Por Antonio Bellón
Tercera edad, senectud, senilidad, vejez, son términos sinónimos, más o menos eufemísticos, empleados para designar un periodo de la vida humana que se caracteriza por la declinación de todas las facultades. Confieso que, más allá de mis conocimientos profesionales, nunca hasta hace unos días me había interesado tanto la vejez desde un punto de vista puramente humanístico y filosófico; ha bastado para despertar de súbito mi interés el hecho de ver en televisión un video que se ha hecho viral en muy poco tiempo: https://www.tododisca.com/la-entranable-reaccion-de-una-bailarina-con-alzheimer-al-lago-de-los-cisnes/
La protagonista del video, Marta C. González, falleció hace un año a consecuencia de la edad y de la Enfermedad de Alzheimer que padecía. Había llegado a ser en su juventud nada menos que Primera Bailarina del Ballet de la Ciudad de Nueva York, lo que equivale a ser una <<diosa>> en el mundo de las artes escénicas. En el video puede contemplarse a una pobre viejecita muy delgada postrada en una silla de ruedas; un amable y cariñoso joven le ha colocado unos auriculares y se escucha la música inconfundible de <<El lago de los cisnes>> de Tchaikovsky. La anciana recuerda de inmediato la melodía que tantas veces danzó en el escenario y comienza a ejecutar aquellos movimientos que, en su día, le hicieron ser reconocida y admirada por todos. Para mí personalmente, la escena es “deliciosamente patética”.
Hagamos ahora un breve inciso filosófico orteguiano. Cada ser humano se va desarrollando física y psíquicamente en su encuentro con el mundo que le rodea, con su circunstancia, y necesita a su mundo para poder encontrarse a sí mismo. Este hecho queda patente, por ejemplo, en los casos de amnesia provocada por la Enfermedad de Alzheimer, en la que el paciente va perdiendo progresivamente su mundo, cuya representación guardaba en la memoria como un tesoro muy valioso. En los casos de amnesia global, el individuo no sabe quién es él ni cuál es su mundo, su circunstancia, sin la cual no puede encontrarse a sí mismo.
Al igual que el video antedicho despertó en mí un súbito interés por el aspecto humanístico-filosófico de la vejez, la música despertó en Marta un mundo maravilloso que creía haber perdido para siempre, un tesoro que ahora revivía en su mente vieja y fatigada.
La cruel pandemia que nos asola en la actualidad está llevándose por delante, como si de un tsunami se tratara, las vidas de muchos ancianos y ancianas que aparecen ante nuestros ojos como simples y frías cifras estadísticas. No sabemos quiénes eran, cómo vivieron, cuáles fueron sus afanes en la vida. Solo sus familiares y amigos podrían contarnos algo sobre ellos. Pero, aunque aparezcan a nuestros ojos como anónimos, todos ellos tienen una historia digna de ser contada y un <<tesoro>> oculto que mostrar a los demás, como Marta, la protagonista del video.
El mejor homenaje que podemos hacerles a todos los ancianitos y ancianitas del mundo es protegerlos con nuestra conducta responsable para evitar que enfermen y acaben siendo las principales víctimas inocentes de esta cruel pandemia.
Antonio Bellón Alcántara es Doctor y Académico Correspondiente de Medicina