“En aquella aldea, de aquel país remoto, no había ni siquiera agua potable. Mujeres y niños tenían que recorrer cada día varios kilómetros para llenar garrafas de algo que decían que era agua, aunque por su color, olor y sabor podría ser cualquier cosa. Sus habitantes se alimentaban de una precaria agricultura y ganadería. La educación de los más pequeños estaba en manos de las abnegadas madres. A pesar de todo gozaban de buena salud. Los niños y niñas eran rollizos y la población más joven, fuertes y recios. Las personas mayores, curtidas en muchos pesares, y los más ancianos, muy respetados. El problema surgía cuando las enfermedades, aunque fueran banales, entraban por las puertas de sus chozas”.
El 22 de julio de 1946, representantes de 61 miembros de la ONU y diez naciones más firmaron la constitución de la Organización Mundial de la Salud, que entró en vigor en 1948. Fue en 1950 cuando se promulgó el Día Mundial de la Salud. La celebración de este día, desde entonces, se conmemora cada día 7 de abril. El lema de este año es “MI SALUD, MI DERECHO”.
La Salud como derecho no debe limitarse al mero hecho de tener una cobertura sanitaria universal, accesible y, si puede ser, gratuita. No debe contemplarse como un simple servicio asistencial sanitario de calidad sin que genere dificultades económicas a la población que accede al mismo. El derecho a la Salud tiene que ver con nuestro Planeta. Sin el cuidado de nuestro hábitat difícilmente podremos conseguir una adecuada salud física, mental y social. Conseguirlo pasa por hacer frente a responsabilidades políticas, corporativas e individuales.
Diseñar y, sobre todo, aplicar políticas que fomenten el uso de energías limpias. De acuerdo con la Organización Mundial de Salud (OMS), cerca del 99 % de las personas del planeta respiran un aire que no llega a los límites de calidad adecuados y esto pone en peligro su salud. Asimismo, cada año se registran más de 13 millones de muertes en todo el mundo provocadas por entornos medioambientales evitables, como la contaminación del aire.
Reducir el desperdicio de alimentos. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU incluyen un llamado a reducir a la mitad el desperdicio de alimentos y reducir las pérdidas de alimentos para 2030 por una buena razón. Hacerlo genera beneficios para las economías, las empresas y los consumidores, la salud humana y el medio ambiente.
Combatir la crisis climática. Los expertos afirman que hay que intensificar la investigación, la financiación y las acciones para hacer frente a los problemas de salud causados por el cambio climático y las emisiones del propio sector sanitario.
Estos son sólo algunos de los objetivos que nos debemos plantear para conseguir un mayor nivel de salud de forma global.
Además, se deben promover políticas que incentiven la reducción de residuos y plásticos, reduzcan los niveles de compuestos de carbono en la atmósfera, promuevan la construcción de espacios verdes en las ciudades, fomenten el uso de transporte público, garanticen el consumo de agua limpia, incentiven las fuentes de energías renovables y promuevan el uso del carril bici y las vías peatonales.
Todos los esfuerzos deben ir dirigidos a reducir las desigualdades sociales en salud, esas que son evitables
En cuanto a las empresas, apoyar el teletrabajo, facilitar la lactancia materna entre sus trabajadoras, propiciar políticas que faciliten la conciliación laboral y familiar, contribuir al ahorro energético, promover el uso de productos reciclables y reutilizables, evitando la obsolescencia programada y cumplir y hacer cumplir de manera escrupulosa la normativa legal en cuanto a todo lo concerniente con la salud y la seguridad de las personas trabajadoras, haciendo especial énfasis en las más sensibles.
En cuanto a nuestra responsabilidad individual de nuestra salud, debemos hacernos responsables de nuestros autocuidados propiciando actitudes y formas de vida que potencien nuestro bienestar. El Sistema Sanitario y los profesionales de la salud deben ejercer, no solo como simples restauradores del estado de salud cuando se enferma, sino como agentes activos que nos eduquen y potencien las decisiones que nos hacen más sanos y saludables. Alimentación sana, realización de ejercicio físico de manera regular, evitar el consumo de alcohol, nada de tabaco, correcta higiene de manos y adecuados hábitos de limpieza y aseo personal, ahorro energético en el hogar, cuidado del sueño, no recurrir a la automedicación, realizar las revisiones médicas periódicas según los criterios establecidos por razones de sexo y edad por la comunidad científica y cumplir con las medidas y normas de seguridad vial.
Todos los esfuerzos deben ir dirigidos a reducir las desigualdades sociales en salud, esas que son evitables y que se producen por razones geográficas, económicas, étnicas, culturales, de genero y que llevan a que existan morbilidades, mortalidades y niveles de salud muy dispares entre diferentes grupos de poblaciones.
Hay que fortalecer las habilidades de las personas y las comunidades para mejorar y mantener su salud y capacidad funcional a lo largo del curso de la vida y desarrollar así condiciones y estilos de vida saludables y seguros.
Nuestra salud se convierte en un derecho que nos obliga a velar por ella.
BIBLIOGRAFÍA
https://www.paho.org/es/eventos/dia-mundial-salud-2024-mi-salud-mi-derecho