Antonio Ares Camerino
“El relato de la España rural de la postguerra que describe Miguel Delibes en su novela ‘El Camino’ no tiene parangón. Sus personajes, a caballo entre la niñez y la adolescencia disfrutan de su veraniego asueto escolar con noches estrelladas y amaneceres de tibieza insuperable. Daniel “el mochuelo”, Roque “el moñigo” y Germán “el tiñoso” saben de plantas y flores, de pisadas de animales y madrigueras, e interpretan a la naturaleza con maestría. En sus atardeceres estivales acuden a la gran charca cercana al pueblo. Tienen pretensiones de refrescarse y de coger ranas. Si fueran hoy la encontrarían seca y colmatada de hierbajos secos. Nunca ha habido años tan secos ni con tan altas temperaturas. Nunca los inviernos han sido menos fríos y los veranos más calurosos”.
En las redes sociales, en el mundo cruel y siniestro de las fake news, en el lado oscuro de internet, no existe ningún tema más controvertido y polémico que la creencia de que el cambio climático es una realidad provocada por la mano del hombre. Las mentiras y las medias verdades tendenciosas se mezclan con la realidad irrefutable, lo que hace que la información veraz que llega a la ciudadanía se hunda en las ciénagas desde donde es difícil salir.
Que el Cambio Climático es una emergencia humanitaria y sanitaria global no ofrece lugar a dudas, no es cuestión de militancia política ni de creencias religiosas, es lo irrefutable que nos da de bruces y que nos amenaza, a nosotros y a las generaciones venideras. Asistimos a noticias en las que nos certifican de que existe un mercado negro de emisiones de CO2 (países que son grandes contaminantes compran su cuota a países pobres. Así salvan su crueldad medioambiental, y de paso condenan al subdesarrollo al más débil). Existen grandes empresas que practican el ‘greenwashing’, un lavado de su imagen verde para vender más sin cambios en sus impactos medioambientales ni en los de sus productos. La publicidad engañosa se encargará del resto. Se ha demostrado que el color verde vende. Confundir al consumidor, generar credibilidad y confianza en un producto, y promover actividades de dudosa acreditación medioambiental, son algunas de las estrategias manipuladoras.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la crisis climática es el principal problema de salud pública para la Humanidad en el siglo XXI. La pandemia de la COVID-19 solo fue un ensayo de la vulnerabilidad de nuestra especie. El informe The Lancet ‘Coundown in Europe 2024’ certifica la necesidad de actuar urgentemente para proteger la salud frente al cambio climático. En dicho informe se pone de manifiesto la vulnerabilidad de Europa, y en concreto de los países mediterráneos, en concreto de España, y para más señas Andalucía.
Se estima que las muertes relacionadas con el calor han aumentado en la mayor parte de Europa, con un incremento que las sitúa en 17 muertes por cada 100.000 habitantes. La idoneidad climática para diversos patógenos, vectores y enfermedades sensibles al clima ha aumentado en Europa (p. ej., Vibrio, virus del Nilo Occidental, dengue, chikunguña, virus del Zika, malaria, leishmaniasis y garrapatas, que propagan la enfermedad de Lyme y otras). Las estaciones polínicas se han desplazado en el caso de determinados árboles y arbustos. El cambio climático se ha convertido en un elemento más a considerar en las desigualdades sociales y sanitarias, haciendo más vulnerables, si cabe, a las personas de por sí en situación de riesgo extremo.
Según la OMS, cada año más de 7 millones de muertes están directamente relacionadas con el uso de combustibles fósiles, atribuibles a la presencia de pequeñas partículas en suspensión en el aire que respiramos (PM 2,5). Tan pequeñas y tan nocivas que tienen la capacidad de atravesar los alveolos y pasar al torrente sanguíneo. Cerca de 400.000 muertes al año en Europa están provocadas directamente por la contaminación del aire.
La contaminación del suelo y del agua, la detección de contaminantes químicos en los seres vivos y la ingente cantidad de residuos plásticos de tamaño diminuto, ponen en riesgo la cadena trófica alimentaria. Se sabe que los nanoplásticos (partículas de plástico no visibles para la vista humana) han llegado a la leche materna y se han introducido en nuestras células.
La profesión médica debe tomar conciencia del grave problema de salud pública al que nos enfrentamos.
El agua disponible para el uso de las personas, la ganadería, la agricultura y la industria se ha visto limitada, así como su calidad. La reducción drástica de las precipitaciones y la tendencia al aumento de su consumo son sus principales causas. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO), la disponibilidad de alimentos se vería afectada por el régimen de sequías, provocando desnutrición y malnutrición en determinadas zonas geográficas.
Las condiciones climáticas adversas, el aumento del número y la gravedad de los desastres naturales y el aumento del nivel del mar están provocando la migración forzada de millones de personas. Todos los datos de los que disponemos ponen en situación de riesgo grave la salud de generaciones venideras. Por citar un ejemplo, en este mes de mayo se han registrado graves inundaciones, con numerosas pérdidas de vidas humanas, en Brasil, Kenia y Afganistán.
La profesión médica debe tomar conciencia del grave problema de salud pública al que nos enfrentamos. De nada sirven las conjeturas y las medias verdades, hay que dar un paso al frente y convertirnos en agentes de salud medioambiental. Tenemos que interiorizar que nuestra salud es la del planeta. A nuestra agenda de las clásicas preguntas hipocráticas debemos incorporar el color verde del ambiente que rodea a nuestros pacientes.
Hay que añadir un consejo a nuestras prescripciones: ¡Si gana el planeta, ganamos todos!
BIBLIOGRAFÍA
El Camino. Miguel Delibes (1950)
https://www.who.int/es/health-topics/environmental-health#tab=tab_1
https://www.un.org/es/observances/environment-day
https://www.paho.org/es/temas/determinantes-ambientales-salud