Dr. Manuel Mª Ortega Marlasca, Médico de familia.
De vueltas ya del día de la Atención Primaria y tras ver lo fácil que se nos reconoce en actos y lo poco que se nos tiene en cuenta en las ayudas y recursos tangibles, desearía poner en público conocimiento una serie de abusos que casi a diario tenemos que sufrir en nuestras coronarias en nuestro puesto de trabajo.
Abusa la administración cuando:
- No nos dota con los recursos necesarios para nuestra gran labor asistencial.
- Trata a unos de los mejores y más valorados profesionales de la medicina como mano de obra barata, con contratos puntuales, sin atisbo de estabilidad futura en nuestras tierras y con una precarización que tan solo nos enseña la puerta de salida.
- Cuando no disponemos de sustitutos ni de plantilla suficiente para poder amortiguar las inclemencias laborales que tenemos casi a diario como enfermedades que nos acaecen a nosotros o nuestros seres queridos, necesidades de formación, dedicaciones varias fuera del puesto de trabajo o nuestras merecidas vacaciones.
- No se nos premia, reconoce, facilita ni paga por nuestra docencia a alumnos de la Facultad de Medicina que hacen sus prácticas en nuestros centros de salud o los Residentes en su periodo de especialidad.
- Nos imponen unos objetivos alejados de la práctica asistencial y donde se prioriza el ahorro.
- Nos argumentan una gestión independiente de la primaria y la cruda realidad es que siempre se basa en un sistema de mando vertical y donde nunca se pregunta y planifica en los propios centros de salud.
- Nos vemos ahogados por una gestión de enfoque y manejo hospitalario, donde nuestros colegas hospitalarios disponen de una autonomía suficiente que les permite una asistencia más holgada y sin tanta presión asistencial.
- No llama al orden y reprime públicamente a los pacientes que usan malas formas, agreden o faltan reiteradamente a nuestras citas programadas. Este servilismo malentendido que tan buena adherencia en su ADN ha tenido, no hace más que aumentar el burn-out de los médicos de primaria.
- Nos sobrecarga con burocracia.
- Nos sobrecarga con gestiones de interés netamente administrativo (como detalles de los partes de lesiones) en nuestra labor asistencial.
- Nos impone trabajar con programas que no se adaptan ni facilitan nuestra labor asistencial, o que sencillamente no se interconectan entre ellos con vistas a evitarnos sobrecarga asistencial.
- Hacen el diseño de los nuevos centros sin contar con antelación con el consenso de los que allí van a trabajar.
- Nunca premian nuestra labor y tan solo nos vemos como diana de sus frustraciones o presiones que les llegan a nuestros cargos provenientes de “arriba”.
Abusan nuestros pacientes cuando:
- No acuden a las citas programadas que se les facilita, llegando (en casos que todos tenemos en las consulta) a tener algunos días huecos libres sin nadie en las salas de espera que se alternan con picos de alta demanda de pacientes sin cita; muchos de ellos, los que han dejado de asistir a su cita programada y que no anularon con la antelación debida.
- Intentar cubrir con un halo de enfermedad cuestiones de la vida diaria como es un catarro banal, el malestar del desamor, el nerviosismo de unos exámenes o de una boda o la quemadura mínima del accidente doméstico.
- Sus prisas la intentan tergiversar a modo de urgencia y por tanto, sobrecarga para nuestra labor asistencial.
- Clamando a nuestra buena fe o corazón, anteponemos nuestros minutos de descanso para hacer cuestiones que a ellos les interesa.
- Nos piden o presionan para saltarnos normas o legislaciones en su propio beneficio o motivados por su desidia personal.
Abusamos de nosotros mismos cuando:
- Mal-anteponemos al paciente sobre nuestro estado de cansancio sin ninguna base que lo justifique de forma razonada, sino nuestro incansable dinamismo de “prestar servicio”.
- Cuando utilizamos nuestros propios medios ante la carencia de medios en el centro.
- Utilizamos nuestro propio horario personal para hacer labores que en nuestro puesto de trabajo no nos da tiempo hacer o bien, por carencia de los aparatos necesarios.
- No nos hacemos valer nuestros derechos frente a nuestros directivos, pacientes o colegas por miedo a señalarnos, por el “que dirán” o ante posibles represalias.
- No sabemos priorizar el buen estado y relaciones de todos los integrantes de nuestros centros de salud y malmetemos o hacemos comentarios nada bien-intencionados de nuestros compañeros de trabajo.
- No sabemos reconocer, apreciar ni agradecer la labor que muchos cargos directivos hacen en su día a día.
- No denunciamos por el cauce adecuado nuestras incidencias, problemas o elementos de mejora. Las dejamos pasar y pasan a formar parte del baúl de uso rápido para los lamentos y comentarios en nuestros “pequeños círculos de expansión anímica profesional”.