Miguel Fernández-Melero Enríquez. Jefe de la Asesoría Jurídica del COMCADIZ
“No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente el que sobrevive. Es aquel que es más adaptable al cambio”. Esto no es que lo diga yo (que también). El problema es que lo mismo lo dijo antes un tal Charles Darwin, que se murió a finales del siglo XIX.
El tema se conecta con otro que, en principio, no tiene nada que ver con el contenido del párrafo anterior, que es el relativo al mundo de la etiqueta, que es una norma de conducta que regula la manera de tratarse las personas dentro de un grupo, de acuerdo con normas convencionales, lo que nos permite desenvolvernos adecuadamente en los diferentes ambientes que se viven cada día.
La etiqueta es una forma de referirse a los modales o a la educación, y es la que impone normas de comportamiento que hacen la vida más agradable a las personas con las que se comparte el tiempo y el espacio. En este sentido, por ejemplo, nos enseñan desde pequeños que no se debe hablar con la boca llena o poner los codos en la mesa.
La etiqueta también se ha impuesto en la forma de vestir, pues hacerlo adecuadamente es la mejor tarjeta de presentación de una persona. Cambiar una mala primera impresión es francamente difícil. Hay que saber vestir de forma correcta en función del qué, cómo, cuándo y dónde.
Si tratamos de ver cuál haya sido la indumentaria de los médicos a lo largo de la Historia, vemos que ha variado de forma extraordinaria. Antiguamente el médico vestía de una forma característica, que le permitía ser identificado por su indumentaria, incluso por la calle.
Las cosas han ido evolucionando y, en este tema, también es de aplicación el principio de Darwin al que me refería al comienzo. Por eso la indumentaria del médico ha cambiado mucho, y el que no lo ha hecho puede verse en dificultades de sobrevivir. Ya no es habitual encontrar que un médico vista corbata, entre otras cosas, porque hay estudios que consideran que esta prenda (habitual en otras profesiones) es un grave foco de infección para los pacientes, por el gran número de gérmenes que pueden encontrarse en ellas.
Lo que sí se impone es la bata blanca, y la gran mayoría de los profesionales la utilizan a diario pues mejora la percepción que el paciente puede tener sobre su médico, aunque debajo de ella vista vaqueros.
El Código de Ética y Deontología Médica también se ocupa del asunto. Así dice en su artículo 8 que el médico debe cuidar su actitud, lenguaje, formas, imagen y, en general, su conducta para favorecer la plena confianza del paciente.
Por eso me ha sentado muy mal que haya aparecido un vídeo en el que un tipo, que dice ser médico, y que habla sobre cuestiones médicas, se presente sin camisa, como si estuviera en el chiringuito de la playa delante de una cerveza.
Y la semana que viene, más.