Antonio Ares Camerino.
“Toda la alegría parecía haberse fugado de su rostro. Hacía poco tiempo que la luz y el gozo dejaron de acudir en cada una de sus miradas. Antes, no había momento del día en el que no apareciera ese rayo de felicidad y placer que inundaba todo su entorno. En su casa, en su clase, con sus amigas y amigos, se había convertido en ese pilar que ilustraba de alegría todo a su alrededor. La primera en notarlo fue su madre. Sin saber qué, intuía que algo había cambiado. La puerta de su habitación, cerrada a cal y canto, daba la señal de que nada volvería a ser igual. Pocas palabras, miradas huidizas, algún que otro conato de lágrimas contenidas, y un hermetismo gélido que helaba cualquier conversación. Esas eran sus nuevas normas de comportamiento.
Lo tenía todo, pero parecía que nada era suficiente para que a sus pocos años pudiera ser feliz. Tenía toda la vida por delante, pero el abismo era largo, oscuro e incierto”
Desde el año 2020, cada 2 de marzo, se celebra el Día Mundial del Bienestar Mental para Adolescentes. La finalidad de tal conmemoración es dar visibilidad a los problemas de salud mental que afectan a las personas en esta etapa de la vida.
Según los datos, avalados por UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), en el año 2020, de los 1.200 millones de adolescentes que había en el mundo, entre 10-19 años, el 13% padecían trastornos mentales diagnosticados. Los varones son ligeramente más propensos que las mujeres a sufrir trastornos mentales, sin embargo, son las chicas adolescentes las que tienen más posibilidades de sufrir enfermedad mental. Las tasas de prevalencia de los diagnósticos son más elevadas en regiones de Oriente Medio, África del Norte, América del Norte y Europa Occidental. Los conflictos bélicos, la migración, la falta de expectativas de futuro, la xenofobia, la violencia de género, la discriminación por razones de raza y etnia, el acoso escolar, y sobre todo la pobreza y las desigualdades sociales, conforman la conjunción perfecta para comprender la realidad de la situación de la salud mental de nuestros jóvenes. La ansiedad y la depresión suponen más del 40% de los trastornos mentales diagnosticados en la adolescencia.
Los niños y jóvenes manifiestan un malestar psicosocial que perturba sus vidas, su salud y sobre todo sus perspectivas de futuro. Sufrir durante la adolescencia problemas de la esfera psicosocial predispone a que durante la época adulta puedan manifestarse como problemas psicológicos o psiquiátricos. Saber gestionar los conflictos de relación desde épocas tempranas de la vida y tener una adecuada capacidad de tolerancia ante la frustración, les permite poder afrontar las adversidades que la vida les tiene preparados.
Según una investigación realizada para el informe CHANGING CHILDHOOD de UNICEF, el 19% de los jóvenes de entre 15 a 24 años de edad de 21 países declararon, en el primer semestre de 2021, que a menudo se sentían deprimidos o tenían nulo interés por realizar actividades de su vida diaria, tanto escolares, familiares como lúdicas. (A la cabeza, Camerún con un 32%. España se sitúa en el puesto 19 con un 11%). Los datos que aporta la Organización Mundial de la Salud (OMS) cifran que 45.800 adolescentes fallecen al año por suicidio, uno cada 11 minutos. Así, el suicidio se convierte en la cuarta causa de muerte más frecuente en adolescentes, después de las lesiones por accidentes de tráfico, tuberculosis y violencia. Para las mujeres se sitúa en la tercera causa de muerte más común. El 83% de los jóvenes consideran que compartir experiencias con otros y buscar apoyos es la mejor manera de abordar los problemas de salud mental de la población adolescente (sólo la India fue la excepción, donde la mayoría de su población joven se mostraba reacia a compartir su problema).
UNICEF “los adolescentes de nuestro país reclaman que la salud mental deje de ser un tabú y que se actúe ante un problema que puede llegar a comprometer su futuro”.
La pérdida de capital humano que se deriva de estas afecciones mentales en edades tempranas de la vida se cifra en centenares de miles de millones de dólares.
La falta de inversión de los gobiernos en la atención psiquiátrica y psicológica, sobre todo en edades tempranas de la vida, la estigmatización de la enfermedad mental y la nula intervención en todas las áreas comprometidas con la salud mental de nuestros jóvenes, como son la familia, la comunidad escolar, la red social de apoyo y la sociedad en general, conforman los paradigmas desde donde tienen que partir las soluciones globales de un problema tan grave que compromete el futuro de la sociedad del siglo XXI.
UNICEF España informa que “los adolescentes de nuestro país reclaman que la salud mental deje de ser un tabú y que se actúe ante un problema que puede llegar a comprometer su futuro”.
Para ello considera prioritario poner en marcha medidas como:
- Considerar prioritaria la salud mental de los adolescentes dentro del sistema público de salud.
- Dotar de una inversión suficiente las acciones dirigidas a mejorar la salud mental de la infancia y la adolescencia.
- Incrementar la disponibilidad de recursos especializados que aseguren una atención de calidad a los niños, niñas y adolescentes que lo necesiten.
- Fortalecer el enfoque multidisciplinar para que cobren protagonismo en este abordaje todos los sectores relacionados con la salud mental, bienestar emocional y acompañamiento psicosocial de la infancia.
Según la Sociedad Española de Pediatría, la pandemia ha provocado un aumento de hasta el 47% en los trastornos mentales de niños y adolescentes en nuestro país.
Parece un sin sentido que los adolescentes, a los que se les supone que tienen sus necesidades básicas cubiertas, y que cuentan con una red de apoyo familiar, social y escolar, acorde con sus necesidades y expectativas, presenten un elevado grado de frustración y de confianza en sí mismos, y que tal situación los lleve a la depresión y a la falta de ilusión.
La etapa de la vida en la que está todo por descubrir, en la que el futuro se vislumbra como ese horizonte donde todo es posible, no puede ser nunca ese lugar gris donde todo se nubla, incluso la esperanza.
“Para buscar mi infancia, ¡Dios mío!,
comí limones estrujados, establos, periódicos marchitos.
Pero mi infancia era una rata que huía por un jardín oscurísimo,
una rata satisfecha mojada por el agua simple,
y que llevaba un anda de oro entre los dientes diminutos”.
INFANCIA Y MUERTE
Federico García Lorca
(Nueva York 7 octubre 1929)
BIBLIOGRAFÍA
https://www.unicef.es/publicacion/estado-mundial-infancia-salud-mental
https://www.unicef.es/prensa/los-adolescentes-reclaman-que-la-salud-mental-deje-de-ser-un-tabu
https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/adolescent-mental-health