Antonio Ares Camerino
“Esos cuarenta años habían pasado en un santiamén, aún le parecía que fue ayer cuando inició los trámites para la colegiación. Todavía recordaba el momento en el que se puso la primera bata blanca, algodón cien por cien, hecha en España y mucho apresto. Su madre, que era sastra, le dijo. -Te queda algo holgada, pero con lo que vas a aprender seguro que la rellenas. Después de tantos años de intensa vida laboral tocaba rebuscar entre fotos y papeles, abrir cajones y descubrir recuerdos escondidos. Hacía años que la recordaba, y de buenas a primera apareció entre un montón de fotos antiguas. En blanco y negro, en papel de calidad, con nitidez escrupulosa, y el borde troquelado como las fotos antiguas. Y ahí estaba ella, con flequillo y dos coletas, unas gafas postizas sin cristales, fonendo de mentiriquillas en ristre y auscultando a una muñeca. Siempre apuntó maneras, y el destino quiso que esa vocación suya le saliera por todos lados. Su sitio, siempre a pie de cama. Por escoger especialidad, eligió la más completa, esa que mira a la persona que sufre de arriba abajo. La que explora, la que ausculta, la que palpa, la que escucha, la que mira a los ojos, la que diagnóstica de manera integral y sin grande alaracas, la de la silla de Marañón, la medicina interna. Con su formación más que pertrechada, con cientos de guardias a sus espaldas, con centenares de pacientes testigos de su buen hacer, una serie de televisión, americana para más señas, vino a destacar el papel de la mujer médica. Era el año 1993, la interpretaba Jane Seymour, y relataba la historia de una doctora de finales del siglo XIX en Estados Unidos, que pasó de curar con medios y adelantos de última generación en el engolado Massachusetts a hacer lo que podía, sólo con sus manos y su saber, en los páramos del estado de Colorado. Por aquel entonces, con ese humor que le bullía, su padre, muy orgulloso, llamaba a su hija médica, la Doctora Quinn”.
En honor de la Doctora Elizabeth Blackwell (Bristol 1821-1910), la primera mujer en el mundo en terminar los estudios universitarios de medicina en el año 1849 y ejercer libremente su profesión, se celebra cada 11 de febrero el Día Mundial de la Mujer Médica.
El papel de la mujer en los cuidados y la asistencia a la enfermedad ha estado presente a lo largo de la historia. La educación y la salud han sido patrimonio femenino. No existe ninguna sociedad, ninguna cultura, ninguna religión que atribuya a la mujer un papel más digno, trascendental e importante. Pensaban las sociedades patriarcales quE0 con eso las relegaban a un papel secundario, a un segundo plano de servilismo machista. Ni de lejos a la realidad. La educación y la salud, su transmisión y los cuidados, son los elementos fundamentales para que cualquier sociedad y cultura pueda progresar y sobrevivir. En manos de las mujeres no solo está la descendencia, sino la educación, los cuidados y la supervivencia de todas las culturas.
Fue en la década de los años 70 del siglo pasado cuando las mujeres irrumpieron con fuerzas en las Facultades de Medicina de nuestro país. Desde entonces el porcentaje de médicas ha ido en aumento. Ya nadie recuerda las orlas de los años 30 y 40 colmatadas de señores bigotudos. Atrás quedaron esas de los 50 y 60 del siglo pasado en las que era testimonial encontrar una figura femenina. Cuenta que precisaban de autorización paterna para matricularse, y que incluso para asistir a clase eran tuteladas por profesores que ejercían cierto papel protector e incluso fiscalizador de sus actividades académicas y docentes.
En nuestro país hay que remontarse al año 1882, en el que la barcelonesa Dolors Aleu ejerció de médica como pionera en una profesión reservada solo para hombres. En su consulta de ginecología y pediatría lo mismo atendía a la burguesía catalana que a mujeres y niños de los barrios más desfavorecidos de la ciudad. En nuestra Facultad de Medicina, como describe la Dra. Beatriz Sáinz, podemos sentirnos orgullosos de haber tenido como alumnas pioneras a Antonia Monreal y Andrés, a María Asunción Menéndez de Luarca, a María del Mar Terrones Villanueva y a Francisca Medina Verdeja. Todas ellas adelantadas a un tiempo que ahora se nos presenta como cotidiano.
Recientemente el profesor y amigo José Almenara ha publicado una biografía del que todos consideran padre de la estadística moderna. “Karl Pearson, creador de la biometría, precursor de la estadística contemporánea”. De estadística sanitaria, de biometría socio sanitaria va la cosa. Los datos estadísticos de la presencia de la mujer en la medicina apabullan.
Actualmente la probabilidad de que, si acudes a un servicio de urgencias del sistema público de salud, o del privado, te atienda una médica es alta. ¡Que levante la mano quien tenga como especialista de medicina familiar y comunitaria una mujer! Por especialidades el sesgo femenino se acentúa. Llevar a tu hija o a tu nieto al pediatra cuenta con una probabilidad bastante elevada de que la profesional que lo atienda sea mujer.
Según la FUNCAS (Fundación de Cajas de Ahorros), en el año 2017 el número de mujeres médicas colegiadas superó al de varones. En el año 2023 la edad media de las mujeres que ejercen la medicina en España es casi cinco años más baja que la de sus compañeros varones. De los datos que aporta el Ministerio de Universidades en el curso 2022/23 se matricularon en España en la carrera de medicina 43.561 estudiantes, de los cuales el 70,6% eran mujeres frente al 29,4% de varones. En la última convocatoria MIR el 69,4% de las plazas fueron adjudicadas a mujeres, frente al 30,6% a hombres.
Esta abrumadora feminización de la profesión médica no se traduce en una igualitaria representación por género en los puestos de alta dirección y responsabilidad corporativa. El número de rectores, catedráticos, investigadores de alto nivel, presidentes de Colegios Médicos, gerentes, directores médicos, jefes de servicio, y todo lo concerniente a la medicina están ocupados, mayoritariamente, por varones. Pese a la gran presencia femenina de base en la medicina actual, sigue existiendo ese techo de cristal que les permite ver pero no tomar altas decisiones. Aunque parezca mentira sigue existiendo una brecha salarial (según estudios del 27%, y más en el sector privado que en el público), siguen faltando políticas de conciliación personal, familiar y laboral, e incluso nos encontramos con una sociedad que aún mira al profesional de la medicina con cierto sesgo de género. Cómo si las médicas tuvieran que demostrar una valía que a los profesionales varones se les supone.
Con la perspectiva del tiempo, aún queda un largo camino para lograr una igualdad real, sin fisuras.
¡Tengo la suerte de tener una médica de familia!
BIBLIOGRAFÍA
Sainz Vera, B. (2021). Médicas de la Facultad de Medicina de Cádiz, último tercio del siglo XIX y siete primeras décadas del siglo XX. Cuadernos De Investigación De Fondos Del Archivo UCA, (3), 74–97. https://doi.org/10.25267/Cuad_investig_fondos_arch_UCA.2021.i3.05.
Almenara Barrios, José Karl Pearson, creador de la biometría, precursor de la estadística contemporánea. Navarra: Aranzadi, 2023a
https://amf-semfyc.com/es/web/articulo/el-techo-de-cristal-para-las-medicas-de-familia