIs en los que se batía el cobre a diario por afianzar un hilo de supervivencia. Vencía el miedo de otros con todo el pundonor del mundo, que se autogeneraba al verse rodeados de otros iguales. El efecto de grupo era el chispazo suficiente para recargar las baterías a diario.
Más-carilla les ha supuesto el futuro a más de un profesional que ha visto en la prejubilación como una forma de zafarse de esta pandemia. Esta salida antes de tiempo les va a suponer una disminución en sus pensiones, pero conocer al menos que se aminora el riesgo, compensa con la mayor probabilidad de ver que podrás estar rodeado más tiempo de los tuyos.
Más-carilla les ha sido su vida a todos aquellos que han pagado un alto coste emocional ver como han perdido seres queridos, o que el virus les hizo una visita que les ha dejado secuelas de por vida.
Más-carilla le fue la vida a todos aquellos que disponen de la mala suerte de ser una esponja de la ansiedad que flotaba en el ambiente y que en todo momento estuvo estimulada por la infoxicación (exceso informativo) y de las noticias falsas. En todo este mar revuelto, hubo muchos mal interesados que hicieron su negocio del miedo o la necesidad de muchos desesperados. Más-carilla fueron los días en los que muchos no pudieron ver la diferencia entre la realidad percibida y la tangible. Aquellos que veían virus agazapados a su lado a diario e hicieron de la ansiedad y la desesperanza su forma de vida en un confinamiento anancástico y claustrofóbico sin rendimiento si quiera nimio en un aspecto a mejorar en sus días.