Vaya por delante, ante todo, que no tenía muy claro a lo que me dedicaría en esta ocasión. Son muchas cosas las que me saltaban como ideas desde la que partir a modo de post para la sección. Motivos no me faltaban, y chispazos neuronales a diario, los tengo por salvas de centenares; tantos que no me da tiempo material en muchas ocasiones ni a poder apuntarlo en los trozos de papel que casi siempre porto con mi impertérrito boli verde…
Pero leyendo un libro (muy bueno, y muy recomendable…) me resurgió una palabra que rondaba ya por mi cabeza pero a la que no terminaba de denominar, rescatar, o sencillamente, encontrarme. Era la palabra epifanía.
Es una de esas palabras que recuerdo desde mi EGB (la añoro tanto, que creo se la han robado a mis hijos, pero tal y como nosotros la vivimos…) y que siempre me negué a verla como algo con una aplicación únicamente católico-religiosa. Sabía que tenía otra acepción de la palabra, y que era un menoscabo social su limitación al día 6 de enero. En nuestra labor asistencial (sea cual sea) teníamos mucha utilidad de la misma.
De hecho, y sin ir más lejos, ahora me veo reflejado en la misma desde mi actual puesto de gestión. No deja de ser casi el paradigma de una epifanía; pura, deseada, acatada, razonada, aceptada, valorada, pero sin embargo, dura…
En su primera acepción de la Real Academia Española manifestación aparición o revelación, es algo a lo que se me aplica en el día a día. Creedme de lo que os digo.
Cuando estaba en la consulta, raro era el día que no tenía epifanías de continuo. Un paciente que se sale de su forma de ser, un problema o vicisitud familiar o personal que no conocía, alguien que pregunta algo que llevaba hasta años pendiente de contar…
Ahora siguen las epifanías. No cambian las cosas en su fondo y fuero propio, si bien los causantes, su transcurso, temas y contextos son muy diferentes. Se pasa de la consulta a la ayuda a muchas consultas a la vez. La gran mayoría en sincrónico y con muchos profesionales a los que se intenta ayudar, apoyar, solventar, o sencillamente en muchas ocasiones consolar.
Sabes que la puerta de mi nueva consulta que se llama “despacho del gerente”, muchas veces acontecen epifanías tanto a un lado como al otro del quicio de la puerta. No recuerdo muy bien el que me dijo (y muy acertado que estuvo) que por la puerta del despacho entraría la gente casi siempre con problemas que quieren que se los resuelvas, en ocasiones con problemas y posibles soluciones, y rara vez para agradecerte tu trabajo.
No podría hacer una estadística de lo que se podría adscribir a cada una de estas posibles tipificaciones de las realidades que me entran por ese quicio, pero en su amplia mayoría corresponden a la primera, pues son rara ave los que hacen propia catarsis y/o abstracción mental para aportar soluciones a sus avatares, y ya casi infinitesimales los que te agradecen algo que hayas conseguido.
Menos mal que esos infinitesimales agradecimientos disponen de la potencia suficiente para anular los estragos de tanto problema a resolver, pues si no, a buen seguro… ninguno de los Gerentes ni Directivos del Servicio Andaluz de Salud seguiríamos en nuestros puestos…
PD: Dedicado a todos aquellos que a base de pundonor, trabajo abnegado, constancia y robar horas a la familia y a uno mismo, hacen que esta gran empresa y maquinaria llamada Servicio Andaluz de Salud siga produciendo por medio del impulso que todos y cada uno de los profesionales aportamos a diario. Con independencia de su puesto específico que ocupa.
Dr. Manuel Mª. Ortega Marlasca.
06/12/2019