A poco que empecemos a hablar, ya a más de uno (y yo el primero) se le activa un automático en su cerebro con tan solo se cruce con la palabra “guardia”. Bien por su rememoración, bien por las reminiscencias permanentes (al seguir sufriéndolas) o del pasado que le brotan. Cada uno, nos haremos nuestras cuitas.
Siempre que sale el tema de las guardias, me acuerdo que mi primer post en un blog se tituló “Una guardia, por favor”. Fue fruto de la sorpresa al ver como muchos colegas podían descansar más en las mismas que en sus propias casas, en las que el cuidado de sus hijos pequeños en la noche le inducía más despertares e insomnio que el mero hecho de hacer guardias. Fue algo que me impactó, en buena parte, por no tener en esos años a mis hijos: era un reciencasado.
Pero en las fechas que estamos, debemos de hacer mención especial para todos aquellos que se separan de su familia por cuestiones laborales y pasan lejos de ellos fechas tan señaladas como estas. Se hacen su “microfamilia laboral”, afrontando su separación con las mejores condiciones que se les oferte y se puedan procurar. La supervivencia y la superación les induce a ellos a estar donde sus obligaciones laborales les llaman.
A los que hemos hecho guardias durante estas fechas, tenemos algunos días que jamás se nos olvidarán por los acontecimientos que en ellas sucedieron, los condicionamientos de esos días o las lágrimas que las mismas nos indujo. En mi caso, nunca se me olvidará la del 31 de diciembre de 1999 en la que se pasaba al denostado año 2000 y en la que tanto pánico se indujo ante el posible efecto devastador que este año se esperó tuviera sobre nuestras redes informáticas. Nada de eso aconteció y los vaticinios no se cumplieron.
En los centros se intentan hacer todas las cábalas posibles para poder adaptarnos a las circunstancias de cada uno y sus familias. Es clásico ver como unos prefieren trabajar el día 31 de diciembre en beneficio de librarse de la del 5 de enero dado que son padres de niños pequeños y priorizan la ilusión de sus caras en esa fecha sobre los devastadores efectos de los excesos de la noche de fin de año. Es un precio que se paga con la mejor intencionalidad. Por otra parte, los que no afrontan una familia todavía, priorizan disfrutar de los últimos momentos del año al máximo sin tener que estar en una guardia. La organización entre ellos es lo que facilita la organización en los equipos asistenciales.
En esos días surgen experiencias peculiares y se ven escenas con alto impacto emocional. Llama la atención aún más la soledad de algunos y la nostalgia de los que están fuera de su familia, hogar o tierra. Se suscitan vivencias especiales que se rememorarán toda tu vida.
Sea como sea para cada uno, y partiendo de la base de la mala compensación económica de las guardias en nuestro sistema público sanitario andaluz, hacer guardias en estas fechas no tiene precio……
Dr. Manuel Mª. Ortega Marlasca.
28/12/2019